Día 107

07 El Auge y Caída del Reino de Israel

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2 Reyes 20

Enfermedad y recuperación de Ezequías

2Re 20:1

Enfermedad de Ezequías

20:1-11—2Cr 32:24-26; Is 38:1-8

Por aquellos días Ezequías se enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. El profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: «Así dice el SEÑOR: “Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás.” »

2Re 20:2 Ezequías volvió el rostro hacia la pared y le rogó al SEÑOR:

2Re 20:3 «Recuerda, SEÑOR, que yo me he conducido delante de ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que te agrada.» Y Ezequías lloró amargamente.

2Re 20:4 No había salido Isaías del patio central, cuando le llegó la palabra del SEÑOR:

2Re 20:5 «Regresa y dile a Ezequías, gobernante de mi pueblo, que así dice el SEÑOR, Dios de su antepasado David: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a sanarte, y en tres días podrás subir al templo del SEÑOR.

2Re 20:6 Voy a darte quince años más de vida. Y a ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad por mi causa y por consideración a David mi siervo.” »

2Re 20:7 Entonces Isaías dijo: «Preparen una pasta de higos.» Así lo hicieron; luego se la aplicaron al rey en la llaga, y se recuperó.

2Re 20:8 Ezequías le había preguntado al profeta: —¿Qué señal recibiré de que el SEÑOR me sanará, y de que en tres días podré subir a su templo?

2Re 20:9 Isaías le contestó: —Ésta es la señal que te dará el SEÑOR para confirmar lo que te ha prometido: la sombra ha avanzado diez gradas; ¿podrá retroceder diez?

2Re 20:10 —Es fácil que la sombra se alargue diez gradas —replicó Ezequías—, pero no que vuelva atrás.

2Re 20:11 Entonces el profeta Isaías invocó al SEÑOR, y el SEÑOR hizo que la sombra retrocediera diez gradas en la escala de Acaz.

Ezequías y los emisarios babilonios

2Re 20:12

Mensajeros de Babilonia

20:12-19—Is 39:1-8

20:20-21—2Cr 32:32-33

En aquel tiempo Merodac[a] Baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, le envió cartas y un regalo a Ezequías, porque supo que había estado enfermo.

2Re 20:13 Ezequías se alegró[b] al recibir esto, y les mostró a los mensajeros todos sus tesoros: la plata, el oro, las especias, el aceite fino, su arsenal y todo lo que había en ellos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que Ezequías no les mostrara.

2Re 20:14 Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey Ezequías y le preguntó: —¿Qué querían esos hombres? ¿De dónde vinieron? —De un país lejano —respondió Ezequías—. Vinieron a verme desde Babilonia.

2Re 20:15 —¿Y qué vieron en tu palacio? —preguntó el profeta. —Vieron todo lo que hay en él —contestó Ezequías—. No hay nada en mis tesoros que yo no les haya mostrado.

2Re 20:16 Entonces Isaías le dijo: —Oye la palabra del SEÑOR:

2Re 20:17 Sin duda vendrán días en que todo lo que hay en tu palacio, y todo lo que tus antepasados atesoraron hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará nada —dice el SEÑOR—.

2Re 20:18 Y algunos de tus hijos y de tus descendientes serán llevados para servir como eunucos en el palacio del rey de Babilonia.

2Re 20:19 —El mensaje del SEÑOR que tú me has traído es bueno —respondió Ezequías. Y es que pensaba: «Al menos mientras yo viva, sin duda que habrá paz y seguridad.»

2Re 20:20 Los demás acontecimientos del reinado de Ezequías, y todo su poderío y cómo construyó el estanque y el acueducto que llevaba agua a la ciudad, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá.

2Re 20:21 Ezequías murió, y su hijo Manasés lo sucedió en el trono.

2 Reyes 21

Manasés rey de Judá

2Re 21:1

Manasés, rey de Judá

21:1-10—2Cr 33:1-10

21:17-18—2Cr 33:18-20

Manasés tenía doce años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años. Su madre era Hepsiba.

