Día 103
2 Reyes 8
La tierra devuelta a la sunamita
2Re 8:1
La sunamita recupera su terreno
Ahora bien, Eliseo le había dicho a la mujer a cuyo hijo él había revivido: «Anda, vete con tu familia a vivir donde puedas, porque el SEÑOR ha ordenado que haya una gran hambre en el país, y que ésta dure siete años.»
2Re 8:2 La mujer se dispuso a seguir las instrucciones del hombre de Dios y se fue con su familia al país de los filisteos, donde se quedó siete años.
2Re 8:3 Al cabo de los siete años, cuando regresó del país de los filisteos, la mujer fue a rogarle al rey que le devolviera su casa y sus tierras.
2Re 8:4 En esos momentos el rey estaba hablando con Guiezi, el criado del hombre de Dios, y le había dicho: «Cuéntame todas las maravillas que ha hecho Eliseo.»
2Re 8:5 Y precisamente cuando Guiezi le contaba al rey que Eliseo había revivido al niño muerto, la madre llegó para rogarle al rey que le devolviera su casa y sus tierras. Así que Guiezi dijo: —Mi señor y rey, ésta es la mujer, y éste es el hijo que Eliseo revivió.
2Re 8:6 El rey le hizo preguntas a la mujer, y ella se lo contó todo. Entonces el rey le ordenó a un funcionario[a] que se encargara de ella y le dijo: —Devuélvele todo lo que le pertenecía, incluso todas las ganancias que hayan producido sus tierras, desde el día en que salió del país hasta hoy.
Hazael asesina a Ben-Hadad
2Re 8:7
Jazael, rey de Siria
Luego Eliseo se fue a Damasco. Ben Adad, rey de Siria, estaba enfermo, y cuando le avisaron que el hombre de Dios había llegado,
2Re 8:8 le ordenó a Jazael: «Llévale un regalo al hombre de Dios. Cuando lo veas, consulta al SEÑOR por medio de él para saber si me voy a recuperar de esta enfermedad.»
2Re 8:9 Jazael fue a ver a Eliseo, y como regalo le llevó de las mejores mercancías de Damasco, cargadas en cuarenta camellos. Cuando llegó, se presentó ante él y le dijo: —Ben Adad, rey de Siria, su servidor,[b] me ha enviado para preguntarle si él se va a recuperar de su enfermedad.
2Re 8:10 Eliseo respondió: —Ve y dile que[c] sobrevivirá a esa enfermedad, aunque el SEÑOR me ha revelado que de todos modos va a morir.
2Re 8:11 Luego Eliseo se quedó mirándolo fijamente, hasta que Jazael se sintió incómodo.[d] Entonces el hombre de Dios se echó a llorar.
2Re 8:12 —¿Por qué llora mi señor? —le preguntó Jazael. —Porque yo sé bien que vas a causarles mucho daño a los israelitas —respondió—. Vas a incendiar sus fortalezas, y a matar a sus jóvenes a filo de espada; despedazarás a los niños y les abrirás el vientre a las mujeres embarazadas.
2Re 8:13 Jazael exclamó: —¡Qué es este servidor de usted sino un pobre perro! ¿Cómo es posible que haga tal cosa? Entonces Eliseo le declaró: —El SEÑOR me ha revelado que vas a ser rey de Siria.
2Re 8:14 Jazael se despidió de Eliseo y regresó para presentarse ante su rey. Cuando Ben Adad le preguntó qué le había dicho Eliseo, Jazael le respondió: —Me dijo que usted sobrevivirá a su enfermedad.
2Re 8:15 Pero al día siguiente tomó una colcha y, empapándola en agua, le tapó la cara al rey hasta asfixiarlo. Así fue como Jazael usurpó el trono.
Joram rey de Judá
2Re 8:16
Jorán, rey de Judá
8:16-24—2Cr 21:5-10, 20
En el quinto año del reinado de Jorán hijo de Acab, rey de Israel y contemporáneo de Josafat, rey de Judá, Jorán hijo de Josafat ascendió al trono de Judá.
