Día 185

10 Los Profetas del Exilio

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Lamentaciones 4

Las piedras del santuario yacen esparcidas

Lam 4:1

Álef [a]

¡El oro ha perdido su lustre! ¡Se ha empañado el oro fino! ¡Regadas por las esquinas de las calles se han quedado las joyas sagradas!

Lam 4:2

Bet

A los apuestos habitantes de Sión, que antaño valían su peso en oro, hoy se les ve como vasijas de barro, ¡como la obra de un alfarero!

Lam 4:3

Guímel

Hasta los chacales ofrecen el pecho y dan leche a sus cachorros, pero Jerusalén[b] ya no tiene sentimientos; ¡es como los avestruces del desierto!

Lam 4:4

Dálet

Tanta es la sed que tienen los niños, que la lengua se les pega al paladar. Piden pan los pequeñuelos, pero nadie se lo da.

Lam 4:5

He

Quienes antes comían los más ricos manjares hoy desfallecen de hambre por las calles. Quienes antes se vestían de fina púrpura hoy se revuelcan en la inmundicia.

Lam 4:6

Vav

Más grande que los pecados de Sodoma es la iniquidad de Jerusalén; ¡fue derribada en un instante, y nadie le tendió la mano!

Lam 4:7

Zayin

Más radiantes que la nieve eran sus príncipes, y más blancos que la leche; más rosado que el coral era su cuerpo; su apariencia era la del zafiro.

Lam 4:8

Jet

Pero ahora se ven más sucios que el hollín; en la calle nadie los reconoce. Su piel, reseca como la leña, se les pega a los huesos.

Lam 4:9

Tet

¡Dichosos los que mueren por la espada, más que los que mueren de hambre! Torturados por el hambre desfallecen, pues no cuentan con los frutos del campo.

Lam 4:10

Yod

Con sus manos, mujeres compasivas cocinaron a sus propios hijos, y esos niños fueron su alimento cuando Jerusalén fue destruida.

Lam 4:11

Caf

El SEÑOR dio rienda suelta a su enojo; dejó correr el ardor de su ira. Le prendió fuego a Sión y la consumió hasta sus cimientos.

Lam 4:12

Lámed

No creían los reyes de la tierra, ni tampoco los habitantes del mundo, que los enemigos y adversarios de Jerusalén cruzarían alguna vez sus puertas.

Lam 4:13

Mem

Pero sucedió. Por los pecados de sus profetas. Por las iniquidades de sus sacerdotes. ¡Por derramar sangre inocente en las calles de la ciudad!

Lam 4:14

Nun

Con las manos manchadas de sangre, andan por las calles como ciegos. No hay nadie que se atreva a tocar siquiera sus vestidos.

Lam 4:15

Sámej

«¡Largo de aquí, impuros!», les grita la gente. «¡Fuera! ¡Fuera! ¡No nos toquen!» Entre las naciones paganas les dicen: «Son unos vagabundos, que andan huyendo. No pueden quedarse aquí más tiempo.»

Lam 4:16

Pe

El SEÑOR mismo los ha dispersado; ya no se preocupa por ellos. Ya no hay respeto para los sacerdotes ni compasión para los ancianos.

Lam 4:17

Ayin

Para colmo, desfallecen nuestros ojos esperando en vano que alguien nos ayude. Desde nuestras torres estamos en espera de una nación que no puede salvarnos.

Lam 4:18

Tsade

A cada paso nos acechan; no podemos ya andar por las calles. Nuestro fin se acerca, nos ha llegado la hora; ¡nuestros días están contados!

Lam 4:19

Qof

Nuestros perseguidores resultaron más veloces que las águilas del cielo; nos persiguieron por las montañas, nos acecharon en el desierto.

Lam 4:20

Resh

También cayó en sus redes el ungido del SEÑOR, que era nuestra razón de vivir. Era él de quien decíamos: ¡Viviremos bajo su sombra entre las naciones!

Lam 4:21

Shin

¡Regocíjate y alégrate, capital de Edom, que vives como reina en la tierra de Uz! ¡Pero ya tendrás que beber de esta copa, y quedarás embriagada y desnuda!

