Día 73

06 La Tierra Prometida

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Jueces 9

Conspiración de Abimelec

Jue 9:1

Abimélec

Abimélec hijo de Yerubaal fue a Siquén a ver a los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de su madre:

Jue 9:2 «Pregúntenles a todos los señores de Siquén: “¿Qué les conviene más: que todos los setenta hijos de Yerubaal los gobiernen, o que los gobierne un solo hombre?” Acuérdense de que yo soy de la misma sangre que ustedes.»

Jue 9:3 Cuando los hermanos de su madre comunicaron todo esto a los señores de Siquén, éstos se inclinaron a favor de Abimélec, porque dijeron: «Él es nuestro hermano.»

Jue 9:4 Y le dieron setenta monedas de plata[a] del templo de Baal Berit, con el cual Abimélec contrató a unos maleantes sin escrúpulos para que lo siguieran.

Jue 9:5 Fue a Ofra, a la casa de su padre, y sobre una misma piedra asesinó a sus setenta hermanos, hijos de Yerubaal. Pero Jotán, el hijo menor de Yerubaal, se escondió y logró escaparse.

Jue 9:6 Todos los señores de Siquén y Bet Miló se reunieron junto a la encina y la piedra sagrada que están en Siquén, para coronar como rey a Abimélec.

Jue 9:7 Cuando Jotán se enteró, subió a la cima del monte Guerizín y les gritó bien fuerte: «¡Escúchenme, señores de Siquén, y que Dios los escuche a ustedes!

Jue 9:8 »Un día los árboles salieron a ungir un rey para sí mismos. Y le dijeron al olivo: “Reina sobre nosotros.”

Jue 9:9 Pero el olivo les respondió: “¿He de renunciar a dar mi aceite, con el cual se honra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?”

Jue 9:10 »Después los árboles le dijeron a la higuera: “Reina sobre nosotros.”

Jue 9:11 Pero la higuera les respondió: “¿He de renunciar a mi fruto, tan bueno y dulce, para ir a mecerme sobre los árboles?”

Jue 9:12 »Luego los árboles le dijeron a la vid: “Reina sobre nosotros.”

Jue 9:13 Pero la vid les respondió: “¿He de renunciar a mi vino, que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?”

Jue 9:14 »Por último, todos los árboles le dijeron al espino: “Reina sobre nosotros.”

Jue 9:15 Pero el espino respondió a los árboles: “Si de veras quieren ungirme como su rey, vengan y refúgiense bajo mi sombra; pero si no, ¡que salga fuego del espino, y que consuma los cedros del Líbano!”

Jue 9:16 »Ahora bien, ¿han actuado ustedes con honradez y buena fe al coronar rey a Abimélec? ¿Han sido justos con Yerubaal y su familia, y lo han tratado como se merecía?

Jue 9:17 Mi padre luchó por ustedes, y arriesgando su vida los libró del poder de los madianitas.

Jue 9:18 Pero hoy ustedes se han rebelado contra la familia de mi padre; han matado a sus setenta hijos sobre una misma piedra, y han hecho de Abimélec, hijo de su esclava, el rey de los señores de Siquén sólo porque él es pariente de ustedes.

Jue 9:19 Si hoy han actuado con honradez y buena fe hacia Yerubaal y su familia, ¡que sean felices con Abimélec, y que también él lo sea con ustedes!

Jue 9:20 Pero si no, señores de Siquén y Bet Miló, ¡que salga fuego de Abimélec y los consuma, y que salga fuego de ustedes y consuma a Abimélec!»

Jue 9:21 Luego Jotán escapó, huyendo hasta Ber. Allí se quedó a vivir porque le tenía miedo a su hermano Abimélec.

La caída de Abimelec

Jue 9:22 Abimélec había ya gobernado a Israel tres años

Jue 9:23 cuando Dios interpuso un espíritu maligno entre Abimélec y los señores de Siquén, quienes lo traicionaron.

Jue 9:24 Esto sucedió a fin de que la violencia contra los setenta hijos de Yerubaal, y el derramamiento de su sangre, recayera sobre su hermano Abimélec, que los había matado, y sobre los señores de Siquén, que habían sido sus cómplices en ese crimen.