2Re 8:17 Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años.
2Re 8:18 Jorán hizo lo que ofende al SEÑOR, pues siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, como lo había hecho la familia de Acab, y llegó incluso a casarse con la hija de Acab.
2Re 8:19 Pero el SEÑOR no quiso destruir a Judá por consideración a su siervo David, pues le había prometido mantener encendida para siempre una lámpara para él y sus descendientes.
2Re 8:20 En tiempos de Jorán, los edomitas se sublevaron contra Judá y se nombraron su propio rey.
2Re 8:21 Por lo tanto, Jorán marchó sobre Zaír con todos sus carros de combate. Los edomitas cercaron a Jorán y a los capitanes de los carros, pero durante la noche Jorán logró abrirse paso; sin embargo, su ejército se dispersó.[e]
2Re 8:22 Desde entonces Edom ha estado en rebelión contra Judá, al igual que la ciudad de Libná, que en ese mismo tiempo se sublevó.
2Re 8:23 Los demás acontecimientos del reinado de Jorán, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá.
2Re 8:24 Cuando murió, fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Y su hijo Ocozías lo sucedió en el trono.
Ocozías rey de Judá
2Re 8:25
Ocozías, rey de Judá
8:25-29—2Cr 22:1-6
En el año duodécimo de Jorán hijo de Acab, rey de Israel, Ocozías hijo de Jorán ascendió al trono de Judá.
2Re 8:26 Tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén un año. Su madre era Atalía, nieta[f] de Omrí, rey de Israel.
2Re 8:27 Ocozías hizo lo que ofende al SEÑOR, pues siguió el mal ejemplo de la familia de Acab, con la que estaba emparentado.
2Re 8:28 Ocozías, junto con Jorán hijo de Acab, marchó hacia Ramot de Galaad para hacerle guerra a Jazael, rey de Siria, pero en la batalla los sirios hirieron a Jorán.
2Re 8:29 Por eso el rey Jorán tuvo que regresar a Jezrel, para reponerse de las heridas que había recibido de los sirios en Ramot,[g] cuando luchó contra Jazael, rey de Siria. Como Jorán hijo de Acab convalecía en Jezrel, Ocozías hijo de Jorán, rey de Judá, fue a visitarlo.
2 Reyes 9
Jehú ungido rey de Israel
2Re 9:1
Jehú ungido rey de Israel
Un día, el profeta Eliseo llamó a un miembro de la comunidad de los profetas. «Arréglate la ropa para viajar —le ordenó—. Toma este frasco de aceite y ve a Ramot de Galaad.
2Re 9:2 Cuando llegues, busca a Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsi. Ve adonde esté, apártalo de sus compañeros y llévalo a un cuarto.
2Re 9:3 Toma entonces el frasco, derrama el aceite sobre su cabeza y declárale: “Así dice el SEÑOR: ‘Ahora te unjo como rey de Israel.’” Luego abre la puerta y huye; ¡no te detengas!»
2Re 9:4 Acto seguido, el joven profeta se fue a Ramot de Galaad.
2Re 9:5 Cuando llegó, encontró reunidos a los capitanes del ejército y les dijo: —Tengo un mensaje para el capitán. —¿Para cuál de todos nosotros? —preguntó Jehú. —Para usted, mi capitán —respondió.
2Re 9:6 Jehú se levantó y entró en la casa. Entonces el profeta lo ungió con el aceite y declaró: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Ahora te unjo como rey sobre mi pueblo Israel.
2Re 9:7 Destruirás a la familia de Acab, tu señor, y así me vengaré de la sangre de mis siervos los profetas; castigando a Jezabel, vengaré la sangre de todos mis siervos.
2Re 9:8 Toda la familia de Acab perecerá, pues de sus descendientes en Israel exterminaré hasta el último varón,[a] esclavo o libre.
2Re 9:9 Haré con ellos lo mismo que hice con la familia de Jeroboán hijo de Nabat y con la familia de Basá hijo de Ahías.
