Día 186
Lee la Biblia: Ezequiel 1-33
Mire nuestro video de Lee la Biblia sobre la primera parte del libro de Ezequiel, que analiza el diseño literario del libro y su flujo de pensamiento. Dentro de los exiliados en Babilonia, Ezequiel demuestra que Israel mereció este juicio, y también que la justicia de Dios produce esperanza para el futuro.
Ezequiel 1
Ezequiel en Babilonia
Eze 1:1 En el día quinto del mes cuarto del año treinta, mientras me encontraba entre los deportados a orillas del río Quebar, los cielos se abrieron y recibí visiones de Dios.
Eze 1:2 Habían pasado cinco años y cinco meses desde que el rey Joaquín fue deportado.
Eze 1:3 (En este tiempo, mientras Ezequiel hijo de Buzí estaba a orillas del río Quebar, en la tierra de los caldeos, el SEÑOR le dirigió la palabra, y su mano se posó sobre él.)
La gloria del Señor
Eze 1:4 De pronto me fijé y vi que del norte venían un viento huracanado y una nube inmensa rodeada de un fuego fulgurante y de un gran resplandor. En medio del fuego se veía algo semejante a un metal refulgente.
Eze 1:5 También en medio del fuego vi algo parecido a cuatro seres vivientes,
Eze 1:6 cada uno de los cuales tenía cuatro caras y cuatro alas.
Eze 1:7 Sus piernas eran rectas, y sus pies parecían pezuñas de ternero y brillaban como el bronce bruñido.
Eze 1:8 En sus cuatro costados, debajo de las alas, tenían manos humanas. Estos cuatro seres tenían caras y alas,
Eze 1:9 y las alas se tocaban entre sí. Cuando avanzaban no se volvían, sino que cada uno caminaba de frente.
Eze 1:10 Sus rostros tenían el siguiente aspecto: de frente, los cuatro tenían rostro humano; a la derecha tenían cara de león; a la izquierda, de toro; y por detrás, de águila.
Eze 1:11 Tales eran sus caras. Sus alas se desplegaban hacia arriba. Con dos alas se tocaban entre sí, mientras que con las otras dos se cubrían el cuerpo.
Eze 1:12 Los cuatro seres avanzaban de frente. Iban adonde el espíritu los impulsaba, y no se volvían al andar.
Eze 1:13 Estos seres vivientes parecían carbones encendidos, o antorchas, que se movían de un lado a otro. El fuego resplandecía, y de él se desprendían relámpagos.
Eze 1:14 Los seres vivientes se desplazaban de un lado a otro con la rapidez de un rayo.
Eze 1:15 Miré a los seres vivientes de cuatro caras, y vi que en el suelo, junto a cada uno de ellos, había una rueda.
Eze 1:16 Las cuatro ruedas tenían el mismo aspecto, es decir, brillaban como el topacio y tenían la misma forma. Su estructura era tal que cada rueda parecía estar encajada dentro de la otra.
Eze 1:17 Las ruedas podían avanzar en las cuatro direcciones sin tener que volverse.
Eze 1:18 Las cuatro ruedas tenían grandes aros y estaban llenas de ojos por todas partes.
Eze 1:19 Cuando los seres vivientes avanzaban, las ruedas a su lado hacían lo mismo, y cuando se levantaban del suelo, también se levantaban las ruedas.
Eze 1:20 Los seres iban adonde el espíritu los impulsaba, y las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Eze 1:21 Cuando los seres se movían, las ruedas también se movían; cuando se detenían, las ruedas también se detenían; cuando se elevaban del suelo, las ruedas también se elevaban. Las ruedas hacían lo mismo que ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Eze 1:22 Sobre las cabezas de los seres vivientes había una especie de bóveda, muy hermosa y reluciente como el cristal.
Eze 1:23 Debajo de la bóveda las alas de estos seres se extendían y se tocaban entre sí, y cada uno de ellos tenía otras dos alas con las que se cubría el cuerpo.
Eze 1:24 Cuando los seres avanzaban, yo podía oír el ruido de sus alas: era como el estruendo de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, como el tumultuoso ruido de un campamento militar. Cuando se detenían, replegaban sus alas.
