Día 86
1 Samuel 28
Saúl y la médium de Endor
1Sa 28:1
Saúl y la adivina de Endor
Por aquel tiempo, los filisteos reunieron sus tropas para ir a la guerra contra Israel. Por lo tanto, Aquis le dijo a David: —Quiero que sepas que tú y tus hombres saldrán conmigo a la guerra.
1Sa 28:2 —Está bien —respondió David—. Ya verá Su Majestad de lo que es capaz este siervo suyo. —Si es así —añadió Aquis—, de ahora en adelante te nombro mi guardaespaldas.
1Sa 28:3 Ya Samuel había muerto. Todo Israel había hecho duelo por él, y lo habían enterrado en Ramá, que era su propio pueblo. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los adivinos y a los hechiceros.
1Sa 28:4 Los filisteos concentraron sus fuerzas y fueron a Sunén, donde acamparon. Saúl reunió entonces a los israelitas, y armaron su campamento en Guilboa.
1Sa 28:5 Pero cuando vio Saúl al ejército filisteo, le entró tal miedo que se descorazonó por completo.
1Sa 28:6 Por eso consultó al SEÑOR, pero él no le respondió ni en sueños, ni por el urim ni por los profetas.
1Sa 28:7 Por eso Saúl les ordenó a sus oficiales: —Búsquenme a una adivina, para que yo vaya a consultarla. —Pues hay una en Endor —le respondieron.
1Sa 28:8 Saúl se disfrazó con otra ropa y, acompañado de dos hombres, se fue de noche a ver a la mujer. —Quiero que evoques a un espíritu —le pidió Saúl—. Haz que se me aparezca el que yo te diga.
1Sa 28:9 —¿Acaso no sabe usted lo que ha hecho Saúl? —respondió la mujer—. ¡Ha expulsado del país a los adivinos y a los hechiceros! ¿Por qué viene usted a tenderme una trampa y exponerme a la muerte?
1Sa 28:10 —¡Tan cierto como que el SEÑOR vive, te juro que nadie te va a castigar por esto! —contestó Saúl.
1Sa 28:11 —¿A quién desea usted que yo haga aparecer? —preguntó la mujer. —Evócame a Samuel —respondió Saúl.
1Sa 28:12 Al ver a Samuel, la mujer pegó un grito. —¡Pero si usted es Saúl! ¿Por qué me ha engañado? —le reclamó.
1Sa 28:13 —No tienes nada que temer —dijo el rey—. Dime lo que has visto. —Veo un espíritu que sube[a] de la tierra —respondió ella.
1Sa 28:14 —¿Y qué aspecto tiene? —El de un anciano, que sube envuelto en un manto. Al darse cuenta Saúl de que era Samuel, se postró rostro en tierra.
1Sa 28:15 Samuel le dijo a Saúl: —¿Por qué me molestas, haciéndome subir? —Estoy muy angustiado —respondió Saúl—. Los filisteos me están atacando, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso decidí llamarte, para que me digas lo que debo hacer.
1Sa 28:16 Samuel le replicó: —Pero si el SEÑOR se ha alejado de ti y se ha vuelto tu enemigo, ¿por qué me consultas a mí?
1Sa 28:17 El SEÑOR ha cumplido lo que había anunciado por medio de mí: él te ha arrebatado de las manos el reino, y se lo ha dado a tu compañero David.
1Sa 28:18 Tú no obedeciste al SEÑOR, pues no llevaste a cabo la furia de su castigo contra los amalecitas; por eso él te condena hoy.
1Sa 28:19 El SEÑOR te entregará a ti y a Israel en manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos se unirán a mí, y el campamento israelita caerá en poder de los filisteos.
1Sa 28:20 Al instante Saúl se desplomó. Y es que estaba lleno de miedo por lo que Samuel le había dicho, además de que se moría de hambre, pues en toda la noche y en todo el día no había comido nada.
1Sa 28:21 Al verlo tan asustado, la mujer se le acercó y le dijo: —Yo, su servidora, le hice caso a usted y, por obedecer sus órdenes, me jugué la vida.
1Sa 28:22 Ahora yo le pido que me haga caso a mí. Déjeme traerle algún alimento para que coma; así podrá recuperarse y seguir su camino.
