Día 339
15 El Pueblo del Reino
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Hebreos 9
El Lugar Santo terrenal
Heb 9:1
El culto en el tabernáculo terrenal
Ahora bien, el primer pacto tenía sus normas para el culto, y un santuario terrenal.
Heb 9:2 En efecto, se habilitó un tabernáculo de tal modo que en su primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes consagrados.
Heb 9:3 Tras la segunda cortina estaba la parte llamada el Lugar Santísimo,
Heb 9:4 el cual tenía el altar de oro para el incienso y el arca del pacto, toda recubierta de oro. Dentro del arca había una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que había retoñado, y las tablas del pacto.
Heb 9:5 Encima del arca estaban los querubines de la gloria, que cubrían con su sombra el lugar de la expiación.[a] Pero ahora no se puede hablar de eso en detalle.
Heb 9:6 Así dispuestas todas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte del tabernáculo para celebrar el culto.
Heb 9:7 Pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote, y sólo una vez al año, provisto siempre de sangre que ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia cometidos por el pueblo.
Heb 9:8 Con esto el Espíritu Santo da a entender que, mientras siga en pie el primer tabernáculo, aún no se habrá revelado el camino que conduce al Lugar Santísimo.
Heb 9:9 Esto nos ilustra hoy día que las ofrendas y los sacrificios que allí se ofrecen no tienen poder alguno para perfeccionar la conciencia de los que celebran ese culto.
Heb 9:10 No se trata más que de reglas externas relacionadas con alimentos, bebidas y diversas ceremonias de purificación, válidas sólo hasta el tiempo señalado para reformarlo todo.
La redención por la sangre de Cristo
Heb 9:11
La sangre de Cristo
Cristo, por el contrario, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos[b] en el tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación),
Heb 9:12 entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno.
Heb 9:13 La sangre de machos cabríos y de toros, y las cenizas de una novilla rociadas sobre personas impuras, las santifican de modo que quedan limpias por fuera.
Heb 9:14 Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente!
Heb 9:15 Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia eterna prometida, ahora que él ha muerto para liberarlos de los pecados cometidos bajo el primer pacto.
Heb 9:16 En el caso de un testamento,[c] es necesario constatar la muerte del testador,
Heb 9:17 pues un testamento sólo adquiere validez cuando el testador muere, y no entra en vigor mientras vive.
Heb 9:18 De ahí que ni siquiera el primer pacto se haya establecido sin sangre.
Heb 9:19 Después de promulgar todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, Moisés tomó la sangre de los becerros junto con agua, lana escarlata y ramas de hisopo, y roció el libro de la ley y a todo el pueblo,
Heb 9:20 diciendo: «Ésta es la sangre del pacto que Dios ha mandado que ustedes cumplan.»[d]
Heb 9:21 De la misma manera roció con la sangre el tabernáculo y todos los objetos que se usaban en el culto.
Heb 9:22 De hecho, la ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón.
Heb 9:23 Así que era necesario que las copias de las realidades celestiales fueran purificadas con esos sacrificios, pero que las realidades mismas lo fueran con sacrificios superiores a aquéllos.
Heb 9:24 En efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro.
Heb 9:25 Ni entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
Heb 9:26 Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.
Heb 9:27 Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio,
Heb 9:28 también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan.
Hebreos 10
Sacrificio de Cristo una vez por todas
Heb 10:1
El sacrificio de Cristo, ofrecido una vez y para siempre
La ley es sólo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia[a] misma de estas realidades. Por eso nunca puede, mediante los mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, hacer perfectos a los que adoran.
Heb 10:2 De otra manera, ¿no habrían dejado ya de hacerse sacrificios? Pues los que rinden culto, purificados de una vez por todas, ya no se habrían sentido culpables de pecado.
Heb 10:3 Pero esos sacrificios son un recordatorio anual de los pecados,
Heb 10:4 ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Heb 10:5 Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo: «A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas; en su lugar, me preparaste un cuerpo;
Heb 10:6 no te agradaron ni holocaustos ni sacrificios por el pecado.
Heb 10:7 Por eso dije: “Aquí me tienes —como el libro dice de mí—. He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad.” »[b]
Heb 10:8 Primero dijo: «Sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones no te complacen ni fueron de tu agrado» (a pesar de que la ley exigía que se ofrecieran).
Heb 10:9 Luego añadió: «Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad.» Así quitó lo primero para establecer lo segundo.
Heb 10:10 Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre.
Heb 10:11 Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados.
Heb 10:12 Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios,
Heb 10:13 en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.
Heb 10:14 Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando.
Heb 10:15 También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Primero dice:
Heb 10:16 «Éste es el pacto que haré con ellos después de aquel tiempo —dice el Señor—: Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente.»[c]
Heb 10:17 Después añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades.»[d]
Heb 10:18 Y cuando éstos han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.
La plena certidumbre de la fe
Heb 10:19
Llamada a la perseverancia
Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo,
Heb 10:20 por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo;
Heb 10:21 y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.
Heb 10:22 Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura.
Heb 10:23 Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.
Heb 10:24 Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.
Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.
Heb 10:26 Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados.
Heb 10:27 Sólo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios.
Heb 10:28 Cualquiera que rechazaba la ley de Moisés moría irremediablemente por el testimonio de dos o tres testigos.
Heb 10:29 ¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merece el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido santificado, y que ha insultado al Espíritu de la gracia?
Heb 10:30 Pues conocemos al que dijo: «Mía es la venganza; yo pagaré»;[e] y también: «El Señor juzgará a su pueblo.»[f]
Heb 10:31 ¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!
Heb 10:32 Recuerden aquellos días pasados cuando ustedes, después de haber sido iluminados, sostuvieron una dura lucha y soportaron mucho sufrimiento.
Heb 10:33 Unas veces se vieron expuestos públicamente al insulto y a la persecución; otras veces se solidarizaron con los que eran tratados de igual manera.
Heb 10:34 También se compadecieron de los encarcelados, y cuando a ustedes les confiscaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, conscientes de que tenían un patrimonio mejor y más permanente.
Heb 10:35 Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada.
Heb 10:36 Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido.
Heb 10:37 Pues dentro de muy poco tiempo, «el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Heb 10:38 Pero mi justo[g] vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado.»[h]
Heb 10:39 Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Salmo 29
Dad gloria al Señor
Sal 29:1
Salmo de David.
Tributen al SEÑOR, seres celestiales,[a] tributen al SEÑOR la gloria y el poder
Sal 29:2 Tributen al SEÑOR la gloria que merece su nombre; póstrense ante el SEÑOR en su santuario majestuoso.
Sal 29:3 La voz del SEÑOR está sobre las aguas; resuena el trueno del Dios de la gloria; el SEÑOR está sobre las aguas impetuosas
Sal 29:4 La voz del SEÑOR resuena potente; la voz del SEÑOR resuena majestuosa
Sal 29:5 La voz del SEÑOR desgaja los cedros, desgaja el SEÑOR los cedros del Líbano;
Sal 29:6 hace que el Líbano salte como becerro, y que el Hermón[b] salte cual toro salvaje
Sal 29:7 La voz del SEÑOR lanza ráfagas de fuego;
Sal 29:8 la voz del SEÑOR sacude al desierto; el SEÑOR sacude al desierto de Cades
Sal 29:9 La voz del SEÑOR retuerce los robles[c] y deja desnudos los bosques; en su templo todos gritan: «¡Gloria!»
Sal 29:10 El SEÑOR tiene su trono sobre las lluvias; el SEÑOR reina por siempre
Sal 29:11 El SEÑOR fortalece a su pueblo; el SEÑOR bendice a su pueblo con la paz.