Eze 1:25 Luego, mientras estaban parados con sus alas replegadas, se produjo un estruendo por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas.
Eze 1:26 Por encima de esa bóveda había algo semejante a un trono de zafiro, y sobre lo que parecía un trono había una figura de aspecto humano.
Eze 1:27 De lo que parecía ser su cintura para arriba, vi algo que brillaba como el metal bruñido, rodeado de fuego. De su cintura para abajo, vi algo semejante al fuego, y un resplandor a su alrededor.
Eze 1:28 El resplandor era semejante al del arco iris cuando aparece en las nubes en un día de lluvia. Tal era el aspecto de la gloria del SEÑOR. Ante esa visión, caí rostro en tierra y oí que una voz me hablaba.
Ezequiel 2
Llamada de Ezequiel
Eze 2:1
Llamamiento de Ezequiel
Esa voz me dijo: «Hijo de hombre, ponte en pie, que voy a hablarte.»
Eze 2:2 Mientras me hablaba, el Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera de pie, y pude oír al que me hablaba.
Eze 2:3 Me dijo: «Hijo de hombre, te voy a enviar a los israelitas. Es una nación rebelde que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus antepasados se han rebelado contra mí hasta el día de hoy.
Eze 2:4 Te estoy enviando a un pueblo obstinado y terco, al que deberás advertirle: “Así dice el SEÑOR omnipotente.”
Eze 2:5 Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que entre ellos hay un profeta.
Eze 2:6 Tú, hijo de hombre, no tengas miedo de ellos ni de sus palabras, por más que estés en medio de cardos y espinas, y vivas rodeado de escorpiones. No temas por lo que digan, ni te sientas atemorizado, porque son un pueblo obstinado.
Eze 2:7 Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero tú les proclamarás mis palabras.
Eze 2:8 Tú, hijo de hombre, atiende bien a lo que te voy a decir, y no seas rebelde como ellos. Abre tu boca y come lo que te voy a dar.»
Eze 2:9 Entonces miré, y vi que una mano con un rollo escrito se extendía hacia mí.
Eze 2:10 La mano abrió ante mis ojos el rollo, el cual estaba escrito por ambos lados, y contenía lamentos, gemidos y amenazas.
Ezequiel 3
Eze 3:1 Y me dijo: «Hijo de hombre, cómete este rollo escrito, y luego ve a hablarles a los israelitas.»
Eze 3:2 Yo abrí la boca y él hizo que me comiera el rollo.
Eze 3:3 Luego me dijo: «Hijo de hombre, cómete el rollo que te estoy dando hasta que te sacies.» Y yo me lo comí, y era tan dulce como la miel.
Eze 3:4 Otra vez me dijo: «Hijo de hombre, ve a la nación de Israel y proclámale mis palabras.
Eze 3:5 No te envío a un pueblo de lenguaje complicado y difícil de entender, sino a la nación de Israel.
Eze 3:6 No te mando a naciones numerosas de lenguaje complicado y difícil de entender, aunque si te hubiera mandado a ellas seguramente te escucharían.
Eze 3:7 Pero el pueblo de Israel no va a escucharte porque no quiere obedecerme. Todo el pueblo de Israel es terco y obstinado.
Eze 3:8 No obstante, yo te haré tan terco y obstinado como ellos.
Eze 3:9 ¡Te haré inquebrantable como el diamante, inconmovible como la roca! No les tengas miedo ni te asustes, por más que sean un pueblo rebelde.»
Eze 3:10 Luego me dijo: «Hijo de hombre, escucha bien todo lo que voy a decirte, y atesóralo en tu corazón.
Eze 3:11 Ahora ve adonde están exiliados tus compatriotas. Tal vez te escuchen, tal vez no; pero tú adviérteles: “Así dice el SEÑOR omnipotente.” »
Eze 3:12 Entonces el Espíritu de Dios[a] me levantó, y detrás de mí oí decir con el estruendo de un terremoto: «¡Bendita sea la gloria del SEÑOR, donde él habita!»
Eze 3:13 Oí el ruido de las alas de los seres vivientes al rozarse unas con otras, y el de las ruedas que estaban junto a ellas, y el ruido era estruendoso.
Eze 3:14 El Espíritu me levantó y se apoderó de mí, y me fui amargado y enardecido, mientras la mano del SEÑOR me sujetaba con fuerza.