1Sa 28:23 Pero Saúl se negó a comer. Sin embargo, sus oficiales insistieron al igual que la mujer, y por fin consintió. Se levantó del suelo y tomó asiento.
1Sa 28:24 La mujer tenía en su casa un ternero gordo, al que mató en seguida. También amasó harina y horneó unos panes sin levadura.
1Sa 28:25 Luego les sirvió a Saúl y a sus oficiales. Esa misma noche, después de comer, todos ellos emprendieron el camino.
1 Samuel 29
Los filisteos rechazan a David
1Sa 29:1
Los filisteos desconfían de David
Los filisteos reunieron a todas sus tropas en Afec. Los israelitas, por su parte, acamparon junto al manantial que está en Jezrel.
1Sa 29:2 Los jefes filisteos avanzaban en compañías de cien y de mil soldados, seguidos de Aquis y de David y sus hombres.
1Sa 29:3 —Y estos hebreos, ¿qué hacen aquí? —preguntaron los generales filisteos. Aquis les respondió: —¿No se dan cuenta de que éste es David, quien antes estuvo al servicio de Saúl, rey de Israel? Hace ya más de un año que está conmigo, y desde el primer día que se unió a nosotros no he visto nada que me haga desconfiar de él.
1Sa 29:4 Pero los generales filisteos, enojados con Aquis, le ordenaron: —Despídelo; que regrese al lugar que le diste. No dejes que nos acompañe en la batalla, no sea que en medio del combate se vuelva contra nosotros. ¿Qué mejor manera tendría de reconciliarse con su señor, que llevándole las cabezas de estos soldados?
1Sa 29:5 ¿Acaso no es éste el David por quien danzaban, y en sus cantos decían: «Saúl mató a sus miles; pero David, a sus diez miles»?
1Sa 29:6 Ante esto, Aquis llamó a David y le dijo: —Tan cierto como que el SEÑOR vive, que tú eres un hombre honrado y me gustaría que me acompañaras en esta campaña. Desde el día en que llegaste, no he visto nada que me haga desconfiar de ti. Pero los jefes filisteos te miran con recelo.
1Sa 29:7 Así que, con mis mejores deseos, vuélvete a tu casa y no hagas nada que les desagrade.
1Sa 29:8 —Pero, ¿qué es lo que he hecho? —reclamó David—. ¿Qué falla ha visto Su Majestad en este servidor suyo desde el día en que entré a su servicio hasta hoy? ¿Por qué no me permiten luchar contra los enemigos de mi señor y rey?
1Sa 29:9 —Ya lo sé —respondió Aquis—. Para mí tú eres como un ángel de Dios. Sin embargo, los generales filisteos han decidido que no vayas con nosotros a la batalla.
1Sa 29:10 Por lo tanto, levántense mañana temprano, tú y los siervos de tu señor que vinieron contigo, y váyanse con la primera luz del día.
1Sa 29:11 Así que al día siguiente David y sus hombres se levantaron temprano para regresar al país filisteo. Por su parte, los filisteos avanzaron hacia Jezrel.
1 Samuel 30
Las esposas de David capturadas
1Sa 30:1
David derrota a los amalecitas
Al tercer día David y sus hombres llegaron a Siclag, pero se encontraron con que los amalecitas habían invadido la región del Néguev y con que, luego de atacar e incendiar a Siclag,
1Sa 30:2 habían tomado cautivos a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el más grande hasta el más pequeño. Sin embargo, no habían matado a nadie.
1Sa 30:3 Cuando David y sus hombres llegaron, encontraron que la ciudad había sido quemada, y que sus esposas, hijos e hijas habían sido llevados cautivos.
1Sa 30:4 David y los que estaban con él se pusieron a llorar y a gritar hasta quedarse sin fuerzas.
1Sa 30:5 También habían caído prisioneras dos esposas de David, la jezrelita Ajinoán y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel.
1Sa 30:6 David se alarmó, pues la tropa hablaba de apedrearlo; y es que todos se sentían amargados por la pérdida de sus hijos e hijas. Pero cobró ánimo y puso su confianza en el SEÑOR su Dios.
1Sa 30:7 Entonces le dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ajimélec: —Tráeme el efod. Tan pronto como Abiatar se lo trajo,
1Sa 30:8 David consultó al SEÑOR: —¿Debo perseguir a esa banda? ¿Los voy a alcanzar? —Persíguelos —le respondió el SEÑOR—. Vas a alcanzarlos, y rescatarás a los cautivos.