2Re 21:2 Manasés hizo lo que ofende al SEÑOR, pues practicaba las repugnantes ceremonias de las naciones que el SEÑOR había expulsado delante de los israelitas.

2Re 21:3 Reconstruyó los altares paganos que su padre Ezequías había destruido; además, erigió otros altares en honor de Baal e hizo una imagen de la diosa Aserá, como lo había hecho Acab, rey de Israel. Se postró ante todos los astros del cielo y los adoró.

2Re 21:4 Construyó altares en el templo del SEÑOR, lugar del cual el SEÑOR había dicho: «Jerusalén será el lugar donde yo habite.»

2Re 21:5 En ambos atrios del templo del SEÑOR construyó altares en honor de los astros del cielo.

2Re 21:6 Sacrificó en el fuego a su propio hijo, practicó la magia y la hechicería, y consultó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende al SEÑOR, provocando así su ira.

2Re 21:7 Tomó la imagen de la diosa Aserá que él había hecho, y la puso en el templo, lugar del cual el SEÑOR había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo en Jerusalén, la ciudad que he escogido de entre todas las tribus de Israel, he decidido habitar para siempre.

2Re 21:8 Nunca más dejaré que los israelitas anden perdidos fuera de la tierra que les di a sus antepasados, siempre y cuando tengan cuidado de cumplir todo lo que yo les he ordenado, es decir, toda la ley que les dio mi siervo Moisés.»

2Re 21:9 Pero no hicieron caso; Manasés los descarrió, de modo que se condujeron peor que las naciones que el SEÑOR destruyó delante de ellos.

Denunciada la idolatría de Manasés

2Re 21:10 Por lo tanto, el SEÑOR dijo por medio de sus siervos los profetas:

2Re 21:11 «Como Manasés, rey de Judá, ha practicado estas repugnantes ceremonias y se ha conducido peor que los amorreos que lo precedieron, haciendo que los israelitas pequen con los ídolos que él hizo,

2Re 21:12 así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Voy a enviar tal desgracia sobre Jerusalén y Judá, que a todo el que lo oiga le quedará retumbando en los oídos.

2Re 21:13 Extenderé sobre Jerusalén el mismo cordel con que medí a Samaria, y la misma plomada con que señalé a la familia de Acab. Voy a tratar a Jerusalén como se hace con un plato que se restriega y se pone boca abajo.

2Re 21:14 Abandonaré al resto de mi heredad, entregando a mi pueblo en manos de sus enemigos, que lo saquearán y lo despojarán.

2Re 21:15 Porque los israelitas han hecho lo que me ofende, y desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto hasta hoy me han provocado.” »

2Re 21:16 Además del pecado que hizo cometer a Judá, haciendo así lo que ofende al SEÑOR, Manasés derramó tanta sangre inocente que inundó a Jerusalén de un extremo a otro.

2Re 21:17 Los demás acontecimientos del reinado de Manasés, y todo lo que hizo, incluso el pecado que cometió, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá.

2Re 21:18 Manasés murió y fue sepultado en su palacio, en el jardín de Uza. Y su hijo Amón lo sucedió en el trono.

Amón rey de Judá

2Re 21:19

Amón, rey de Judá

21:19-24—2Cr 33:21-25

Amón tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dos años. Su madre era Mesulémet hija de Jaruz, oriunda de Jotba.

2Re 21:20 Amón hizo lo que ofende al SEÑOR, como lo había hecho su padre Manasés.

2Re 21:21 En todo siguió el mal ejemplo de su padre, adorando e inclinándose ante los ídolos que éste había adorado.

2Re 21:22 Así que abandonó al SEÑOR, Dios de sus antepasados, y no anduvo en el camino del SEÑOR.

2Re 21:23 Los ministros del rey Amón conspiraron contra él, y lo asesinaron en su palacio.

2Re 21:24 Entonces el pueblo mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón, y en su lugar proclamaron rey a su hijo Josías.