Jue 9:25 Los señores de Siquén le tendían emboscadas en las cumbres de las colinas, y asaltaban a todos los que pasaban por allí. Pero Abimélec se enteró de todo esto.

Jue 9:26 Aconteció que Gaal hijo de Ébed llegó a Siquén, junto con sus hermanos, y los señores de aquella ciudad confiaron en él.

Jue 9:27 Después de haber salido a los campos y recogido y pisado las uvas, celebraron un festival en el templo de su dios. Mientras comían y bebían, maldijeron a Abimélec.

Jue 9:28 Gaal hijo de Ébed dijo: «¿Quién se cree Abimélec, y qué es Siquén, para que tengamos que estar sometidos a él? ¿No es acaso el hijo de Yerubaal, y no es Zebul su delegado? ¡Que sirvan a los hombres de Jamor, el padre de Siquén! ¿Por qué habremos de servir a Abimélec?

Jue 9:29 ¡Si este pueblo estuviera bajo mis órdenes, yo echaría a Abimélec! Le diría:[b] “¡Reúne a todo tu ejército y sal a pelear!” »

Jue 9:30 Zebul, el gobernador de la ciudad, se enfureció cuando oyó lo que decía Gaal hijo de Ébed.

Jue 9:31 Entonces envió en secreto mensajeros a Abimélec, diciéndole: «Gaal hijo de Ébed y sus hermanos han llegado a Siquén y están instigando a la ciudad contra ti.

Jue 9:32 Ahora bien, levántense tú y tus hombres durante la noche, y pónganse al acecho en los campos.

Jue 9:33 Por la mañana, a la salida del sol, lánzate contra la ciudad. Cuando Gaal y sus hombres salgan contra ti, haz lo que más te convenga.»

Jue 9:34 Así que Abimélec y todo su ejército se levantaron de noche y se pusieron al acecho cerca de Siquén, divididos en cuatro compañías.

Jue 9:35 Gaal hijo de Ébed había salido, y estaba de pie a la entrada de la puerta de la ciudad, precisamente cuando Abimélec y sus soldados salían de donde estaban al acecho.

Jue 9:36 Cuando Gaal los vio, le dijo a Zebul: —¡Mira, viene bajando gente desde las cumbres de las colinas! —Confundes con gente las sombras de las colinas —replicó Zebul.

Jue 9:37 Pero Gaal insistió, diciendo: —Mira, viene bajando gente por la colina Ombligo de la Tierra, y otra compañía viene por el camino de la Encina de los Adivinos.

Jue 9:38 Zebul le dijo entonces: —¿Dónde están ahora tus fanfarronerías, tú que decías: “¿Quién es Abimélec para que nos sometamos a él?” ¿No son ésos los hombres de los que tú te burlabas? ¡Sal y lucha contra ellos!

Jue 9:39 Gaal salió al frente de los señores de Siquén y peleó contra Abimélec;

Jue 9:40 pero éste los persiguió y, en la huida, muchos cayeron muertos por todo el camino, hasta la entrada de la puerta.

Jue 9:41 Abimélec se quedó en Arumá, y Zebul expulsó de Siquén a Gaal y a sus hermanos.

Jue 9:42 Al día siguiente el pueblo de Siquén salió a los campos, y fueron a contárselo a Abimélec.

Jue 9:43 Entonces Abimélec tomó a sus hombres, los dividió en tres compañías, y se puso al acecho en los campos. Cuando vio que el ejército salía de la ciudad, se levantó para atacarlo.

Jue 9:44 Abimélec y las compañías que estaban con él se apresuraron a ocupar posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad. Luego dos de las compañías arremetieron contra los que estaban en los campos y los derrotaron.

Jue 9:45 Abimélec combatió contra la ciudad durante todo aquel día, hasta que la conquistó matando a sus habitantes; arrasó la ciudad y esparció sal sobre ella.

Jue 9:46 Al saber esto, los señores que ocupaban la torre de Siquén entraron en la fortaleza del templo de El Berit.