2Re 9:10 Y en cuanto a Jezabel, los perros se la comerán en el campo de Jezrel, y nadie le dará sepultura.” » Acto seguido, el profeta abrió la puerta y huyó.
2Re 9:11 Cuando Jehú salió para volver a reunirse con los capitanes, uno de ellos le preguntó: —¿Todo bien? ¿Qué quería ese loco? —Ustedes ya lo conocen —respondió—, y saben cómo habla.
2Re 9:12 —¡Pamplinas! —replicaron—. Dinos la verdad. Jehú admitió: —Esto es lo que me declaró, palabra por palabra: “Así dice el SEÑOR: ‘Ahora te unjo como rey de Israel.’”
2Re 9:13 Dicho esto, todos se apresuraron a tender sus mantos sobre los escalones, a los pies de Jehú. Luego tocaron la trompeta y gritaron: «¡Viva el rey Jehú!»
Jehú ejecuta a Joram y Ocozías
2Re 9:14
Jehú asesina a Jorán y a Ocozías
9:21-29—2Cr 22:7-9
Entonces Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsi, conspiró contra Jorán. Sucedió que Jorán, con todo el ejército israelita, había estado defendiendo Ramot de Galaad contra Jazael, rey de Siria,
2Re 9:15 pero tuvo que regresar a Jezrel para reponerse de las heridas que había recibido de los sirios en la batalla. Así que Jehú les dijo a sus partidarios: «Si ustedes quieren que yo sea rey, no dejen que nadie salga de la ciudad para ir a Jezrel con el informe.»
2Re 9:16 Luego se montó en su carro de combate y fue a Jezrel, pues allí se estaba recuperando Jorán, a quien también Ocozías, rey de Judá, había ido a visitar.
2Re 9:17 Cuando el centinela que vigilaba desde la torre de Jezrel vio que las tropas de Jehú se acercaban, gritó: —¡Se acercan unas tropas! En seguida Jorán ordenó: —Llama a un jinete y mándalo al encuentro de las tropas para preguntarles si vienen en son de paz.
2Re 9:18 El jinete se fue al encuentro de Jehú y le dijo: —El rey quiere saber si vienen en son de paz. —¿Y a ti qué te importa? —replicó Jehú—. Ponte allí atrás. Entonces el centinela anunció: —El mensajero ya llegó hasta ellos, pero no lo veo regresar.
2Re 9:19 Por tanto, el rey mandó a otro jinete, el cual fue a ellos y repitió: —El rey quiere saber si vienen en son de paz. —Eso a ti no te importa —replicó Jehú—. Ponte allí atrás.
2Re 9:20 El centinela informó de nuevo: —Ya llegó el mensajero hasta ellos, pero a él tampoco lo veo regresar. Además, el que conduce el carro ha de ser Jehú hijo de Nimsi, pues lo hace como un loco.
2Re 9:21 —¡Enganchen el carro! —exclamó Jorán. Así lo hicieron. Y en seguida Jorán, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro, salieron y se encontraron con Jehú en la propiedad que había pertenecido a Nabot el jezrelita.
2Re 9:22 Cuando Jorán vio a Jehú, le preguntó: —Jehú, ¿vienes en son de paz? —¿Cómo puede haber paz mientras haya tantas idolatrías[b] y hechicerías de tu madre Jezabel? —replicó Jehú.
2Re 9:23 Jorán se dio la vuelta para huir, mientras gritaba: —¡Traición, Ocozías!
2Re 9:24 Pero Jehú, que ya había tensado su arco, le disparó a Jorán por la espalda, y la flecha le atravesó el corazón. Jorán se desplomó en el carro,
2Re 9:25 y Jehú le ordenó a su ayudante Bidcar: —Saca el cadáver y tíralo en el terreno que fue propiedad de Nabot el jezrelita. Recuerda el día en que tú y yo conducíamos juntos detrás de Acab, padre de Jorán, y el SEÑOR pronunció contra él esta sentencia:
2Re 9:26 “Ayer vi aquí la sangre de Nabot y de sus hijos. Por lo tanto, juro que en este mismo terreno te haré pagar por ese crimen. Yo, el SEÑOR, lo afirmo.”[c] Saca, pues, el cadáver y tíralo en el terreno, según la palabra que dio a conocer el SEÑOR.
