Día 269
14 Jesús & el Reino
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El Evangelio de Lucas 3-9
El segundo en una serie de cinco partes sobre el Evangelio de Lucas. Vemos a Jesús iniciar su ministerio de buenas nuevas para los pobres y cómo reunió a personas de muy diversos orígenes para que vivan juntos en paz.
Lucas 4
La tentación de Jesús
Luc 4:1
Tentación de Jesús
4:1-13—Mt 4:1-11; Mr 1:12-13
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto.
Luc 4:2 Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
Luc 4:3 —Si eres el Hijo de Dios —le propuso el diablo—, dile a esta piedra que se convierta en pan.
Luc 4:4 Jesús le respondió: —Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre.”[a]
Luc 4:5 Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo.
Luc 4:6 —Sobre estos reinos y todo su esplendor —le dijo—, te daré la autoridad, porque a mí me ha sido entregada, y puedo dársela a quien yo quiera.
Luc 4:7 Así que, si me adoras, todo será tuyo. Jesús le contestó:
Luc 4:8 —Escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él.”[b]
Luc 4:9 El diablo lo llevó luego a Jerusalén e hizo que se pusiera de pie en la parte más alta del templo, y le dijo: —Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate de aquí!
Luc 4:10 Pues escrito está: »“Ordenará que sus ángeles te cuiden. Te sostendrán en sus manos
Luc 4:11 para que no tropieces con piedra alguna.”[c]
Luc 4:12 —También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”[d] —le replicó Jesús.
Luc 4:13 Así que el diablo, habiendo agotado todo recurso de tentación, lo dejó hasta otra oportunidad.
Jesús comienza su ministerio
Luc 4:14
Rechazan a Jesús en Nazaret
Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y se extendió su fama por toda aquella región.
Luc 4:15 Enseñaba en las sinagogas, y todos lo admiraban.
Jesús rechazado en Nazaret
Luc 4:16 Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura,
Luc 4:17 y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito:
Luc 4:18 «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos,
Luc 4:19 a pregonar el año del favor del Señor.»[e]
Luc 4:20 Luego enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban detenidamente,
Luc 4:21 y él comenzó a hablarles: «Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes.»
Luc 4:22 Todos dieron su aprobación, impresionados por las hermosas palabras[f] que salían de su boca. «¿No es éste el hijo de José?», se preguntaban.
Luc 4:23 Jesús continuó: «Seguramente ustedes me van a citar el proverbio: “¡Médico, cúrate a ti mismo! Haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que hiciste en Capernaúm.”
Luc 4:24 Pues bien, les aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su propia tierra.
Luc 4:25 No cabe duda de que en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerró por tres años y medio, de manera que hubo una gran hambre en toda la tierra, muchas viudas vivían en Israel.
Luc 4:26 Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta, en los alrededores de Sidón.
Luc 4:27 Así mismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio.»
Luc 4:28 Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron.
Luc 4:29 Se levantaron, lo expulsaron del pueblo y lo llevaron hasta la cumbre de la colina sobre la que estaba construido el pueblo, para tirarlo por el precipicio.
Luc 4:30 Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.
Jesús sana a un hombre con un demonio inmundo
Luc 4:31
Jesús expulsa a un espíritu maligno
4:31-37—Mr 1:21-28
Jesús pasó a Capernaúm, un pueblo de Galilea, y el día sábado enseñaba a la gente.
Luc 4:32 Estaban asombrados de su enseñanza, porque les hablaba con autoridad.
Luc 4:33 Había en la sinagoga un hombre que estaba poseído por un espíritu maligno, quien gritó con todas sus fuerzas:
Luc 4:34 —¡Ah! ¿Por qué te entrometes, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!
Luc 4:35 —¡Cállate! —lo reprendió Jesús—. ¡Sal de ese hombre! Entonces el demonio derribó al hombre en medio de la gente y salió de él sin hacerle ningún daño.
Luc 4:36 Todos se asustaron y se decían unos a otros: «¿Qué clase de palabra es ésta? ¡Con autoridad y poder les da órdenes a los espíritus malignos, y salen!»
Luc 4:37 Y se extendió su fama por todo aquel lugar.
Jesús sana a muchos enfermos
Luc 4:38
Jesús sana a muchos enfermos
4:38-41—Mt 8:14-17
4:38-43—Mr 1:29-38
Cuando Jesús salió de la sinagoga, se fue a casa de Simón, cuya suegra estaba enferma con una fiebre muy alta. Le pidieron a Jesús que la ayudara,
Luc 4:39 así que se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, la cual se le quitó. Ella se levantó en seguida y se puso a servirles.
Luc 4:40 Al ponerse el sol, la gente le llevó a Jesús todos los que padecían de diversas enfermedades; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó.
Luc 4:41 Además, de muchas personas salían demonios que gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él los reprendía y no los dejaba hablar porque sabían que él era el Cristo.
Jesús predica en la sinagoga
Luc 4:42 Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar solitario. La gente andaba buscándolo, y cuando llegaron adonde él estaba, procuraban detenerlo para que no se fuera.
Luc 4:43 Pero él les dijo: «Es preciso que anuncie también a los demás pueblos las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.»
Luc 4:44 Y siguió predicando en las sinagogas de los judíos.[g]
Lucas 5
Jesús llama a sus primeros discípulos
Luc 5:1
Llamamiento de los primeros discípulos
5:1-11—Mt 4:18-22; Mr 1:16-20; Jn 1:40-42
Un día estaba Jesús a orillas del lago de Genesaret,[a] y la gente lo apretujaba para escuchar el mensaje de Dios.
