Día 96
1 Reyes 8
Se introduce el arca en el templo
1Re 8:1
Traslado del arca al templo
8:1-21—2Cr 5:2-6:11
Entonces el rey Salomón mandó que los ancianos de Israel, y todos los jefes de las tribus y los patriarcas de las familias israelitas, se congregaran ante él en Jerusalén para trasladar el arca del pacto del SEÑOR desde Sión, la Ciudad de David.
1Re 8:2 Así que en el mes de etanim, durante la fiesta del mes séptimo, todos los israelitas se congregaron ante el rey Salomón.
1Re 8:3 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes alzaron el arca.
1Re 8:4 Con la ayuda de los levitas, trasladaron el arca del SEÑOR junto con la Tienda de reunión y con todos los utensilios sagrados que había en ella.
1Re 8:5 El rey Salomón y toda la asamblea de Israel reunida con él delante del arca sacrificaron ovejas y bueyes en tal cantidad que fue imposible llevar la cuenta.
1Re 8:6 Luego los sacerdotes llevaron el arca del pacto del SEÑOR a su lugar en el santuario interior del templo, que es el Lugar Santísimo, y la pusieron bajo las alas de los querubines.
1Re 8:7 Con sus alas extendidas sobre ese lugar, los querubines cubrían el arca y sus travesaños.
1Re 8:8 Los travesaños eran tan largos que sus extremos se podían ver desde el Lugar Santo, delante del Lugar Santísimo, aunque no desde afuera; y ahí han permanecido hasta hoy.
1Re 8:9 En el arca sólo estaban las dos tablas de piedra que Moisés había colocado en ella en Horeb, donde el SEÑOR hizo un pacto con los israelitas después de que salieron de Egipto.
1Re 8:10 Cuando los sacerdotes se retiraron del Lugar Santo, la nube llenó el templo del SEÑOR.
1Re 8:11 Y por causa de la nube, los sacerdotes no pudieron celebrar el culto, pues la gloria del SEÑOR había llenado el templo.
Salomón bendice al Señor
1Re 8:12 Entonces Salomón declaró: «SEÑOR, tú has dicho que habitarías en la oscuridad de una nube,
1Re 8:13 y yo te he construido un excelso templo, un lugar donde habites para siempre.»
1Re 8:14 Luego se puso de frente para bendecir a toda la asamblea de Israel que estaba allí de pie,
1Re 8:15 y dijo: «Bendito sea el SEÑOR, Dios de Israel, que con su mano ha cumplido ahora lo que con su boca le había prometido a mi padre David cuando le dijo:
1Re 8:16 “Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo Israel, no elegí ninguna ciudad de las tribus de Israel para que en ella se me construyera un templo donde yo habitara, sino que elegí a David para que gobernara a mi pueblo Israel.”
1Re 8:17 »Pues bien, mi padre David tuvo mucho interés en construir un templo en honor del SEÑOR, Dios de Israel,
1Re 8:18 pero el SEÑOR le dijo: “Me agrada que te hayas interesado en construir un templo en mi honor.
1Re 8:19 Sin embargo, no serás tú quien me lo construya, sino un hijo de tus entrañas; él será quien construya el templo en mi honor.”
1Re 8:20 »Ahora el SEÑOR ha cumplido su promesa: Tal como lo prometió, he sucedido a mi padre David en el trono de Israel y he construido el templo en honor del SEÑOR, Dios de Israel.
1Re 8:21 Allí he fijado un lugar para el arca, en la cual está el pacto que el SEÑOR hizo con nuestros antepasados cuando los sacó de Egipto.»
Oración de dedicación de Salomón
1Re 8:22
Oración de Salomón
8:22-53—2Cr 6:12-40
A continuación, Salomón se puso delante del altar del SEÑOR y, en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos hacia el cielo
1Re 8:23 y dijo: «SEÑOR, Dios de Israel, no hay Dios como tú arriba en el cielo ni abajo en la tierra, pues tú cumples tu pacto de amor con quienes te sirven y te siguen de todo corazón.
