Día 270
14 Jesús & el Reino
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Lucas 6
Jesús es Señor del día de reposo
Luc 6:1
Señor del sábado
6:1-11—Mt 12:1-14; Mr 2:23-3:6
Un sábado, al pasar Jesús por los sembrados, sus discípulos se pusieron a arrancar unas espigas de trigo, y las desgranaban para comérselas.
Luc 6:2 Por eso algunos de los fariseos les dijeron: —¿Por qué hacen ustedes lo que está prohibido hacer en sábado?
Luc 6:3 Jesús les contestó: —¿Nunca han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre?
Luc 6:4 Entró en la casa de Dios y, tomando los panes consagrados a Dios, comió lo que sólo a los sacerdotes les es permitido comer. Y les dio también a sus compañeros.
Luc 6:5 Entonces añadió: —El Hijo del hombre es Señor del sábado.
El hombre de la mano seca
Luc 6:6 Otro sábado entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada;
Luc 6:7 así que los maestros de la ley y los fariseos, buscando un motivo para acusar a Jesús, no le quitaban la vista de encima para ver si sanaría en sábado.
Luc 6:8 Pero Jesús, que sabía lo que estaban pensando, le dijo al hombre de la mano paralizada: —Levántate y ponte frente a todos. Así que el hombre se puso de pie. Entonces Jesús dijo a los otros:
Luc 6:9 —Voy a hacerles una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?
Luc 6:10 Jesús se quedó mirando a todos los que lo rodeaban, y le dijo al hombre: —Extiende la mano. Así lo hizo, y la mano le quedó restablecida.
Luc 6:11 Pero ellos se enfurecieron y comenzaron a discutir qué podrían hacer contra Jesús.
Los doce apóstoles
Luc 6:12
Los doce apóstoles
6:13-16—Mt 10:2-4; Mr 3:16-19; Hch 1:13
Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios.
Luc 6:13 Al llegar la mañana, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles:
Luc 6:14 Simón (a quien llamó Pedro), su hermano Andrés, Jacobo, Juan, Felipe, Bartolomé,
Luc 6:15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón, al que llamaban el Zelote,
Luc 6:16 Judas hijo de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
Jesús predica a una gran multitud
Luc 6:17
Bendiciones y ayes
6:20-23—Mt 5:3-12
Luego bajó con ellos y se detuvo en un llano. Había allí una gran multitud de sus discípulos y mucha gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón,
Luc 6:18 que habían llegado para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. Los que eran atormentados por espíritus malignos quedaban liberados;
Luc 6:19 así que toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía poder que sanaba a todos.
Las bienaventuranzas
Luc 6:20 Él entonces dirigió la mirada a sus discípulos y dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece.
Luc 6:21 Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír.
Luc 6:22 Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien[a] por causa del Hijo del hombre.
Luc 6:23 »Alégrense en aquel día y salten de gozo, pues miren que les espera una gran recompensa en el cielo. Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los profetas.
Jesús pronuncia ayes
Luc 6:24 »Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!
Luc 6:25 ¡Ay de ustedes los que ahora están saciados, porque sabrán lo que es pasar hambre! ¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque sabrán lo que es derramar lágrimas!
Luc 6:26 ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los falsos profetas.
Ama a tus enemigos
Luc 6:27
El amor a los enemigos
6:29-30—Mt 5:39-42
»Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian,
Luc 6:28 bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan.
Luc 6:29 Si alguien te pega en una mejilla, vuélvele también la otra. Si alguien te quita la camisa, no le impidas que se lleve también la capa.
Luc 6:30 Dale a todo el que te pida, y si alguien se lleva lo que es tuyo, no se lo reclames.
Luc 6:31 Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes.
Luc 6:32 »¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman? Aun los pecadores lo hacen así.
Luc 6:33 ¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así.
Luc 6:34 ¿Y qué mérito tienen ustedes al dar prestado a quienes pueden corresponderles? Aun los pecadores se prestan entre sí, esperando recibir el mismo trato.
Luc 6:35 Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.
Luc 6:36 Sean compasivos, así como su Padre es compasivo.
Juzgar a los demás
Luc 6:37
El juzgar a los demás
6:37-42—Mt 7:1-5
»No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará.
Luc 6:38 Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.»
Luc 6:39 También les contó esta parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
Luc 6:40 El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje, a lo sumo llega al nivel de su maestro.
Luc 6:41 »¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo?
Luc 6:42 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.
El árbol y su fruto
Luc 6:43
El árbol y su fruto
6:43-44—Mt 7:16, 18, 20
»Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo.
Luc 6:44 A cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
Luc 6:45 El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca.
Construye tu casa sobre la roca
Luc 6:46
El prudente y el insensato
6:47-49—Mt 7:24-27
»¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo?
Luc 6:47 Voy a decirles a quién se parece todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica:
Luc 6:48 Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca. De manera que cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida.
Luc 6:49 Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre que construyó una casa sobre tierra y sin cimientos. Tan pronto como la azotó el torrente, la casa se derrumbó, y el desastre fue terrible.»
Lucas 7
Jesús sana al siervo de un centurión
Luc 7:1
La fe del centurión
7:1-10—Mt 8:5-13
Cuando terminó de hablar al pueblo, Jesús entró en Capernaúm.
Luc 7:2 Había allí un centurión, cuyo siervo, a quien él estimaba mucho, estaba enfermo, a punto de morir.
Luc 7:3 Como oyó hablar de Jesús, el centurión mandó a unos dirigentes[a] de los judíos a pedirle que fuera a sanar a su siervo.
Luc 7:4 Cuando llegaron ante Jesús, le rogaron con insistencia: —Este hombre merece que le concedas lo que te pide:
Luc 7:5 aprecia tanto a nuestra nación, que nos ha construido una sinagoga.
