Día 341

15 El Pueblo del Reino

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Lee la Biblia: Santiago

Mira nuestro video Lee la Biblia sobre el libro de Santiago, que desglosa el diseño literario del libro y su línea de pensamiento. En este libro, Santiago combina la sabiduría de su hermano Jesús con el libro de Proverbios y hace un retador llamado a vivir una vida completamente fiel a Dios.

Santiago 1

Saludo

Stg 1:1 Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que se hallan dispersas por el mundo: Saludos.

Pruebas de la fe

Stg 1:2

Pruebas y tentaciones

Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas,

Stg 1:3 pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia.

Stg 1:4 Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.

Stg 1:5 Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.

Stg 1:6 Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento.

Stg 1:7 Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor;

Stg 1:8 es indeciso e inconstante en todo lo que hace.

Stg 1:9 El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de su alta dignidad,

Stg 1:10 y el rico, de su humilde condición. El rico pasará como la flor del campo.

Stg 1:11 El sol, cuando sale, seca la planta con su calor abrasador. A ésta se le cae la flor y pierde su belleza. Así se marchitará también el rico en todas sus empresas.

Stg 1:12 Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman.

Stg 1:13 Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie.

Stg 1:14 Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen.

Stg 1:15 Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.

Stg 1:16 Mis queridos hermanos, no se engañen.

Stg 1:17 Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.

Stg 1:18 Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación.

Oidores y hacedores de la Palabra

Stg 1:19

Hay que poner en práctica la palabra

Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse;

Stg 1:20 pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.

Stg 1:21 Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida.

Stg 1:22 No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica.

Stg 1:23 El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo

Stg 1:24 y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es.

Stg 1:25 Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.

Stg 1:26 Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada.

Stg 1:27 La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.

Santiago 2

La acepción de personas

Stg 2:1

Prohibición del favoritismo

Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos.

Stg 2:2 Supongamos que en el lugar donde se reúnen entra un hombre con anillo de oro y ropa elegante, y entra también un pobre desharrapado.

Stg 2:3 Si atienden bien al que lleva ropa elegante y le dicen: «Siéntese usted aquí, en este lugar cómodo», pero al pobre le dicen: «Quédate ahí de pie» o «Siéntate en el suelo, a mis pies»,

Stg 2:4 ¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones?

Stg 2:5 Escuchen, mis queridos hermanos: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres según el mundo para que sean ricos en la fe y hereden el reino que prometió a quienes lo aman?

Stg 2:6 ¡Pero ustedes han menospreciado al pobre! ¿No son los ricos quienes los explotan a ustedes y los arrastran ante los tribunales?

Stg 2:7 ¿No son ellos los que blasfeman el buen nombre de aquel a quien ustedes pertenecen?

Stg 2:8 Hacen muy bien si de veras cumplen la ley suprema de la Escritura: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»;[a]

Stg 2:9 pero si muestran algún favoritismo, pecan y son culpables, pues la misma ley los acusa de ser transgresores.

Stg 2:10 Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda.

Stg 2:11 Pues el que dijo: «No cometas adulterio»,[b] también dijo: «No mates.»[c] Si no cometes adulterio, pero matas, ya has violado la ley.

Stg 2:12 Hablen y pórtense como quienes han de ser juzgados por la ley que nos da libertad,

Stg 2:13 porque habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión. ¡La compasión triunfa en el juicio!

La fe sin obras está muerta

Stg 2:14

La fe y las obras

Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?

Stg 2:15 Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario,

Stg 2:16 y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso?

Stg 2:17 Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta.

Stg 2:18 Sin embargo, alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras.» Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras.

Stg 2:19 ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan.

Stg 2:20 ¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril?[d]

Stg 2:21 ¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac?

Stg 2:22 Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo.

Stg 2:23 Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia»,[e] y fue llamado amigo de Dios.

Stg 2:24 Como pueden ver, a una persona se le declara justa por las obras, y no sólo por la fe.

Stg 2:25 De igual manera, ¿no fue declarada justa por las obras aun la prostituta Rajab, cuando hospedó a los espías y les ayudó a huir por otro camino?