1Re 8:24 Has llevado a cabo lo que le dijiste a tu siervo David, mi padre; y este día has cumplido con tu mano lo que con tu boca le prometiste.
1Re 8:25 »Ahora, SEÑOR, Dios de Israel, cumple también la promesa que le hiciste a tu siervo, mi padre David, cuando le dijiste: “Si tus hijos observan una buena conducta y me siguen como tú lo has hecho, nunca te faltará un descendiente que ocupe el trono de Israel en mi presencia.”
1Re 8:26 Dios de Israel, ¡confirma ahora la promesa que le hiciste a mi padre David, tu siervo!
1Re 8:27 »Pero ¿será posible, Dios mío, que tú habites en la tierra? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido!
1Re 8:28 Sin embargo, SEÑOR mi Dios, atiende a la oración y a la súplica de este siervo tuyo. Oye el clamor y la oración que hoy elevo en tu presencia.
1Re 8:29 ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre este templo, el lugar donde decidiste habitar, para que oigas la oración que tu siervo te eleva aquí!
1Re 8:30 Oye la súplica de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Oye desde el cielo, donde habitas; ¡escucha y perdona!
1Re 8:31 »Si alguien peca contra su prójimo y se le exige venir a este templo para jurar ante tu altar,
1Re 8:32 óyelo tú desde el cielo y juzga a tus siervos. Condena al culpable, y haz que reciba su merecido; absuelve al inocente, y vindícalo por su rectitud.
1Re 8:33 »Cuando tu pueblo Israel sea derrotado por el enemigo por haber pecado contra ti, si luego se vuelve a ti para honrar tu nombre, y ora y te suplica en este templo,
1Re 8:34 óyelo tú desde el cielo, y perdona su pecado y hazlo regresar a la tierra que les diste a sus antepasados.
1Re 8:35 »Cuando tu pueblo peque contra ti y tú lo aflijas cerrando el cielo para que no llueva, si luego ellos oran en este lugar y honran tu nombre y se arrepienten de su pecado,
1Re 8:36 óyelos tú desde el cielo y perdona el pecado de tus siervos, de tu pueblo Israel. Guíalos para que sigan el buen camino, y envía la lluvia sobre esta tierra, que es tuya, pues tú se la diste a tu pueblo por herencia.
1Re 8:37 »Cuando en el país haya hambre, peste, sequía, o plagas de langostas o saltamontes en los sembrados, o cuando el enemigo sitie alguna de nuestras ciudades; en fin, cuando venga cualquier calamidad o enfermedad,
1Re 8:38 si luego cada israelita, consciente de su propia culpa,[a] extiende sus manos hacia este templo, y ora y te suplica,
1Re 8:39 óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y perdónalo. Trata a cada uno según su conducta, la cual tú conoces, puesto que sólo tú escudriñas el corazón humano.
1Re 8:40 Así todos tendrán temor de ti mientras vivan en la tierra que les diste a nuestros antepasados.
1Re 8:41 »Trata de igual manera al extranjero que no pertenece a tu pueblo Israel, pero que atraído por tu fama ha venido de lejanas tierras.
1Re 8:42 (En efecto, los pueblos oirán hablar de tu gran nombre y de tus despliegues de fuerza y poder.) Cuando ese extranjero venga y ore en este templo,
1Re 8:43 óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y concédele cualquier petición que te haga. Así todos los pueblos de la tierra conocerán tu nombre y, al igual que tu pueblo Israel, tendrán temor de ti y comprenderán que en este templo que he construido se invoca tu nombre.
1Re 8:44 »SEÑOR, cuando saques a tu pueblo para combatir a sus enemigos, sea donde sea, si el pueblo ora a ti y dirige la mirada hacia la ciudad que has escogido, hacia el templo que he construido en tu honor,
1Re 8:45 oye tú desde el cielo su oración y su súplica, y defiende su causa.