2Re 21:25 Los demás acontecimientos del reinado de Amón están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá.

2Re 21:26 Amón fue sepultado en su sepulcro, en el jardín de Uza. Y su hijo Josías lo sucedió en el trono.

2 Reyes 22

Josías rey de Judá

2Re 22:1

Josías, rey de Judá

22:1-20—2Cr 34:1-2, 8-28

Josías tenía ocho años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén treinta y un años. Su madre era Jedidá hija de Adaías, oriunda de Boscat.

2Re 22:2 Josías hizo lo que agrada al SEÑOR, pues en todo siguió el buen ejemplo de su antepasado David; no se desvió de él en el más mínimo detalle.

Josías repara el templo

2Re 22:3 En el año dieciocho de su reinado, el rey Josías mandó a su cronista Safán, hijo de Asalías y nieto de Mesulán, que fuera al templo del SEÑOR. Le dijo:

2Re 22:4 «Preséntate ante el sumo sacerdote Jilquías y encárgale que recoja el dinero que el pueblo ha llevado al templo del SEÑOR y ha entregado a los porteros.

2Re 22:5 Ordena que ahora se les entregue el dinero a los que supervisan la restauración del templo del SEÑOR, para pagarles a los trabajadores que lo están reparando.

2Re 22:6 Que les paguen a los carpinteros, a los maestros de obra y a los albañiles, y que compren madera y piedras de cantería para restaurar el templo.

2Re 22:7 Pero no les pidan cuentas a los que están encargados de pagar, pues ellos proceden con toda honradez.»

Hilcías halla el libro de la ley

2Re 22:8 El sumo sacerdote Jilquías le dijo al cronista Safán: «He encontrado el libro de la ley en el templo del SEÑOR.» Entonces se lo entregó a Safán, y éste, después de leerlo,

2Re 22:9 fue y le informó al rey: —Los ministros de Su Majestad han recogido el dinero[a] que estaba en el templo del SEÑOR, y se lo han entregado a los trabajadores y a los supervisores.

2Re 22:10 El cronista Safán también le informó al rey que el sumo sacerdote Jilquías le había entregado un libro, el cual leyó en su presencia.

2Re 22:11 Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, se rasgó las vestiduras

2Re 22:12 y dio esta orden a Jilquías el sacerdote, a Ajicán hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, a Safán el cronista, y a Asaías, su ministro personal:

2Re 22:13 —Vayan a consultar al SEÑOR por mí, por el pueblo y por todo Judá con respecto a lo que dice este libro que se ha encontrado. Sin duda que la gran ira del SEÑOR arde contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron lo que dice este libro ni actuaron según lo que está prescrito para nosotros.

2Re 22:14 Así que Jilquías el sacerdote, Ajicán, Acbor, Safán y Asaías fueron a consultar a la profetisa Huldá, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticvá y nieto de Jarjás.

2Re 22:15 Huldá les contestó: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Díganle al que los ha enviado

2Re 22:16 que yo, el SEÑOR, les advierto: ‘Voy a enviar desgracia sobre este lugar y sus habitantes, según todo lo que dice el libro que ha leído el rey de Judá.

2Re 22:17 Ellos me han abandonado; han quemado incienso a otros dioses y me han provocado a ira con todos sus ídolos.[b] Por eso mi ira arde contra este lugar, y no se apagará.’

2Re 22:18 Pero al rey de Judá, que los envió para consultarme, díganle que en lo que atañe a las palabras que él ha oído, yo, el SEÑOR, Dios de Israel, afirmo:

2Re 22:19 ‘Como te has conmovido y humillado ante el SEÑOR al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, que serían asolados y malditos; y como te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, yo te he escuchado. Yo, el SEÑOR, lo afirmo.

2Re 22:20 Por lo tanto, te reuniré con tus antepasados, y serás sepultado en paz. Tus ojos no verán la desgracia que enviaré sobre este lugar.’” » Así que ellos regresaron para informar al rey.