Luc 7:6 Así que Jesús fue con ellos. No estaba lejos de la casa cuando el centurión mandó unos amigos a decirle: —Señor, no te tomes tanta molestia, pues no merezco que entres bajo mi techo.
Luc 7:7 Por eso ni siquiera me atreví a presentarme ante ti. Pero con una sola palabra que digas, quedará sano mi siervo.
Luc 7:8 Yo mismo obedezco órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
Luc 7:9 Al oírlo, Jesús se asombró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, comentó: —Les digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.
Luc 7:10 Al regresar a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
Jesús resucita al hijo de una viuda
Luc 7:11
Jesús resucita al hijo de una viuda
Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín.
Luc 7:12 Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población.
Luc 7:13 Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: —No llores.
Luc 7:14 Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: —Joven, ¡te ordeno que te levantes!
Luc 7:15 El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Luc 7:16 Todos se llenaron de temor y alababan a Dios. —Ha surgido entre nosotros un gran profeta —decían—. Dios ha venido en ayuda de[b] su pueblo.
Luc 7:17 Así que esta noticia acerca de Jesús se divulgó por toda Judea[c] y por todas las regiones vecinas.
Mensajeros de Juan el Bautista
Luc 7:18
Jesús y Juan el Bautista
7:18-35—Mt 11:2-19
Los discípulos de Juan le contaron todo esto. Él llamó a dos de ellos
Luc 7:19 y los envió al Señor a preguntarle: —¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?
Luc 7:20 Cuando se acercaron a Jesús, ellos le dijeron: —Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”
Luc 7:21 En ese mismo momento Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, dolencias y espíritus malignos, y les dio la vista a muchos ciegos.
Luc 7:22 Entonces les respondió a los enviados: —Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas.
Luc 7:23 Dichoso el que no tropieza por causa mía.
Luc 7:24 Cuando se fueron los enviados, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
Luc 7:25 Si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que se visten ostentosamente y llevan una vida de lujo están en los palacios reales.
Luc 7:26 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta.
Luc 7:27 Éste es de quien está escrito: »“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará el camino.”[d]
Luc 7:28 Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él.»
Luc 7:29 Al oír esto, todo el pueblo, y hasta los recaudadores de impuestos, reconocieron que el camino de Dios era justo, y fueron bautizados por Juan.
Luc 7:30 Pero los fariseos y los expertos en la ley no se hicieron bautizar por Juan, rechazando así el propósito de Dios respecto a ellos.[e]
Luc 7:31 «Entonces, ¿con qué puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen ellos?
Luc 7:32 Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros: »“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron; entonamos un canto fúnebre, y ustedes no lloraron.”
Luc 7:33 Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y ustedes dicen: “Tiene un demonio.”
Luc 7:34 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Éste es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.”
Luc 7:35 Pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen.»[f]
Una pecadora perdonada
Luc 7:36
Una mujer pecadora unge a Jesús
Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa.[g]
Luc 7:37 Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume.
Luc 7:38 Llorando, se arrojó a los pies de Jesús,[h] de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.
Luc 7:39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la que lo está tocando, y qué clase de mujer es: una pecadora.»
Luc 7:40 Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta: —Simón, tengo algo que decirte. —Dime, Maestro —respondió.
Luc 7:41 —Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata,[i] y el otro cincuenta.
Luc 7:42 Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?
Luc 7:43 —Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón. —Has juzgado bien —le dijo Jesús.
Luc 7:44 Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón: —¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos.
Luc 7:45 Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.
Luc 7:46 Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume.
Luc 7:47 Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados.[j] Pero a quien poco se le perdona, poco ama.
Luc 7:48 Entonces le dijo Jesús a ella: —Tus pecados quedan perdonados.
Luc 7:49 Los otros invitados comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Luc 7:50 —Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.
Salmo 115
A tu nombre da gloria
Sal 115:1
La gloria, SEÑOR, no es para nosotros; no es para nosotros sino para tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad.
Sal 115:2 ¿Por qué tienen que decirnos las naciones: «¿Dónde está su Dios?»
Sal 115:3 Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca.
Sal 115:4 Pero sus ídolos son de oro y plata, producto de manos humanas.
Sal 115:5 Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver;
Sal 115:6 tienen oídos, pero no pueden oír; nariz, pero no pueden oler;
Sal 115:7 tienen manos, pero no pueden palpar; pies, pero no pueden andar; ¡ni un solo sonido emite su garganta!
Sal 115:8 Semejantes a ellos son sus hacedores, y todos los que confían en ellos.
Sal 115:9 Pueblo de Israel, confía en el SEÑOR; él es tu ayuda y tu escudo.
Sal 115:10 Descendientes de Aarón, confíen en el SEÑOR; él es su ayuda y su escudo.
Sal 115:11 Los que temen al SEÑOR, confíen en él; él es su ayuda y su escudo.
Sal 115:12 El SEÑOR nos recuerda y nos bendice: bendice al pueblo de Israel, bendice a los descendientes de Aarón,
Sal 115:13 bendice a los que temen al SEÑOR, bendice a grandes y pequeños.
Sal 115:14 Que el SEÑOR multiplique la descendencia de ustedes y de sus hijos.
Sal 115:15 Que reciban bendiciones del SEÑOR, creador del cielo y de la tierra.
Sal 115:16 Los cielos le pertenecen al SEÑOR, pero a la humanidad le ha dado la tierra.
Sal 115:17 Los muertos no alaban al SEÑOR, ninguno de los que bajan al silencio.
Sal 115:18 Somos nosotros los que alabamos al SEÑOR desde ahora y para siempre. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!