Jue 9:47 Cuando Abimélec se enteró de que ellos se habían reunido allí,

Jue 9:48 él y todos sus hombres subieron al monte Zalmón. Tomó un hacha, cortó algunas ramas, y se las puso sobre los hombros. A los hombres que estaban con él les ordenó: «¡Rápido! ¡Hagan lo mismo que me han visto hacer!»

Jue 9:49 Todos los hombres cortaron ramas y siguieron a Abimélec hasta la fortaleza, donde amontonaron las ramas y les prendieron fuego. Así murió toda la gente que estaba dentro de la torre de Siquén, que eran como mil hombres y mujeres.

Jue 9:50 Después Abimélec fue a Tebes, la sitió y la capturó.

Jue 9:51 Dentro de la ciudad había una torre fortificada, a la cual huyeron todos sus habitantes, hombres y mujeres. Se encerraron en la torre y subieron al techo.

Jue 9:52 Abimélec se dirigió a la torre y la atacó. Pero cuando se acercaba a la entrada para prenderle fuego,

Jue 9:53 una mujer le arrojó sobre la cabeza una piedra de moler y le partió el cráneo.

Jue 9:54 De inmediato llamó Abimélec a su escudero y le ordenó: «Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: “¡Lo mató una mujer!” » Entonces su escudero le clavó la espada, y así murió.

Jue 9:55 Cuando los israelitas vieron que Abimélec estaba muerto, regresaron a sus casas.

Jue 9:56 Fue así como Dios le pagó a Abimélec con la misma moneda, por el crimen que había cometido contra su padre al matar a sus setenta hermanos.

Jue 9:57 Además, Dios hizo que los hombres de Siquén pagaran por toda su maldad. Así cayó sobre ellos la maldición de Jotán hijo de Yerubaal.

Jueces 10

Tola y Jair

Jue 10:1

Tola

Después de Abimélec surgió un hombre de Isacar para salvar a Israel. Se llamaba Tola, y era hijo de Fuvá y nieto de Dodó. Vivía en Samir, en la región montañosa de Efraín,

Jue 10:2 y gobernó a Israel durante veintitrés años; entonces murió, y fue sepultado en Samir.

Jue 10:3

Yaír

A Tola lo sucedió Yaír de Galaad, que gobernó a Israel durante veintidós años.

Jue 10:4 Tuvo treinta hijos, cada uno de los cuales montaba su propio asno y gobernaba su propia ciudad en Galaad. Hasta el día de hoy estas ciudades se conocen como «los poblados de Yaír».[a]

Jue 10:5 Cuando murió Yaír, fue sepultado en Camón.

Más desobediencia y opresión

Jue 10:6

Jefté

Una vez más los israelitas hicieron lo que ofende al SEÑOR. Adoraron a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté; a los dioses de Aram, Sidón y Moab, y a los de los amonitas y los filisteos. Y como los israelitas abandonaron al SEÑOR y no le sirvieron más,

Jue 10:7 él se enfureció contra ellos. Los vendió a los filisteos y a los amonitas,

Jue 10:8 los cuales desde entonces y durante dieciocho años destrozaron y agobiaron a todos los israelitas que vivían en Galaad, un territorio amorreo, al otro lado del Jordán.

Jue 10:9 También los amonitas cruzaron el Jordán para luchar contra las tribus de Judá, Benjamín y Efraín, por lo que Israel se encontró en una situación de extrema angustia.

Jue 10:10 Entonces los israelitas clamaron al SEÑOR: —¡Hemos pecado contra ti, al abandonar a nuestro Dios y adorar a los ídolos de Baal!

Jue 10:11 El SEÑOR respondió: —Cuando los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos,

Jue 10:12 los sidonios, los amalecitas y los madianitas[b] los oprimían y ustedes clamaron a mí para que los ayudara, ¿acaso no los libré de su dominio?

Jue 10:13 Pero ustedes me han abandonado y han servido a otros dioses; por lo tanto, no los volveré a salvar.

Jue 10:14 Vayan y clamen a los dioses que han escogido. ¡Que ellos los libren en tiempo de angustia!

Jue 10:15 Pero los israelitas le contestaron al SEÑOR: —Hemos pecado. Haz con nosotros lo que mejor te parezca, pero te rogamos que nos salves en este día.