Salmo 107

Díganlo los redimidos del Señor

Sal 107:1

Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.

Sal 107:2 Que lo digan los redimidos del SEÑOR, a quienes redimió del poder del adversario,

Sal 107:3 a quienes reunió de todos los países, de oriente y de occidente, del norte y del sur.[a]

Sal 107:4 Vagaban perdidos por parajes desiertos, sin dar con el camino a una ciudad habitable.

Sal 107:5 Hambrientos y sedientos, la vida se les iba consumiendo.

Sal 107:6 En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los libró de su aflicción.

Sal 107:7 Los llevó por el camino recto hasta llegar a una ciudad habitable.

Sal 107:8 ¡Que den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!

Sal 107:9 ¡Él apaga la sed del sediento, y sacia con lo mejor al hambriento!

Sal 107:10 Afligidos y encadenados, habitaban en las más densas tinieblas

Sal 107:11 por haberse rebelado contra las palabras de Dios, por menospreciar los designios del Altísimo.

Sal 107:12 Los sometió[b] a trabajos forzados; tropezaban, y no había quien los ayudara.

Sal 107:13 En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los salvó de su aflicción.

Sal 107:14 Los sacó de las sombras tenebrosas y rompió en pedazos sus cadenas.

Sal 107:15 ¡Que den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!

Sal 107:16 ¡Él hace añicos las puertas de bronce y rompe en mil pedazos las barras de hierro!

Sal 107:17 Trastornados por su rebeldía, afligidos por su iniquidad,

Sal 107:18 todo alimento les causaba asco. ¡Llegaron a las puertas mismas de la muerte!

Sal 107:19 En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los salvó de su aflicción.

Sal 107:20 Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.

Sal 107:21 ¡Que den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!

Sal 107:22 ¡Que ofrezcan sacrificios de gratitud, y jubilosos proclamen sus obras!

Sal 107:23 Se hicieron a la mar en sus barcos; para comerciar surcaron las muchas aguas.

Sal 107:24 Allí, en las aguas profundas, vieron las obras del SEÑOR y sus maravillas.

Sal 107:25 Habló Dios, y se desató un fuerte viento que tanto encrespó las olas

Sal 107:26 que subían a los cielos y bajaban al abismo. Ante el peligro, ellos perdieron el coraje.

Sal 107:27 Como ebrios tropezaban, se tambaleaban; de nada les valía toda su pericia.

Sal 107:28 En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los sacó de su aflicción.

Sal 107:29 Cambió la tempestad en suave brisa: se sosegaron las olas del mar.

Sal 107:30 Ante esa calma se alegraron, y Dios los llevó al puerto anhelado.

Sal 107:31 ¡Que den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!

Sal 107:32 ¡Que lo exalten en la asamblea del pueblo! ¡Que lo alaben en el consejo de los ancianos!

Sal 107:33 Dios convirtió los ríos en desiertos, los manantiales en tierra seca,

Sal 107:34 los fértiles terrenos en tierra salitrosa, por la maldad de sus habitantes.

Sal 107:35 Convirtió el desierto en fuentes de agua, la tierra seca en manantiales;

Sal 107:36 hizo habitar allí a los hambrientos, y ellos fundaron una ciudad habitable.

Sal 107:37 Sembraron campos, plantaron viñedos, obtuvieron abundantes cosechas.

Sal 107:38 Dios los bendijo y se multiplicaron, y no dejó que menguaran sus rebaños.

Sal 107:39 Pero si merman y son humillados, es por la opresión, la maldad y la aflicción.

Sal 107:40 Dios desdeña a los nobles y los hace vagar por desiertos sin senderos.

Sal 107:41 Pero a los necesitados los saca de su miseria, y hace que sus familias crezcan como rebaños.

Sal 107:42 Los rectos lo verán y se alegrarán, pero todos los impíos serán acallados.

Sal 107:43 Quien sea sabio, que considere estas cosas y entienda bien el gran amor del SEÑOR.