1Re 8:46 »Ya que no hay ser humano que no peque, si tu pueblo peca contra ti, y tú te enojas con ellos y los entregas al enemigo para que se los lleven cautivos a otro país, lejano o cercano,
1Re 8:47 si en el destierro, en el país de los vencedores, se arrepienten y se vuelven a ti, y oran a ti diciendo: “Somos culpables, hemos pecado, hemos hecho lo malo”,
1Re 8:48 y allá en la tierra de sus enemigos que los tomaron cautivos se vuelven a ti de todo corazón y con toda el alma, y oran a ti y dirigen la mirada hacia la tierra que les diste a sus antepasados, hacia la ciudad que has escogido y hacia el templo que he construido en tu honor,
1Re 8:49 oye tú su oración y su súplica desde el cielo, donde habitas, y defiende su causa.
1Re 8:50 Perdona a tu pueblo, que ha pecado contra ti; perdona todas las ofensas que te haya infligido. Haz que sus enemigos le muestren clemencia,
1Re 8:51 pues Israel es tu pueblo y tu heredad; ¡tú lo sacaste de aquel horno de fundición que es Egipto!
1Re 8:52 »¡Dígnate mantener atentos tus oídos[b] a la súplica de este siervo tuyo y de tu pueblo Israel! ¡Escúchalos cada vez que te invoquen!
1Re 8:53 Tú los apartaste de todas las naciones del mundo para que fueran tu heredad. Así lo manifestaste por medio de tu siervo Moisés cuando tú, SEÑOR y Dios, sacaste de Egipto a nuestros antepasados.»
Bendición de Salomón
1Re 8:54 Salomón había estado ante el altar del SEÑOR, de rodillas y con las manos extendidas hacia el cielo. Cuando terminó de orar y de hacer esta súplica al SEÑOR, se levantó
1Re 8:55 y, puesto de pie, bendijo en voz alta a toda la asamblea de Israel, diciendo:
1Re 8:56 «¡Bendito sea el SEÑOR, que conforme a sus promesas ha dado descanso a su pueblo Israel! No ha dejado de cumplir ni una sola de las gratas promesas que hizo por medio de su siervo Moisés.
1Re 8:57 Que el SEÑOR nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros antepasados; que nunca nos deje ni nos abandone.
1Re 8:58 Que incline nuestro corazón hacia él, para que sigamos todos sus caminos y cumplamos los mandamientos, decretos y leyes que les dio a nuestros antepasados.
1Re 8:59 Y que día y noche el SEÑOR tenga presente todo lo que le he suplicado, para que defienda la causa de este siervo suyo y la de su pueblo Israel, según la necesidad de cada día.
1Re 8:60 Así todos los pueblos de la tierra sabrán que el SEÑOR es Dios, y que no hay otro.
1Re 8:61 Y ahora, dedíquense por completo al SEÑOR nuestro Dios; vivan según sus decretos y cumplan sus mandamientos, como ya lo hacen.»
Sacrificios de Salomón
1Re 8:62
Dedicación del templo
8:62-66—2Cr 7:1-10
Entonces el rey, con todo Israel, ofreció sacrificios en presencia del SEÑOR.
1Re 8:63 Como sacrificio de comunión, Salomón ofreció al SEÑOR veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así fue como el rey y todos los israelitas dedicaron el templo del SEÑOR.
1Re 8:64 Aquel mismo día el rey consagró la parte central del atrio, que está frente al templo del SEÑOR, y allí presentó los holocaustos, las ofrendas de cereales y la grasa de los sacrificios de comunión, ya que el altar de bronce que estaba ante el SEÑOR era pequeño y no había espacio para todos estos sacrificios y ofrendas.
1Re 8:65 Y así, en presencia del SEÑOR, Salomón y todo Israel celebraron la fiesta durante siete días, extendiéndola luego siete días más: ¡catorce días de fiesta en total! A la fiesta llegó gente de todas partes, desde Lebó Jamat[c] hasta el río de Egipto, y se formó una gran asamblea.
1Re 8:66 Al final, Salomón despidió al pueblo, y ellos bendijeron al rey y regresaron a sus casas, contentos y llenos de alegría por todo el bien que el SEÑOR había hecho en favor de su siervo David y de su pueblo Israel.