2Re 9:27 Cuando Ocozías, rey de Judá, vio lo que pasaba, huyó en dirección a Bet Hagán.[d] Pero Jehú lo persiguió, y ordenó: —¡Mátenlo a él también! Y lo hirieron[e] en su carro cuando iba por la cuesta de Gur, cerca de Ibleam, pero logró escapar y llegar a Meguido. Allí murió.
2Re 9:28 Luego sus siervos trasladaron el cuerpo a Jerusalén, la Ciudad de David, donde lo sepultaron en su tumba, junto a sus antepasados.
2Re 9:29 Ocozías había ascendido al trono en el undécimo año del reinado de Jorán hijo de Acab.
Jehú ejecuta a Jezabel
2Re 9:30
Muerte de Jezabel
Cuando Jezabel se enteró de que Jehú estaba regresando a Jezrel, se sombreó los ojos, se arregló el cabello y se asomó a la ventana.
2Re 9:31 Al entrar Jehú por la puerta de la ciudad, ella le preguntó: —¿Cómo estás, Zimri, asesino de tu señor?[f]
2Re 9:32 Levantando la vista hacia la ventana, Jehú gritó: —¿Quién está de mi parte? ¿Quién? Entonces se asomaron dos o tres oficiales,[g]
2Re 9:33 y Jehú les ordenó: —¡Arrójenla de allí! Así lo hicieron, y su sangre salpicó la pared y a los caballos que la pisotearon.
2Re 9:34 Luego Jehú se sentó a comer y beber, y dio esta orden: —Ocúpense de esa maldita mujer; denle sepultura, pues era hija de un rey.
2Re 9:35 Pero cuando fueron a enterrarla, no encontraron más que el cráneo, los pies y las manos.
2Re 9:36 Así que volvieron para informarle a Jehú, y éste comentó: —Se ha cumplido la palabra que el SEÑOR dio a conocer por medio de su siervo Elías el tisbita, que dijo: “En el campo de Jezrel los perros se comerán a Jezabel.”[h]
2Re 9:37 De hecho, el cadáver de Jezabel será como estiércol en el campo de Jezrel, y nadie podrá identificarla ni decir: “Ésta era Jezabel.”
2 Reyes 10
Jehú degüella a los descendientes de Acab
2Re 10:1
Jehú extermina a la familia de Acab
Acab tenía setenta hijos, los cuales vivían en Samaria. Por tanto, Jehú escribió cartas y las envió a Samaria, es decir, a las autoridades de la ciudad,[a] a los ancianos y a los protectores de los hijos de Acab. En las cartas decía:
2Re 10:2 «Ustedes cuentan con los hijos de Acab,[b] y con los carros de combate y sus caballos, con una ciudad fortificada, y con un arsenal. Así que tan pronto como reciban esta carta,
2Re 10:3 escojan al más capaz y más noble de los hijos de Acab, y pónganlo en el trono de su padre. Pero prepárense para luchar por la familia de su rey.»
2Re 10:4 Ellos se aterrorizaron y dijeron: «Si dos reyes no pudieron hacerle frente, ¿cómo podremos hacerlo nosotros?»
2Re 10:5 Por lo tanto, el administrador del palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los protectores le enviaron este mensaje a Jehú: «Nosotros somos sus servidores, y haremos lo que usted nos diga. No haremos rey a nadie. Haga usted lo que mejor le parezca.»
2Re 10:6 Entonces Jehú les escribió otra carta, en la que decía: «Si ustedes están de mi parte y de veras están dispuestos a obedecerme, vengan a Jezrel mañana a esta hora y tráiganme las cabezas de los hijos de Acab.» Los setenta príncipes vivían con las familias más notables de la ciudad, pues éstas los criaban.