Luc 5:2 Entonces vio dos barcas que los pescadores habían dejado en la playa mientras lavaban las redes.
Luc 5:3 Subió a una de las barcas, que pertenecía a Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó, y enseñaba a la gente desde la barca.
Luc 5:4 Cuando acabó de hablar, le dijo a Simón: —Lleva la barca hacia aguas más profundas, y echen allí las redes para pescar.
Luc 5:5 —Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada —le contestó Simón—. Pero como tú me lo mandas, echaré las redes.
Luc 5:6 Así lo hicieron, y recogieron una cantidad tan grande de peces que las redes se les rompían.
Luc 5:7 Entonces llamaron por señas a sus compañeros de la otra barca para que los ayudaran. Ellos se acercaron y llenaron tanto las dos barcas que comenzaron a hundirse.
Luc 5:8 Al ver esto, Simón Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: —¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador!
Luc 5:9 Es que él y todos sus compañeros estaban asombrados ante la pesca que habían hecho,
Luc 5:10 como también lo estaban Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. —No temas; desde ahora serás pescador de hombres —le dijo Jesús a Simón.
Luc 5:11 Así que llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, siguieron a Jesús.
Jesús limpia a un leproso
Luc 5:12
Jesús sana a un leproso
5:12-14—Mt 8:2-4; Mr 1:40-44
En otra ocasión, cuando Jesús estaba en un pueblo, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicó: —Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Luc 5:13 Jesús extendió la mano y tocó al hombre. —Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio! Y al instante se le quitó la lepra.
Luc 5:14 —No se lo digas a nadie —le ordenó Jesús—; sólo ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que sirva de testimonio.
Luc 5:15 Sin embargo, la fama de Jesús se extendía cada vez más, de modo que acudían a él multitudes para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades.
Luc 5:16 Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar.
Jesús sana a un paralítico
Luc 5:17
Jesús sana a un paralítico
5:18-26—Mt 9:2-8; Mr 2:3-12
Un día, mientras enseñaba, estaban sentados allí algunos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea, y también de Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para sanar a los enfermos.
Luc 5:18 Entonces llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico. Procuraron entrar para ponerlo delante de Jesús,
Luc 5:19 pero no pudieron a causa de la multitud. Así que subieron a la azotea y, separando las tejas, lo bajaron en la camilla hasta ponerlo en medio de la gente, frente a Jesús.
Luc 5:20 Al ver la fe de ellos, Jesús dijo: —Amigo, tus pecados quedan perdonados.
Luc 5:21 Los fariseos y los maestros de la ley comenzaron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»
Luc 5:22 Pero Jesús supo lo que estaban pensando y les dijo: —¿Por qué razonan así?
Luc 5:23 ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o “Levántate y anda” ?
Luc 5:24 Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
Luc 5:25 Al instante se levantó a la vista de todos, tomó la camilla en que había estado acostado, y se fue a su casa alabando a Dios.
Luc 5:26 Todos quedaron asombrados y ellos también alababan a Dios. Estaban llenos de temor y decían: «Hoy hemos visto maravillas.»
Jesús llama a Leví
Luc 5:27
Llamamiento de Leví
5:27-32—Mt 9:9-13; Mr 2:14-17
Después de esto salió Jesús y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba. —Sígueme —le dijo Jesús.
Luc 5:28 Y Leví se levantó, lo dejó todo y lo siguió.
Luc 5:29 Luego Leví le ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, y había allí un grupo numeroso de recaudadores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con ellos.
Luc 5:30 Pero los fariseos y los maestros de la ley que eran de la misma secta les reclamaban a los discípulos de Jesús: —¿Por qué comen y beben ustedes con recaudadores de impuestos y pecadores?
Luc 5:31 —No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos —les contestó Jesús—.
Luc 5:32 No he venido a llamar a justos sino a pecadores para que se arrepientan.
Una pregunta sobre el ayuno
Luc 5:33
Le preguntan a Jesús sobre el ayuno
5:33-39—Mt 9:14-17; Mr 2:18-22
Algunos dijeron a Jesús: —Los discípulos de Juan ayunan y oran con frecuencia, lo mismo que los discípulos de los fariseos, pero los tuyos se la pasan comiendo y bebiendo.
Luc 5:34 Jesús les replicó: —¿Acaso pueden obligar a los invitados del novio a que ayunen mientras él está con ellos?
Luc 5:35 Llegará el día en que se les quitará el novio; en aquellos días sí ayunarán.
Luc 5:36 Les contó esta parábola: —Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo.
Luc 5:37 Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán.
Luc 5:38 Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos.
Luc 5:39 Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor.”
Salmo 114
A la presencia de Dios tiembla la tierra
Sal 114:1
Cuando Israel, el pueblo de Jacob, salió de Egipto, de un pueblo extraño,
Sal 114:2 Judá se convirtió en el santuario de Dios; Israel llegó a ser su dominio.
Sal 114:3 Al ver esto, el mar huyó; el Jordán se volvió atrás.
Sal 114:4 Las montañas saltaron como carneros, los cerros saltaron como ovejas.
Sal 114:5 ¿Qué te pasó, mar, que huiste, y a ti, Jordán, que te volviste atrás?
Sal 114:6 ¿Y a ustedes montañas, que saltaron como carneros? ¿Y a ustedes cerros, que saltaron como ovejas?
Sal 114:7 ¡Tiembla, oh tierra, ante el Señor, tiembla ante el Dios de Jacob!
Sal 114:8 ¡Él convirtió la roca en un estanque, el pedernal en manantiales de agua!