1 Reyes 9
El Señor se aparece a Salomón
1Re 9:1
Pacto de Dios con Salomón
9:1-9—2Cr 7:11-22
Cuando Salomón terminó de construir el templo del SEÑOR y el palacio real, cumpliendo así todos sus propósitos y deseos,
1Re 9:2 el SEÑOR se le apareció por segunda vez, como lo había hecho en Gabaón,
1Re 9:3 y le dijo: «He oído la oración y la súplica que me has hecho. Consagro este templo que tú has construido para que yo habite en él por siempre. Mis ojos y mi corazón siempre estarán allí.
1Re 9:4 »En cuanto a ti, si me sigues con integridad y rectitud de corazón, como lo hizo tu padre David, y me obedeces en todo lo que yo te ordene y cumples mis decretos y leyes,
1Re 9:5 yo afirmaré para siempre tu trono en el reino de Israel, como le prometí a tu padre David cuando le dije: “Nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel.”
1Re 9:6 »Pero si ustedes o sus hijos dejan de cumplir los mandamientos y decretos que les he dado, y se apartan de mí para servir y adorar a otros dioses,
1Re 9:7 yo arrancaré a Israel de la tierra que le he dado y repudiaré el templo que he consagrado en mi honor. Entonces Israel será el hazmerreír de todos los pueblos.
1Re 9:8 Y aunque ahora este templo es imponente, llegará el día en que todo el que pase frente a él quedará asombrado y, en son de burla, preguntará: “¿Por qué el SEÑOR ha tratado así a este país y a este templo?”
1Re 9:9 Y le responderán: “Porque abandonaron al SEÑOR su Dios, que sacó de Egipto a sus antepasados, los israelitas, y se echaron en los brazos de otros dioses, a los cuales adoraron y sirvieron. Por eso el SEÑOR ha dejado que les sobrevenga tanto desastre.” »
Otros hechos de Salomón
1Re 9:10
Otras actividades de Salomón
9:10-28—2Cr 8:1-18
Veinte años tardó el rey Salomón en construir los dos edificios, es decir, el templo del SEÑOR y el palacio real,
1Re 9:11 después de lo cual le dio a Hiram, rey de Tiro, veinte ciudades en Galilea, porque Hiram lo había abastecido con todo el cedro, el pino y el oro que quiso.
1Re 9:12 Sin embargo, cuando Hiram salió de Tiro y fue a ver las ciudades que Salomón le había dado, no quedó satisfecho con ellas.
1Re 9:13 «Hermano mío —protestó Hiram—, ¿qué clase de ciudades son éstas que me has dado?» De modo que llamó a esa región Cabul,[a] nombre que conserva hasta hoy.
1Re 9:14 Hiram, por su parte, le había enviado a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos[b] de oro.
1Re 9:15 En cuanto al trabajo forzado, el rey Salomón reunió trabajadores para construir el templo del SEÑOR, su propio palacio, los terraplenes,[c] el muro de Jerusalén, y Jazor, Meguido y Guézer.
1Re 9:16 El faraón, rey de Egipto, había atacado y tomado Guézer a sangre y fuego, matando a sus habitantes cananeos. Luego, como regalo de bodas, le dio esta ciudad a su hija, la esposa de Salomón.
1Re 9:17 Por eso Salomón reconstruyó las ciudades de Guézer, Bet Jorón la de abajo,
1Re 9:18 Balat y Tadmor,[d] en el desierto del país,
1Re 9:19 así como todos sus lugares de almacenamiento, los cuarteles para sus carros de combate y para su caballería, y cuanto quiso construir en Jerusalén, en el Líbano y en todo el territorio bajo su dominio.
1Re 9:20 A los descendientes de los pueblos no israelitas (es decir, a los amorreos, hititas, ferezeos, heveos y jebuseos,
1Re 9:21 pueblos que quedaron en el país porque los israelitas no pudieron destruirlos), Salomón los sometió a trabajos forzados, y así continúan hasta el día de hoy.