2Re 10:7 Cuando llegó la carta, prendieron a todos los príncipes y los decapitaron. Luego echaron las cabezas en unos cestos y se las enviaron a Jehú, que estaba en Jezrel.
2Re 10:8 Un mensajero llegó y le dijo a Jehú que habían traído las cabezas de los príncipes. Entonces Jehú ordenó que las pusieran en dos montones a la entrada de la ciudad, y que las dejaran allí hasta el día siguiente.
2Re 10:9 Por la mañana, Jehú salió y, presentándose ante todo el pueblo, confesó: «¡Ustedes son inocentes! ¡Yo fui el que conspiró contra mi señor! ¡Yo lo maté! Pero ¿quién ha matado a todos éstos?
2Re 10:10 Sepan, pues, que nada de lo que el SEÑOR ha dicho contra la familia de Acab dejará de cumplirse. En efecto, el SEÑOR ha hecho lo que había prometido por medio de su siervo Elías.»
2Re 10:11 Dicho esto, Jehú mató a todos los que quedaban de la familia de Acab en Jezrel, y a todos sus dignatarios, sus amigos íntimos y sus sacerdotes. No dejó a ninguno de ellos con vida.
2Re 10:12 Después emprendió la marcha contra Samaria y, al llegar a Bet Équed de los Pastores,
2Re 10:13 se encontró con unos parientes de Ocozías, rey de Judá. —¿Quiénes son ustedes? —les preguntó. —Somos parientes de Ocozías; hemos venido a visitar a la familia real.
2Re 10:14 —¡Captúrenlos vivos! —ordenó Jehú. Así lo hicieron, y después los degollaron junto al pozo de Bet Équed. Eran cuarenta y dos hombres; Jehú no dejó vivo a ninguno de ellos.
2Re 10:15 Al dejar ese lugar, Jehú se encontró con Jonadab hijo de Recab, que había ido a verlo. Jehú lo saludó y le preguntó: —¿Me eres leal, como yo lo soy contigo? —Lo soy —respondió Jonadab. Jehú replicó: —Si es así, dame la mano. Jonadab le dio la mano, y Jehú, haciéndolo subir con él a su carro,
2Re 10:16 le dijo: —Ven conmigo, para que veas el celo que tengo por el SEÑOR. Y lo llevó en su carro.
2Re 10:17 Tan pronto como Jehú llegó a Samaria, exterminó a la familia de Acab, matando a todos los que quedaban allí, según la palabra que el SEÑOR le había dado a conocer a Elías.
Jehú derriba a los profetas de Baal
2Re 10:18
Jehú elimina a los adoradores de Baal
Entonces Jehú reunió a todo el pueblo y dijo: «Acab adoró a Baal con pocas ganas; Jehú lo hará con devoción.
2Re 10:19 Llamen, pues, a todos los profetas de Baal, junto con todos sus ministros y sacerdotes. Que no falte ninguno de ellos, pues voy a ofrecerle a Baal un sacrificio grandioso. Todo el que falte, morirá.» En realidad, Jehú no era sincero, pues tenía el propósito de eliminar a los adoradores de Baal.
2Re 10:20 Luego dio esta orden: «Convoquen una asamblea en honor de Baal.» Y así se hizo.
2Re 10:21 Como Jehú envió mensajeros por todo Israel, vinieron todos los que servían a Baal, sin faltar ninguno. Eran tantos los que llegaron, que el templo de Baal se llenó de un extremo a otro.
2Re 10:22 Jehú le ordenó al encargado del guardarropa que sacara las vestiduras para los adoradores de Baal, y así lo hizo.
2Re 10:23 Cuando Jehú y Jonadab hijo de Recab entraron en el templo de Baal, Jehú les dijo a los congregados: «Asegúrense de que aquí entre ustedes no haya siervos del SEÑOR, sino sólo de Baal.»