Jue 10:16 Entonces se deshicieron de los dioses extranjeros que había entre ellos y sirvieron al SEÑOR. Y el SEÑOR no pudo soportar más el sufrimiento de Israel.

Jue 10:17 Cuando los amonitas fueron convocados y acamparon en Galaad, los israelitas se reunieron y acamparon en Mizpa.

Jue 10:18 Los jefes y el pueblo de Galaad se dijeron el uno al otro: «El que inicie el ataque contra los amonitas será el caudillo de todos los que viven en Galaad.»

Jueces 11

Jefté libera a Israel

Jue 11:1 Jefté el galaadita era un guerrero valiente, hijo de Galaad y de una prostituta.

Jue 11:2 Galaad también tuvo hijos con su esposa, quienes cuando crecieron echaron a Jefté. «No tendrás parte en la herencia de nuestra familia —le dijeron—, porque eres hijo de otra mujer.»

Jue 11:3 Entonces Jefté huyó de sus hermanos y se fue a vivir en la región de Tob, donde se le juntaron unos hombres sin escrúpulos, que salían con él a cometer fechorías.

Jue 11:4 Después de algún tiempo, cuando los amonitas hicieron la guerra contra Israel,

Jue 11:5 los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob.

Jue 11:6 —Ven —le dijeron—, sé nuestro jefe, para que podamos luchar contra los amonitas.

Jue 11:7 Jefté les contestó: —¿No eran ustedes los que me odiaban y me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué vienen a verme ahora, cuando están en apuros?

Jue 11:8 Los ancianos de Galaad le dijeron: —Por eso ahora venimos a verte. Ven con nosotros a luchar contra los amonitas, y serás el caudillo de todos los que vivimos en Galaad.

Jue 11:9 Jefté respondió: —Si me llevan con ustedes para luchar contra los amonitas y el SEÑOR me los entrega, entonces de veras seré el caudillo de ustedes.

Jue 11:10 Los ancianos de Galaad le aseguraron: —El SEÑOR es nuestro testigo: haremos lo que tú digas.

Jue 11:11 Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso como su caudillo y jefe. Y reiteró en Mizpa todas sus palabras en presencia del SEÑOR.

Jue 11:12 Entonces Jefté envió unos mensajeros al rey de los amonitas, para que le preguntaran: —¿Qué tienes contra mí, que has venido a hacerle la guerra a mi país?

Jue 11:13 El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté: —Cuando Israel salió de Egipto, se apoderó de mi tierra desde el Arnón hasta el Jaboc, e incluso hasta el Jordán. Ahora devuélvemela por las buenas.

Jue 11:14 Jefté volvió a enviar mensajeros al rey amonita,

Jue 11:15 diciéndole: «Así dice Jefté: “Israel no se apoderó de la tierra de los moabitas ni de los amonitas.

Jue 11:16 Cuando los israelitas salieron de Egipto, caminaron por el desierto hasta el Mar Rojo y siguieron hasta Cades.

Jue 11:17 Entonces enviaron mensajeros al rey de Edom, diciéndole: ‘Danos permiso para pasar por tu país.’ Pero el rey de Edom no les hizo caso. Le enviaron el mismo mensaje al rey de Moab, pero él tampoco aceptó. Así que Israel se quedó a vivir en Cades.

Jue 11:18 » ” Después anduvieron por el desierto, y bordeando los territorios de Edom y Moab, entraron en territorio moabita por la parte oriental, y acamparon al otro lado del río Arnón. No entraron en el territorio moabita, pues el Arnón era la frontera.

Jue 11:19 » ” Entonces Israel mandó mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que gobernaba en Hesbón, y le dijo: ‘Permítenos pasar por tu país hasta nuestro territorio.’

Jue 11:20 Pero Sijón desconfió de Israel[a] en cuanto a dejarlo pasar por su territorio, por lo que reunió a todo su ejército y acampó en Yahaza y luchó contra Israel.

Jue 11:21 » ” El SEÑOR, Dios de Israel, entregó a Sijón y a todo su ejército en manos de Israel, y los derrotó. Así tomó Israel posesión de toda la tierra de los amorreos que vivían en aquel país,

Jue 11:22 ocupándolo todo, desde el Arnón hasta el Jaboc y desde el desierto hasta el Jordán.