Lam 4:22

Tav

Tu castigo se ha cumplido, bella Sión; Dios no volverá a desterrarte. Pero a ti, capital de Edom, te castigará por tu maldad y pondrá al descubierto tus pecados.

Lamentaciones 5

"Vuélvenos, oh Jehová, a ti"

Lam 5:1 Recuerda, SEÑOR, lo que nos ha sucedido; toma en cuenta nuestro oprobio.

Lam 5:2 Nuestra heredad ha caído en manos extrañas; nuestro hogar, en manos de extranjeros.

Lam 5:3 No tenemos padre, hemos quedado huérfanos; viudas han quedado nuestras madres.

Lam 5:4 El agua que bebemos, tenemos que pagarla; la leña, tenemos que comprarla.

Lam 5:5 Los que nos persiguen nos pisan los talones;[a] estamos fatigados y no hallamos descanso.

Lam 5:6 Entramos en tratos[b] con Egipto y con Asiria para conseguir alimentos.

Lam 5:7 Nuestros padres pecaron y murieron, pero a nosotros nos tocó el castigo.

Lam 5:8 Ahora nos gobiernan los esclavos, y no hay quien nos libre de sus manos.

Lam 5:9 Exponiéndonos a los peligros[c] del desierto, nos jugamos la vida para obtener alimentos.

Lam 5:10 La piel nos arde como un horno; ¡de hambre nos da fiebre!

Lam 5:11 En Sión y en los pueblos de Judá fueron violadas casadas y solteras.

Lam 5:12 A nuestros jefes los colgaron de las manos, y ni siquiera respetaron a nuestros ancianos.

Lam 5:13 A nuestros mejores jóvenes los pusieron a moler; los niños tropezaban bajo el peso de la leña.

Lam 5:14 Ya no se sientan los ancianos a las puertas de la ciudad; no se escucha ya la música de los jóvenes.

Lam 5:15 En nuestro corazón ya no hay gozo; la alegría de nuestras danzas se convirtió en tristeza.

Lam 5:16 Nuestra cabeza se ha quedado sin corona. ¡Ay de nosotros; hemos pecado!

Lam 5:17 Desfallece nuestro corazón; se apagan nuestros ojos,

Lam 5:18 porque el monte Sión se halla desolado, y sobre él rondan los chacales.

Lam 5:19 Pero tú, SEÑOR, reinas por siempre; tu trono permanece eternamente.

Lam 5:20 ¿Por qué siempre nos olvidas? ¿Por qué nos abandonas tanto tiempo?

Lam 5:21 Permítenos volver a ti, SEÑOR, y volveremos; devuélvenos la gloria de antaño.[d]

Lam 5:22 La verdad es que nos has rechazado y te has excedido en tu enojo contra nosotros.

Salmo 30

A la mañana vendrá la alegría

Sal 30:1

Cántico para la dedicación de la -casa.[a] Salmo de David.

Te exaltaré, SEÑOR, porque me levantaste, porque no dejaste que mis enemigos se burlaran de mí

Sal 30:2 SEÑOR mi Dios, te pedí ayuda y me sanaste

Sal 30:3 Tú, SEÑOR, me sacaste del sepulcro; me hiciste revivir de entre los muertos.

Sal 30:4 Canten al SEÑOR, ustedes sus fieles; alaben su santo nombre

Sal 30:5 Porque sólo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad. Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría.

Sal 30:6 Cuando me sentí seguro, exclamé: «Jamás seré conmovido.»

Sal 30:7 Tú, SEÑOR, en tu buena voluntad, me afirmaste en elevado baluarte; pero escondiste tu rostro, y yo quedé confundido.

Sal 30:8 A ti clamo, SEÑOR soberano; a ti me vuelvo suplicante

Sal 30:9 ¿Qué ganas tú con que yo muera,[b] con que descienda yo al sepulcro? ¿Acaso el polvo te alabará o proclamará tu verdad?

Sal 30:10 Oye, SEÑOR; compadécete de mí. ¡Sé tú, SEÑOR, mi ayuda!

Sal 30:11 Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta,

Sal 30:12 para que te cante y te glorifique, y no me quede callado. ¡SEÑOR mi Dios, siempre te daré gracias!