2Re 10:24 Entonces pasaron para ofrecer sacrificios y holocaustos. Ahora bien, Jehú había apostado una guardia de ochenta soldados a la entrada, con esta advertencia: «Ustedes me responden por estos hombres. El que deje escapar a uno solo de ellos, lo pagará con su vida.»
2Re 10:25 Así que tan pronto como terminó de ofrecer el holocausto, Jehú ordenó a los guardias y oficiales: «¡Entren y mátenlos! ¡Que no escape nadie!» Y los mataron a filo de espada y los echaron fuera. Luego los guardias y los oficiales entraron en el santuario[c] del templo de Baal,
2Re 10:26 sacaron la piedra sagrada que estaba allí, y la quemaron.
2Re 10:27 Además de tumbar la piedra sagrada, derribaron el templo de Baal y lo convirtieron en un muladar, y así ha quedado hasta el día de hoy.
Jehú rey de Israel
2Re 10:28 De este modo Jehú erradicó de Israel el culto a Baal.
2Re 10:29 Sin embargo, no se apartó del pecado que Jeroboán hijo de Nabat hizo cometer a los israelitas, es decir, el de rendir culto a los becerros de oro en Betel y en Dan.
2Re 10:30 El SEÑOR le dijo a Jehú: «Has actuado bien. Has hecho lo que me agrada, pues has llevado a cabo lo que yo me había propuesto hacer con la familia de Acab. Por lo tanto, durante cuatro generaciones tus descendientes ocuparán el trono de Israel.»
2Re 10:31 Sin embargo, Jehú no cumplió con todo el corazón la ley del SEÑOR, Dios de Israel, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboán hizo pecar a los israelitas.
2Re 10:32 Por aquel tiempo, el SEÑOR comenzó a reducir el territorio israelita. Jazael atacó el país por todas las fronteras:
2Re 10:33 desde el Jordán hacia el este, toda la región de Galaad, ocupada por las tribus de Gad, Rubén y Manasés; y desde la ciudad de Aroer, junto al arroyo Arnón, hasta las regiones de Galaad y Basán.
2Re 10:34 Los demás acontecimientos del reinado de Jehú, y todo lo que hizo y todo su poderío, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.
2Re 10:35 Jehú murió y fue sepultado en Samaria. Y su hijo Joacaz lo sucedió en el trono.
2Re 10:36 Jehú reinó en Samaria sobre Israel durante veintiocho años.
2 Reyes 11
Atalía reina en Judá
2Re 11:1
Atalía y Joás
11:1-21—2Cr 22:10-23:21
Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, tomó medidas para eliminar a toda la familia real.
2Re 11:2 Pero Josaba, que era hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás hijo de Ocozías cuando los príncipes estaban a punto de ser asesinados. Metiéndolo en un dormitorio con su nodriza, logró esconderlo de Atalía, de modo que no lo mataron.
2Re 11:3 Seis años estuvo Joás escondido con su nodriza en el templo del SEÑOR, mientras Atalía reinaba en el país.
Joás ungido rey de Judá
2Re 11:4 En el séptimo año, el sacerdote Joyadá mandó llamar a los capitanes,[a] a los quereteos y a los guardias, para que se presentaran ante él en el templo del SEÑOR. Allí en el templo hizo un pacto con ellos y les tomó juramento. Luego les mostró al hijo del rey,
2Re 11:5 y les dio estas órdenes: «Hagan lo siguiente: Una tercera parte de los que están de servicio el sábado vigilará el palacio real;
2Re 11:6 otra tercera parte, la puerta de Sur; y la otra tercera parte, la puerta detrás del cuartel. Harán la guardia del templo por turnos.
2Re 11:7 Los dos grupos que están libres el sábado protegerán al rey en el templo del SEÑOR.
2Re 11:8 Arma en mano, rodeen por completo al rey; y si alguien se atreve a penetrar las filas,[b] mátenlo. ¡No dejen solo al rey, vaya donde vaya!»