Jue 11:23 » ” El SEÑOR, Dios de Israel, les quitó esta tierra a los amorreos para dársela a su pueblo Israel, ¿y tú nos la vas a quitar?

Jue 11:24 ¿Acaso no consideras tuyo lo que tu dios Quemós te da? Pues también nosotros consideramos nuestro lo que el SEÑOR nuestro Dios nos ha dado.

Jue 11:25 ¿Acaso te crees mejor que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Acaso alguna vez entró él en litigio con Israel, o luchó contra ellos?

Jue 11:26 Hace ya trescientos años que Israel ocupó a Hesbón y Aroer, con sus poblados y todas las ciudades en la ribera del Arnón. ¿Por qué no las recuperaron durante ese tiempo?

Jue 11:27 Yo no te he hecho ningún mal. Tú, en cambio, obras mal conmigo al librar una guerra contra mí. Que el SEÑOR, el gran Juez, dicte hoy su sentencia en esta contienda entre israelitas y amonitas.” »

Jue 11:28 Sin embargo, el rey de los amonitas no prestó atención al mensaje que le envió Jefté.

El trágico voto de Jefté

Jue 11:29 Entonces Jefté, poseído por el Espíritu del SEÑOR, recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mizpa de Galaad, y desde allí avanzó contra los amonitas.

Jue 11:30 Y Jefté le hizo un juramento solemne al SEÑOR: «Si verdaderamente entregas a los amonitas en mis manos,

Jue 11:31 quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del SEÑOR y lo ofreceré en holocausto.»

Jue 11:32 Jefté cruzó el río para luchar contra los amonitas, y el SEÑOR los entregó en sus manos.

Jue 11:33 Derrotó veinte ciudades, desde Aroer hasta las inmediaciones de Minit, y hasta Abel Queramín. La derrota fue muy grande; así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.

Jue 11:34 Cuando Jefté volvió a su hogar en Mizpa, salió a recibirlo su hija, bailando al son de las panderetas. Ella era hija única, pues Jefté no tenía otros hijos.

Jue 11:35 Cuando Jefté la vio, se rasgó las vestiduras y exclamó: —¡Ay, hija mía, me has destrozado por completo! ¡Eres la causa de mi desgracia! Le juré algo al SEÑOR, y no puedo retractarme.

Jue 11:36 —Padre mío —replicó ella—, le has dado tu palabra al SEÑOR. Haz conmigo conforme a tu juramento, ya que el SEÑOR te ha vengado de tus enemigos, los amonitas.

Jue 11:37 Pero concédeme esta sola petición —añadió—. Ya que nunca me casaré, dame un plazo de dos meses para retirarme a las montañas y llorar allí con mis amigas.

Jue 11:38 —Está bien, puedes ir —le respondió él. Y le permitió irse por dos meses. Ella y sus amigas se fueron a las montañas, y lloró porque nunca se casaría.

Jue 11:39 Cumplidos los dos meses volvió a su padre, y él hizo con ella conforme a su juramento. Ella era virgen. De allí se originó la costumbre israelita

Jue 11:40 de que todos los años, durante cuatro días, las muchachas de Israel fueran a conmemorar la muerte de la hija de Jefté de Galaad.

Jueces 12

Conflicto de Jefté con Efraín

Jue 12:1

Jefté y Efraín

Los hombres de Efraín se alistaron, y cruzaron el río hacia Zafón y le dijeron a Jefté: —¿Por qué fuiste a luchar contra los amonitas sin llamarnos para ir contigo? ¡Ahora prenderemos fuego a tu casa, contigo adentro!

Jue 12:2 Jefté respondió: —Mi pueblo y yo estábamos librando una gran contienda con los amonitas y, aunque yo los llamé, ustedes no me libraron de su poder.

Jue 12:3 Cuando vi que ustedes no me ayudarían, arriesgué mi vida, marché contra los amonitas, y el SEÑOR los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, han subido hoy a luchar contra mí?

