Día 245
14 Jesús & el Reino
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Mateo 19
La enseñanza sobre el divorcio
Mat 19:1
El divorcio
19:1-9—Mr 10:1-12
Cuando Jesús acabó de decir estas cosas, salió de Galilea y se fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Mat 19:2 Lo siguieron grandes multitudes, y sanó allí a los enfermos.
Mat 19:3 Algunos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron: —¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier motivo?
Mat 19:4 —¿No han leído —replicó Jesús—que en el principio el Creador “los hizo hombre y mujer”,[a]
Mat 19:5 y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo” ?[b]
Mat 19:6 Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Mat 19:7 Le replicaron: —¿Por qué, entonces, mandó Moisés que un hombre le diera a su esposa un certificado de divorcio y la despidiera?
Mat 19:8 —Moisés les permitió divorciarse de su esposa por lo obstinados que son[c] —respondió Jesús—. Pero no fue así desde el principio.
Mat 19:9 Les digo que, excepto en caso de infidelidad conyugal, el que se divorcia de su esposa, y se casa con otra, comete adulterio.
Mat 19:10 —Si tal es la situación entre esposo y esposa —comentaron los discípulos—, es mejor no casarse.
Mat 19:11 —No todos pueden comprender este asunto —respondió Jesús—, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido entenderlo.
Mat 19:12 Pues algunos son eunucos porque nacieron así; a otros los hicieron así los hombres; y otros se han hecho así por causa del reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte.
Dejad que los niños vengan a mí
Mat 19:13
Jesús y los niños
19:13-15—Mr 10:13-16; Lc 18:15-17
Llevaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.
Mat 19:14 Jesús dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.»
Mat 19:15 Después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí.
El joven rico
Mat 19:16
El joven rico
19:16-29—Mr 10:17-30; Lc 18:18-30
Sucedió que un hombre se acercó a Jesús y le preguntó: —Maestro, ¿qué de bueno tengo que hacer para obtener la vida eterna?
Mat 19:17 —¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno? —respondió Jesús—. Solamente hay uno que es bueno. Si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos.
Mat 19:18 —¿Cuáles? —preguntó el hombre. Contestó Jesús: —“No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio,
Mat 19:19 honra a tu padre y a tu madre”,[d] y “ama a tu prójimo como a ti mismo”[e] .
Mat 19:20 —Todos ésos los he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta?
Mat 19:21 —Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Mat 19:22 Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas.
Mat 19:23 —Les aseguro —comentó Jesús a sus discípulos—que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos.
Mat 19:24 De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
Mat 19:25 Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían: —En ese caso, ¿quién podrá salvarse?
Mat 19:26 —Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible.
Mat 19:27 —¡Mira, nosotros lo hemos dejado todo por seguirte! —le reclamó Pedro—. ¿Y qué ganamos con eso?
Mat 19:28 —Les aseguro —respondió Jesús—que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel.
Mat 19:29 Y todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre,[f] hijos o terrenos, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
Mat 19:30 Pero muchos de los primeros serán últimos, y muchos de los últimos serán primeros.
Mateo 20
Los obreros de la viña
Mat 20:1
Parábola de los viñadores
»Así mismo el reino de los cielos se parece a un propietario que salió de madrugada a contratar obreros para su viñedo.
Mat 20:2 Acordó darles la paga de un día de trabajo[a] y los envió a su viñedo.
Mat 20:3 Cerca de las nueve de la mañana,[b] salió y vio a otros que estaban desocupados en la plaza.
Mat 20:4 Les dijo: “Vayan también ustedes a trabajar en mi viñedo, y les pagaré lo que sea justo.”
Mat 20:5 Así que fueron. Salió de nuevo a eso del mediodía y a la media tarde, e hizo lo mismo.
Mat 20:6 Alrededor de las cinco de la tarde, salió y encontró a otros más que estaban sin trabajo. Les preguntó: “¿Por qué han estado aquí desocupados todo el día?”
Mat 20:7 “Porque nadie nos ha contratado”, contestaron. Él les dijo: “Vayan también ustedes a trabajar en mi viñedo.”
Mat 20:8 »Al atardecer, el dueño del viñedo le ordenó a su capataz: “Llama a los obreros y págales su jornal, comenzando por los últimos contratados hasta llegar a los primeros.”
Mat 20:9 Se presentaron los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde, y cada uno recibió la paga de un día.