2Re 11:9 Los capitanes cumplieron con todo lo que el sacerdote Joyadá les había ordenado. Cada uno reunió a sus hombres, tanto a los que estaban de servicio el sábado como a los que estaban libres, y se presentaron ante Joyadá.
2Re 11:10 Éste repartió entre los capitanes las lanzas y los escudos del rey David, que estaban guardados en el templo del SEÑOR.
2Re 11:11 Arma en mano, los guardias tomaron sus puestos alrededor del rey, cerca del altar, y desde el lado sur hasta el lado norte del templo.
2Re 11:12 Entonces Joyadá sacó al hijo del rey, le puso la corona y le entregó una copia del pacto.[c] Luego lo ungieron, y todos aplaudieron, gritando: «¡Viva el rey!»
2Re 11:13 Cuando Atalía oyó la gritería de los guardias y de la tropa, fue al templo del SEÑOR, donde estaba la gente.
2Re 11:14 Al ver que el rey estaba de pie junto a la columna, como era la costumbre, y que los capitanes y músicos estaban a su lado, y que toda la gente tocaba alegre las trompetas, Atalía se rasgó las vestiduras y gritó: «¡Traición! ¡Traición!»
2Re 11:15 Entonces el sacerdote Joyadá, como no quería que la mataran en el templo del SEÑOR, ordenó a los capitanes que estaban al mando de las fuerzas: «Sáquenla de entre las filas; y si alguien se pone de su lado, ¡mátenlo a filo de espada!»
2Re 11:16 Así que la apresaron y la llevaron al palacio por la puerta de la caballería, y allí la mataron.
2Re 11:17 Luego Joyadá hizo un pacto entre el SEÑOR, el rey y la gente para que fueran el pueblo del SEÑOR; también hizo un pacto entre el rey y el pueblo.
2Re 11:18 Entonces toda la gente fue al templo de Baal y lo derribó. Destruyeron los altares y los ídolos, y enfrente de los altares degollaron a Matán, sacerdote de Baal. El sacerdote Joyadá apostó guardias en el templo del SEÑOR
2Re 11:19 y, acompañado de los capitanes y de los quereteos, los guardias y todo el pueblo, llevó al rey desde el templo del SEÑOR hasta el palacio real. Entraron juntos por la puerta del cuartel, y Joás se sentó en el trono real.
2Re 11:20 Todo el pueblo estaba alegre, y tranquila la ciudad, pues habían matado a Atalía a filo de espada en el palacio.
Joás rey de Judá
2Re 11:21 Joás tenía siete años cuando ascendió al trono.
Salmo 103
"Bendice, alma mía, al Señor"
Sal 103:1
Salmo de David.
Alaba, alma mía, al SEÑOR; alabe todo mi ser su santo nombre.
Sal 103:2 Alaba, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios.
Sal 103:3 Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias;
Sal 103:4 él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión;
Sal 103:5 él colma de bienes tu vida[a] y te rejuvenece como a las águilas.
Sal 103:6 El SEÑOR hace justicia y defiende a todos los oprimidos.
Sal 103:7 Dio a conocer sus caminos a Moisés; reveló sus obras al pueblo de Israel.
Sal 103:8 El SEÑOR es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.
Sal 103:9 No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente.
Sal 103:10 No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades.
Sal 103:11 Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra.
Sal 103:12 Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente.
Sal 103:13 Tan compasivo es el SEÑOR con los que le temen como lo es un padre con sus hijos.
Sal 103:14 Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro.
Sal 103:15 El hombre es como la hierba, sus días florecen como la flor del campo:
Sal 103:16 sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno.
Sal 103:17 Pero el amor del SEÑOR es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos,
Sal 103:18 con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra.
Sal 103:19 El SEÑOR ha establecido su trono en el cielo; su reinado domina sobre todos.
Sal 103:20 Alaben al SEÑOR, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su mandato.
Sal 103:21 Alaben al SEÑOR, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad.
Sal 103:22 Alaben al SEÑOR, todas sus obras en todos los ámbitos de su dominio. ¡Alaba, alma mía, al SEÑOR!