1Sa 30:9 David partió con sus seiscientos hombres hasta llegar al arroyo de Besor. Allí se quedaron rezagados
1Sa 30:10 doscientos hombres que estaban demasiado cansados para cruzar el arroyo. Así que David continuó la persecución con los cuatrocientos hombres restantes.
1Sa 30:11 Los hombres de David se encontraron en el campo con un egipcio, y se lo llevaron a David. Le dieron de comer y de beber,
1Sa 30:12 y le ofrecieron una torta de higo y dos tortas de uvas pasas, pues hacía tres días y tres noches que no había comido nada. En cuanto el egipcio comió, recobró las fuerzas.
1Sa 30:13 —¿A quién perteneces? —le preguntó David—. ¿De dónde vienes? —Soy egipcio —le respondió—, esclavo de un amalecita. Hace tres días caí enfermo, y mi amo me abandonó.
1Sa 30:14 Habíamos invadido la región sur de los quereteos, de Judá y de Caleb; también incendiamos Siclag.
1Sa 30:15 —Guíanos adonde están esos bandidos —le dijo David. —Júreme usted por Dios —suplicó el egipcio—que no me matará ni me entregará a mi amo. Con esa condición, lo llevo adonde está la banda.
David derrota a los amalecitas
1Sa 30:16 El egipcio los guió hasta los amalecitas, los cuales estaban dispersos por todo el campo, comiendo, bebiendo y festejando el gran botín que habían conseguido en el territorio filisteo y en el de Judá.
1Sa 30:17 David los atacó al amanecer y los combatió hasta la tarde del día siguiente. Los únicos que lograron escapar fueron cuatrocientos muchachos que huyeron en sus camellos.
1Sa 30:18 David pudo recobrar todo lo que los amalecitas se habían robado, y también rescató a sus dos esposas.
1Sa 30:19 Nada les faltó del botín, ni grande ni pequeño, ni hijos ni hijas, ni ninguna otra cosa de lo que les habían quitado.
1Sa 30:20 David también se apoderó de todas las ovejas y del ganado. La gente llevaba todo al frente y pregonaba: «¡Éste es el botín de David!»
1Sa 30:21 Luego David regresó al arroyo de Besor, donde se habían quedado los doscientos hombres que estaban demasiado cansados para seguirlo. Ellos salieron al encuentro de David y su gente, y David, por su parte, se acercó para saludarlos.
1Sa 30:22 Pero entre los que acompañaban a David había gente mala y perversa que reclamó: —Éstos no vinieron con nosotros, así que no vamos a darles nada del botín que recobramos. Que tome cada uno a su esposa y a sus hijos, y que se vaya.
1Sa 30:23 —No hagan eso, mis hermanos —les respondió David—. Fue el SEÑOR quien nos lo dio todo, y quien nos protegió y puso en nuestras manos a esa banda de maleantes que nos había atacado.
1Sa 30:24 ¿Quién va a estar de acuerdo con ustedes? Del botín participan tanto los que se quedan cuidando el bagaje como los que van a la batalla.
1Sa 30:25 Aquel día David estableció esa norma como ley en Israel, la cual sigue vigente hasta el día de hoy.
1Sa 30:26 Después de llegar a Siclag, David envió parte del botín a sus amigos que eran ancianos de Judá, con este mensaje: «Aquí tienen un regalo del botín que rescatamos de los enemigos del SEÑOR.»
1Sa 30:27 Recibieron ese regalo los ancianos de Betel, Ramot del Néguev, Jatir,
1Sa 30:28 Aroer, Sifmot, Estemoa,
1Sa 30:29 Racal, las ciudades de Jeramel, las ciudades quenitas
1Sa 30:30 de Jormá, Corasán, Atac,
1Sa 30:31 y Hebrón, y los ancianos de todos los lugares donde David y sus hombres habían vivido.
1 Samuel 31
La muerte de Saúl
1Sa 31:1
Muerte de Saúl
31:1-13—2S 1:4-12; 1Cr 10:1-12
Los filisteos fueron a la guerra contra Israel, y los israelitas huyeron ante ellos. Muchos cayeron muertos en el monte Guilboa.