Eze 3:15 Así llegué a Tel Aviv, a orillas del río Quebar, adonde estaban los israelitas exiliados, y totalmente abatido me quedé con ellos durante siete días.
Un atalaya para Israel
Eze 3:16
Advertencia a Israel
Al cabo de los siete días, el SEÑOR me dijo lo siguiente:
Eze 3:17 «Hijo de hombre, a ti te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Por tanto, cuando oigas mi palabra, adviértele de mi parte
Eze 3:18 al malvado: “Estás condenado a muerte.” Si tú no le hablas al malvado ni le haces ver su mala conducta, para que siga viviendo, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte.
Eze 3:19 En cambio, si tú se lo adviertes, y él no se arrepiente de su maldad ni de su mala conducta, morirá por causa de su pecado, pero tú habrás salvado tu vida.
Eze 3:20 Por otra parte, si un justo se desvía de su buena conducta y hace lo malo, y yo lo hago caer y tú no se lo adviertes, él morirá sin que se le tome en cuenta todo el bien que haya hecho. Por no haberle hecho ver su maldad, él morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte.
Eze 3:21 Pero si tú le adviertes al justo que no peque, y en efecto él no peca, él seguirá viviendo porque hizo caso de tu advertencia, y tú habrás salvado tu vida.»
Eze 3:22 Luego el SEÑOR puso su mano sobre mí, y me dijo: «Levántate y dirígete al campo, que allí voy a hablarte.»
Eze 3:23 Yo me levanté y salí al campo. Allí vi la gloria del SEÑOR, tal como la había visto a orillas del río Quebar, y caí rostro en tierra.
Eze 3:24 Entonces el Espíritu de Dios entró en mí, hizo que me pusiera de pie, y me dijo: «Ve y enciérrate en tu casa.
Eze 3:25 A ti, hijo de hombre, te atarán con sogas para que no puedas salir ni andar entre el pueblo.
Eze 3:26 Yo haré que se te pegue la lengua al paladar, y así te quedarás mudo y no podrás reprenderlos, por más que sean un pueblo rebelde.
Eze 3:27 Pero cuando yo te hable, te soltaré la lengua y les advertirás: “Así dice el SEÑOR omnipotente.” El que quiera oír, que oiga; y el que no quiera, que no oiga, porque son un pueblo rebelde.
Ezequiel 4
Representación del asedio de Jerusalén
Eze 4:1
Anuncio del sitio a Jerusalén
»Hijo de hombre, toma ahora un ladrillo, ponlo delante de ti y dibuja en él la ciudad de Jerusalén.
Eze 4:2 Acampa a su alrededor y ponle sitio; levanta torres de asalto contra ella y construye una rampa que llegue hasta la ciudad; instala máquinas para derribar sus murallas.
Eze 4:3 Toma una plancha de hierro y colócala como un muro entre ti y la ciudad, y fija tu mirada contra ella. De esa manera quedará sitiada: tú mismo la sitiarás. Eso les servirá de señal a los israelitas.
Eze 4:4 »Acuéstate sobre tu lado izquierdo, y echa sobre ti la culpa de los israelitas. Todo el tiempo que estés acostado sobre ese lado, cargarás con sus culpas.
Eze 4:5 Yo te he puesto un plazo de trescientos noventa días, es decir, un lapso de tiempo equivalente a los años de la culpa de Israel.
Eze 4:6 Cuando cumplas ese plazo, volverás a acostarte, pero esta vez sobre tu lado derecho, y cuarenta días cargarás con la culpa del pueblo de Judá, o sea, un día por cada año.
Eze 4:7 Luego mirarás el asedio de Jerusalén, y con brazo amenazante profetizarás contra ella.
Eze 4:8 Yo te ataré con sogas para que no puedas darte vuelta de un lado a otro mientras no se cumplan los días del asedio.
Eze 4:9 »Toma trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena; viértelos en un recipiente y amásalos para hacer pan, pues ése será tu alimento durante los trescientos noventa días que estarás acostado sobre tu lado izquierdo.
Eze 4:10 Cada día comerás, a una hora fija, una ración de un cuarto de kilo.[a]
Eze 4:11 También a una hora fija beberás medio litro[b] de agua.