1Re 9:22 Pero a los israelitas Salomón no los convirtió en esclavos, sino que le servían como soldados, ministros, comandantes, oficiales de carros de combate y jefes de caballería.
1Re 9:23 Salomón tenía además quinientos cincuenta capataces que supervisaban a sus trabajadores en la obra.
1Re 9:24 Los terraplenes se hicieron después de que la hija del faraón se trasladó de la Ciudad de David al palacio que Salomón le había construido.
1Re 9:25 Tres veces al año Salomón presentaba holocaustos y sacrificios de comunión sobre el altar que él había construido para el SEÑOR, y al mismo tiempo quemaba incienso en su presencia. Así cumplía con las obligaciones del templo.[e]
1Re 9:26 El rey Salomón también construyó una flota naviera en Ezión Guéber, cerca de Elat en Edom, a orillas del Mar Rojo.
1Re 9:27 Hiram envió a algunos de sus oficiales, que eran marineros expertos, para servir en la flota con los oficiales de Salomón,
1Re 9:28 y ellos se hicieron a la mar y llegaron a Ofir, de donde volvieron con unos catorce mil kilos[f] de oro, que le entregaron al rey Salomón.
1 Reyes 10
La reina de Saba
1Re 10:1
La reina de Sabá visita a Salomón
10:1-13—2Cr 9:1-12
La reina de Sabá se enteró de la fama de Salomón, con la cual él honraba al SEÑOR, así que fue a verlo para ponerlo a prueba con preguntas difíciles.
1Re 10:2 Llegó a Jerusalén con un séquito muy grande. Sus camellos llevaban perfumes y grandes cantidades de oro y piedras preciosas. Al presentarse ante Salomón, le preguntó todo lo que tenía pensado,
1Re 10:3 y él respondió a todas sus preguntas. No hubo ningún asunto, por difícil que fuera, que el rey no pudiera resolver.
1Re 10:4 La reina de Sabá se quedó atónita al ver la sabiduría de Salomón y el palacio que él había construido,
1Re 10:5 los manjares de su mesa, los asientos que ocupaban sus funcionarios, el servicio y la ropa de los camareros, las bebidas, y los holocaustos que ofrecía en el templo[a] del SEÑOR.
1Re 10:6 Entonces le dijo al rey: «¡Todo lo que escuché en mi país acerca de tus triunfos y de tu sabiduría es cierto!
1Re 10:7 No podía creer nada de eso hasta que vine y lo vi con mis propios ojos. Pero en realidad, ¡no me habían contado ni siquiera la mitad! Tanto en sabiduría como en riqueza, superas todo lo que había oído decir.
1Re 10:8 ¡Dichosos tus súbditos! ¡Dichosos estos servidores tuyos, que constantemente están en tu presencia bebiendo de tu sabiduría!
1Re 10:9 ¡Y alabado sea el SEÑOR tu Dios, que se ha deleitado en ti y te ha puesto en el trono de Israel! En su eterno amor por Israel, el SEÑOR te ha hecho rey para que gobiernes con justicia y rectitud.»
1Re 10:10 Luego la reina le regaló a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos[b] de oro, piedras preciosas y gran cantidad de perfumes. Nunca más llegaron a Israel tantos perfumes como los que la reina de Sabá le obsequió al rey Salomón.
1Re 10:11 La flota de Hiram trajo desde Ofir, además del oro, grandes cargamentos de madera de sándalo y de piedras preciosas.
1Re 10:12 Con la madera, el rey construyó escalones[c] para el templo del SEÑOR y para el palacio real, y también hizo arpas y liras para los músicos. Desde entonces, nunca más se ha importado, ni ha vuelto a verse, tanto sándalo como aquel día.
1Re 10:13 El rey Salomón, por su parte, le dio a la reina de Sabá todo lo que a ella se le antojó pedirle, además de lo que él, en su magnanimidad, ya le había regalado. Después de eso, la reina regresó a su país con todos los que la atendían.