Stg 2:26 Pues como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

Santiago 3

Domar la Lengua

Stg 3:1

Hay que domar la lengua

Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad.

Stg 3:2 Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo.

Stg 3:3 Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal.

Stg 3:4 Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto.

Stg 3:5 Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!

Stg 3:6 También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno,[a] prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.

Stg 3:7 El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas;

Stg 3:8 pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal.

Stg 3:9 Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios.

Stg 3:10 De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.

Stg 3:11 ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada?[b]

Stg 3:12 Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.

Sabiduría de lo Alto

Stg 3:13

Dos clases de sabiduría

¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que lo demuestre con su buena conducta, mediante obras hechas con la humildad que le da su sabiduría.

Stg 3:14 Pero si ustedes tienen envidias amargas y rivalidades en el corazón, dejen de presumir y de faltar a la verdad.

Stg 3:15 Ésa no es la sabiduría que desciende del cielo, sino que es terrenal, puramente humana y diabólica.

Stg 3:16 Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas.

Stg 3:17 En cambio, la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera.

Stg 3:18 En fin, el fruto de la justicia se siembra en paz para[c] los que hacen la paz.

Salmo 31

En tu mano encomiendo mi espíritu

Sal 31:1

Al director musical. Salmo de David.

En ti, SEÑOR, busco refugio; jamás permitas que me avergüencen; en tu justicia, líbrame

Sal 31:2 Inclina a mí tu oído, y acude pronto a socorrerme. Sé tú mi roca protectora, la fortaleza de mi salvación

Sal 31:3 Guíame, pues eres mi roca y mi fortaleza, dirígeme por amor a tu nombre

Sal 31:4 Líbrame de la trampa que me han tendido, porque tú eres mi refugio

Sal 31:5 En tus manos encomiendo mi espíritu; líbrame, SEÑOR, Dios de la verdad.

Sal 31:6 Odio a los que veneran ídolos vanos; yo, por mi parte, confío en ti, SEÑOR

Sal 31:7 Me alegro y me regocijo en tu amor, porque tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma

Sal 31:8 No me entregaste al enemigo, sino que me pusiste en lugar espacioso.

Sal 31:9 Tenme compasión, SEÑOR, que estoy angustiado; el dolor está acabando con mis ojos, con mi alma, ¡con mi cuerpo!

Sal 31:10 La vida se me va en angustias, y los años en lamentos; la tristeza está acabando con mis fuerzas, y mis huesos se van debilitando

Sal 31:11 Por causa de todos mis enemigos, soy el hazmerreír de mis vecinos; soy un espanto para mis amigos; de mí huyen los que me encuentran en la calle

Sal 31:12 Me han olvidado, como si hubiera muerto; soy como una vasija hecha pedazos

Sal 31:13 Son muchos a los que oigo cuchichear: «Hay terror por todas partes.» Se han confabulado contra mí, y traman quitarme la vida.

Sal 31:14 Pero yo, SEÑOR, en ti confío, y digo: «Tú eres mi Dios.»

Sal 31:15 Mi vida entera está en tus manos; líbrame de mis enemigos y perseguidores

Sal 31:16 Que irradie tu faz sobre tu siervo; por tu gran amor, sálvame.

Sal 31:17 SEÑOR, no permitas que me avergüencen, porque a ti he clamado. Que sean avergonzados los malvados, y acallados en el sepulcro

Sal 31:18 Que sean silenciados sus labios mentirosos, porque hablan contra los justos con orgullo, desdén e insolencia.

Sal 31:19 Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian

Sal 31:20 Al amparo de tu presencia los proteges de las intrigas humanas; en tu morada los resguardas de las lenguas contenciosas.

Sal 31:21 Bendito sea el SEÑOR, pues mostró su gran amor por mí cuando me hallaba en una ciudad sitiada

Sal 31:22 En mi confusión llegué a decir: «¡He sido arrojado de tu presencia!» Pero tú oíste mi voz suplicante cuando te pedí que me ayudaras.

Sal 31:23 Amen al SEÑOR, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido

Sal 31:24 Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el SEÑOR esperan.