Eze 4:12 Cocerás ese pan con excremento humano, y a la vista de todos lo comerás, como si fuera una torta de cebada.»
Eze 4:13 Luego el SEÑOR añadió: «De igual manera, los israelitas comerán alimentos impuros en medio de las naciones por donde los voy a dispersar.»
Eze 4:14 Entonces exclamé: «¡No, SEÑOR mi Dios! ¡Yo jamás me he contaminado con nada! Desde mi niñez y hasta el día de hoy, jamás he comido carne de ningún animal que se haya encontrado muerto, o que haya sido despedazado por las fieras. ¡Por mi boca no ha entrado ningún tipo de carne impura!»
Eze 4:15 «Está bien —me respondió—, te doy permiso para que hornees tu pan con excremento de vaca en vez de excremento humano.»
Eze 4:16 Luego me dijo: «Hijo de hombre, voy a hacer que escasee el trigo en Jerusalén. La gente comerá el pan racionado y con mucha angustia; también el agua será racionada, la beberán con mucha ansiedad.
Eze 4:17 Escasearán el pan y el agua, y cuando cada uno vea la condición del otro, todos irán perdiendo las fuerzas y acabarán muriéndose a causa de sus pecados.
Salmo 31
En tu mano encomiendo mi espíritu
Sal 31:1
Al director musical. Salmo de David.
En ti, SEÑOR, busco refugio; jamás permitas que me avergüencen; en tu justicia, líbrame
Sal 31:2 Inclina a mí tu oído, y acude pronto a socorrerme. Sé tú mi roca protectora, la fortaleza de mi salvación
Sal 31:3 Guíame, pues eres mi roca y mi fortaleza, dirígeme por amor a tu nombre
Sal 31:4 Líbrame de la trampa que me han tendido, porque tú eres mi refugio
Sal 31:5 En tus manos encomiendo mi espíritu; líbrame, SEÑOR, Dios de la verdad.
Sal 31:6 Odio a los que veneran ídolos vanos; yo, por mi parte, confío en ti, SEÑOR
Sal 31:7 Me alegro y me regocijo en tu amor, porque tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma
Sal 31:8 No me entregaste al enemigo, sino que me pusiste en lugar espacioso.
Sal 31:9 Tenme compasión, SEÑOR, que estoy angustiado; el dolor está acabando con mis ojos, con mi alma, ¡con mi cuerpo!
Sal 31:10 La vida se me va en angustias, y los años en lamentos; la tristeza está acabando con mis fuerzas, y mis huesos se van debilitando
Sal 31:11 Por causa de todos mis enemigos, soy el hazmerreír de mis vecinos; soy un espanto para mis amigos; de mí huyen los que me encuentran en la calle
Sal 31:12 Me han olvidado, como si hubiera muerto; soy como una vasija hecha pedazos
Sal 31:13 Son muchos a los que oigo cuchichear: «Hay terror por todas partes.» Se han confabulado contra mí, y traman quitarme la vida.
Sal 31:14 Pero yo, SEÑOR, en ti confío, y digo: «Tú eres mi Dios.»
Sal 31:15 Mi vida entera está en tus manos; líbrame de mis enemigos y perseguidores
Sal 31:16 Que irradie tu faz sobre tu siervo; por tu gran amor, sálvame.
Sal 31:17 SEÑOR, no permitas que me avergüencen, porque a ti he clamado. Que sean avergonzados los malvados, y acallados en el sepulcro
Sal 31:18 Que sean silenciados sus labios mentirosos, porque hablan contra los justos con orgullo, desdén e insolencia.
Sal 31:19 Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian
Sal 31:20 Al amparo de tu presencia los proteges de las intrigas humanas; en tu morada los resguardas de las lenguas contenciosas.
Sal 31:21 Bendito sea el SEÑOR, pues mostró su gran amor por mí cuando me hallaba en una ciudad sitiada
Sal 31:22 En mi confusión llegué a decir: «¡He sido arrojado de tu presencia!» Pero tú oíste mi voz suplicante cuando te pedí que me ayudaras.
Sal 31:23 Amen al SEÑOR, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido
Sal 31:24 Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el SEÑOR esperan.