Jue 12:4 Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y lucharon contra los de la tribu de Efraín. Los de Galaad derrotaron a los de Efraín porque éstos les habían dicho: «Ustedes los galaaditas son renegados de Efraín y Manasés.»

Jue 12:5 Los galaaditas ocuparon los vados del Jordán que conducen a Efraín, y cada vez que algún sobreviviente de Efraín decía: «Déjenme cruzar», los hombres de Galaad le preguntaban: «¿Eres de la tribu de Efraín?» Si él contestaba: «No»,

Jue 12:6 ellos decían: «Muy bien, di “Shibolet” .» Si decía: «Sibolet», porque no podía pronunciar la palabra correctamente, lo agarraban y allí mismo, en los vados del Jordán, lo degollaban. En aquella ocasión murieron cuarenta y dos mil hombres de la tribu de Efraín.

Jue 12:7 Jefté gobernó a Israel durante seis años. Cuando murió Jefté el galaadita, fue sepultado en su pueblo[a] de Galaad.

"Ibzán, Elón y Abdón"

Jue 12:8

Ibsán, Elón y Abdón

Después de Jefté, gobernó a Israel Ibsán de Belén.

Jue 12:9 Tuvo treinta hijos y treinta hijas. A sus hijas las dio en matrimonio a gente que no pertenecía a su clan, y para sus hijos trajo como esposas a treinta muchachas que no eran de su tribu. Ibsán gobernó a Israel por siete años.

Jue 12:10 Cuando murió, fue sepultado en Belén.

Jue 12:11 Después de Ibsán gobernó a Israel Elón, de la tribu de Zabulón, durante diez años.

Jue 12:12 Cuando murió Elón el zabulonita, fue sepultado en Ayalón, en el territorio de Zabulón.

Jue 12:13 Después de Elón gobernó a Israel Abdón hijo de Hilel, de Piratón.

Jue 12:14 Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, cada uno de los cuales montaba su propio asno. Gobernó a Israel durante ocho años.

Jue 12:15 Cuando murió Abdón hijo de Hilel, fue sepultado en Piratón, que está en el territorio de Efraín, en la región montañosa de los amalecitas.

Salmo 73

Mi porción es Dios para siempre

Sal 73:1

Salmo de Asaf.

En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel, con los puros de corazón!

Sal 73:2 Yo estuve a punto de caer, y poco me faltó para que resbalara.

Sal 73:3 Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados.

Sal 73:4 Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable.[a]

Sal 73:5 Libres están de los afanes de todos; no les afectan los infortunios humanos.

Sal 73:6 Por eso lucen su orgullo como un collar, y hacen gala de su violencia.

Sal 73:7 ¡Están que revientan de malicia, y hasta se les ven sus malas intenciones!

Sal 73:8 Son burlones, hablan con doblez, y arrogantes oprimen y amenazan.

Sal 73:9 Con la boca increpan al cielo, con la lengua dominan la tierra.

Sal 73:10 Por eso la gente acude a ellos y cree todo lo que afirman.

Sal 73:11 Hasta dicen: «¿Cómo puede Dios saberlo? ¿Acaso el Altísimo tiene entendimiento?»

Sal 73:12 Así son los impíos; sin afanarse, aumentan sus riquezas.

Sal 73:13 En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis manos lavadas en la inocencia,

Sal 73:14 si todo el día me golpean y de mañana me castigan?

Sal 73:15 Si hubiera dicho: «Voy a hablar como ellos», habría traicionado a tu linaje.

Sal 73:16 Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable,

Sal 73:17 hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados:

Sal 73:18 En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo, y los empujas a su propia destrucción.

Sal 73:19 ¡En un instante serán destruidos, totalmente consumidos por el terror!

Sal 73:20 Como quien despierta de un sueño, así, Señor, cuando tú te levantes, desecharás su falsa apariencia.

Sal 73:21 Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo

Sal 73:22 por mi necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia!

Sal 73:23 Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha.

Sal 73:24 Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria.

Sal 73:25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.

Sal 73:26 Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu,[b] pero Dios fortalece[c] mi corazón; él es mi herencia eterna.

Sal 73:27 Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles.

Sal 73:28 Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del SEÑOR Soberano mi refugio para contar todas sus obras.