Mat 20:10 Por eso cuando llegaron los que fueron contratados primero, esperaban que recibirían más. Pero cada uno de ellos recibió también la paga de un día.
Mat 20:11 Al recibirla, comenzaron a murmurar contra el propietario.
Mat 20:12 “Estos que fueron los últimos en ser contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día.”
Mat 20:13 Pero él le contestó a uno de ellos: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga?
Mat 20:14 Tómala y vete. Quiero darle al último obrero contratado lo mismo que te di a ti.
Mat 20:15 ¿Es que no tengo derecho a hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O te da envidia de que yo sea generoso?”[c]
Mat 20:16 »Así que los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.
Jesús anuncia su muerte por tercera vez
Mat 20:17
Jesús predice de nuevo su muerte
20:17-19—Mr 10:32-34; Lc 18:31-33
Mientras subía Jesús rumbo a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos y les dijo:
Mat 20:18 «Ahora vamos rumbo a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley. Ellos lo condenarán a muerte
Mat 20:19 y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen. Pero al tercer día resucitará.»
La petición de una madre
Mat 20:20
La petición de una madre
20:20-28—Mr 10:35-45
Entonces la madre de Jacobo y de Juan,[d] junto con ellos, se acercó a Jesús y, arrodillándose, le pidió un favor.
Mat 20:21 —¿Qué quieres? —le preguntó Jesús. —Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Mat 20:22 —No saben lo que están pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo voy a beber? —Sí, podemos.
Mat 20:23 —Ciertamente beberán de mi copa —les dijo Jesús—, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo. Eso ya lo ha decidido[e] mi Padre.
Mat 20:24 Cuando lo oyeron los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos.
Mat 20:25 Jesús los llamó y les dijo: —Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad.
Mat 20:26 Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor,
Mat 20:27 y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás;
Mat 20:28 así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Jesús sana a dos ciegos
Mat 20:29
Dos ciegos reciben la vista
20:29-34—Mr 10:46-52; Lc 18:35-43
Una gran multitud seguía a Jesús cuando él salía de Jericó con sus discípulos.
Mat 20:30 Dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que pasaba Jesús, gritaron: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
Mat 20:31 La multitud los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban con más fuerza: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
Mat 20:32 Jesús se detuvo y los llamó. —¿Qué quieren que haga por ustedes?
Mat 20:33 —Señor, queremos recibir la vista.
Mat 20:34 Jesús se compadeció de ellos y les tocó los ojos. Al instante recobraron la vista y lo siguieron.
Salmo 90
Desde el siglo y hasta el siglo
Sal 90:1
LIBRO IV
Oración de Moisés, hombre de Dios.
Señor, tú has sido nuestro refugio generación tras generación.
Sal 90:2 Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios.
Sal 90:3 Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, cuando dices: «¡Vuélvanse al polvo, mortales!»
Sal 90:4 Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como unas cuantas horas de la noche.
Sal 90:5 Arrasas a los mortales. Son como un sueño. Nacen por la mañana, como la hierba
Sal 90:6 que al amanecer brota lozana y por la noche ya está marchita y seca.
Sal 90:7 Tu ira en verdad nos consume, tu indignación nos aterra.
Sal 90:8 Ante ti has puesto nuestras iniquidades; a la luz de tu presencia, nuestros pecados secretos.
Sal 90:9 Por causa de tu ira se nos va la vida entera; se esfuman nuestros años como un suspiro.
Sal 90:10 Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos acompañan. Tantos años de vida,[a] sin embargo, sólo traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros.
Sal 90:11 ¿Quién puede comprender el furor de tu enojo? ¡Tu ira es tan grande como el temor que se te debe!
Sal 90:12 Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría.
Sal 90:13 ¿Cuándo, SEÑOR, te volverás hacia nosotros? ¡Compadécete ya de tus siervos!
Sal 90:14 Sácianos de tu amor por la mañana, y toda nuestra vida cantaremos de alegría.
Sal 90:15 Días y años nos has afligido, nos has hecho sufrir; ¡devuélvenos ahora ese tiempo en alegría!
Sal 90:16 ¡Sean manifiestas tus obras a tus siervos, y tu esplendor a sus descendientes!
Sal 90:17 Que el favor[b] del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros. Confirma en nosotros la obra de nuestras manos; sí, confirma la obra de nuestras manos.