La gran riqueza de Salomón
1Re 10:14
El esplendor de Salomón
10:14-29—2Cr 1:14-17; 9:13-28
La cantidad de oro que Salomón recibía anualmente llegaba a los veintidós mil kilos,[d]
1Re 10:15 sin contar los impuestos aportados por los mercaderes, el tráfico comercial, y todos los reyes árabes y los gobernadores del país.
1Re 10:16 El rey Salomón hizo doscientos escudos grandes de oro batido, en cada uno de los cuales se emplearon unos seis kilos y medio[e] de oro.
1Re 10:17 Hizo además trescientos escudos más pequeños, también de oro batido, empleando en cada uno de ellos un kilo y medio[f] de oro. Estos escudos los puso el rey en el palacio llamado «Bosque del Líbano».
1Re 10:18 El rey hizo también un gran trono de marfil, recubierto de oro puro.
1Re 10:19 El trono tenía seis peldaños, un espaldar redondo, brazos a cada lado del asiento, dos leones de pie junto a los brazos
1Re 10:20 y doce leones de pie sobre los seis peldaños, uno en cada extremo. En ningún otro reino se había hecho algo semejante.
1Re 10:21 Todas las copas del rey Salomón y toda la vajilla del palacio «Bosque del Líbano» eran de oro puro. Nada estaba hecho de plata, pues en tiempos de Salomón la plata era poco apreciada.
1Re 10:22 Cada tres años, la flota comercial que el rey tenía en el mar, junto con la flota de Hiram, regresaba de Tarsis trayendo oro, plata y marfil, monos y mandriles.[g]
1Re 10:23 Tanto en riquezas como en sabiduría, el rey Salomón sobrepasó a los demás reyes de la tierra.
1Re 10:24 Todo el mundo procuraba visitarlo para oír la sabiduría que Dios le había dado,
1Re 10:25 y año tras año le llevaban regalos: artículos de plata y de oro, vestidos, armas y perfumes, y caballos y mulas.
1Re 10:26 Salomón multiplicó el número de sus carros de combate y sus caballos; llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos,[h] los cuales mantenía en las caballerizas y también en su palacio en Jerusalén.
1Re 10:27 El rey hizo que en Jerusalén la plata fuera tan común y corriente como las piedras, y el cedro tan abundante como las higueras de la llanura.
1Re 10:28 Los caballos de Salomón eran importados de Egipto y de Coa, que era donde los mercaderes de la corte los compraban.
1Re 10:29 En Egipto compraban carros por seiscientas monedas de plata[i], y caballos por ciento cincuenta, para luego vendérselos a todos los reyes hititas y sirios.
Salmo 96
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad
Sal 96:1
Canten al SEÑOR un cántico nuevo; canten al SEÑOR, habitantes de toda la tierra.
Sal 96:2 Canten al SEÑOR, alaben su nombre; anuncien día tras día su victoria.
Sal 96:3 Proclamen su gloria entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos.
Sal 96:4 ¡Grande es el SEÑOR y digno de alabanza, más temible que todos los dioses!
Sal 96:5 Todos los dioses de las naciones no son nada, pero el SEÑOR ha creado los cielos.
Sal 96:6 El esplendor y la majestad son sus heraldos; hay poder y belleza en su santuario.
Sal 96:7 Tributen al SEÑOR, pueblos todos, tributen al SEÑOR la gloria y el poder.
Sal 96:8 Tributen al SEÑOR la gloria que merece su nombre; traigan sus ofrendas y entren en sus atrios.
Sal 96:9 Póstrense ante el SEÑOR en la majestad de su santuario; ¡tiemble delante de él toda la tierra!
Sal 96:10 Que se diga entre las naciones: «¡El SEÑOR es rey!» Ha establecido el mundo con firmeza; jamás será removido. Él juzga a los pueblos con equidad.
Sal 96:11 ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene!
Sal 96:12 ¡Canten alegres los campos y todo lo que hay en ellos! ¡Canten jubilosos todos los árboles del bosque!
Sal 96:13 ¡Canten delante del SEÑOR, que ya viene! ¡Viene ya para juzgar la tierra! Y juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con fidelidad.