1Sa 31:2 Entonces los filisteos se fueron en persecución de Saúl, y lograron matar a sus hijos Jonatán, Abinadab y Malquisúa.
1Sa 31:3 La batalla se intensificó contra Saúl, y los arqueros lo alcanzaron con sus flechas. Al verse gravemente herido,
1Sa 31:4 Saúl le dijo a su escudero: «Saca la espada y mátame, no sea que lo hagan esos incircuncisos cuando lleguen, y se diviertan a costa mía.» Pero el escudero estaba tan asustado que no quiso hacerlo, de modo que Saúl mismo tomó su espada y se dejó caer sobre ella.
1Sa 31:5 Cuando el escudero vio que Saúl caía muerto, también él se arrojó sobre su propia espada y murió con él.
1Sa 31:6 Así, en un mismo día murieron Saúl, sus tres hijos, su escudero y todos sus hombres.
1Sa 31:7 Cuando los israelitas que vivían al otro lado del valle y del Jordán vieron que el ejército de Israel había huido, y que Saúl y sus hijos habían muerto, también ellos abandonaron sus ciudades y se dieron a la fuga. Así fue como los filisteos las ocuparon.
1Sa 31:8 Al otro día, cuando los filisteos llegaron para despojar a los cadáveres, encontraron a Saúl y a sus hijos muertos en el monte Guilboa.
1Sa 31:9 Entonces lo decapitaron, le quitaron las armas, y enviaron mensajeros por todo el país filisteo para que proclamaran la noticia en el templo de sus ídolos y ante todo el pueblo.
1Sa 31:10 Sus armas las depositaron en el templo de la diosa Astarté, y su cadáver lo colgaron en el muro de Betsán.
1Sa 31:11 Cuando los habitantes de Jabés de Galaad se enteraron de lo que habían hecho los filisteos con Saúl,
1Sa 31:12 los más valientes de ellos caminaron toda la noche hacia Betsán, tomaron los cuerpos de Saúl y de sus hijos y, luego de bajarlos del muro, regresaron a Jabés. Allí los incineraron,
1Sa 31:13 y luego tomaron los huesos y los enterraron a la sombra del tamarisco de Jabés. Después de eso guardaron siete días de ayuno.
Salmo 86
Tu misericordia es grande para conmigo
Sal 86:1
Oración de David.
Atiéndeme, SEÑOR; respóndeme, pues pobre soy y estoy necesitado.
Sal 86:2 Presérvame la vida, pues te soy fiel. Tú eres mi Dios, y en ti confío; ¡salva a tu siervo!
Sal 86:3 Compadécete, Señor, de mí, porque a ti clamo todo el día.
Sal 86:4 Reconforta el espíritu de tu siervo, porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Sal 86:5 Tú, Señor, eres bueno y perdonador; grande es tu amor por todos los que te invocan.
Sal 86:6 Presta oído, SEÑOR, a mi oración; atiende a la voz de mi clamor.
Sal 86:7 En el día de mi angustia te invoco, porque tú me respondes.
Sal 86:8 No hay, SEÑOR, entre los dioses otro como tú, ni hay obras semejantes a las tuyas.
Sal 86:9 Todas las naciones que has creado vendrán, Señor, y ante ti se postrarán y glorificarán tu nombre.
Sal 86:10 Porque tú eres grande y haces maravillas; ¡sólo tú eres Dios!
Sal 86:11 Instrúyeme, SEÑOR, en tu camino para conducirme con fidelidad. Dame integridad de corazón para temer tu nombre.
Sal 86:12 Señor mi Dios, con todo el corazón te alabaré, y por siempre glorificaré tu nombre.
Sal 86:13 Porque grande es tu amor por mí: me has librado de caer en el sepulcro.
Sal 86:14 Gente altanera me ataca, oh Dios; una banda de asesinos procura matarme. ¡Son gente que no te toma en cuenta!
Sal 86:15 Pero tú, Señor, eres Dios clemente y compasivo, lento para la ira, y grande en amor y verdad.
Sal 86:16 Vuélvete hacia mí, y tenme compasión; concédele tu fuerza a este siervo tuyo. ¡Salva a tu hijo fiel![a]
Sal 86:17 Dame una muestra de tu amor, para que mis enemigos la vean y se avergüencen, porque tú, SEÑOR, me has brindado ayuda y consuelo.