Día 259

14 Jesús & el Reino

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Agua de Vida

En el comienzo de la Biblia, Dios transforma un desierto desolado en un jardín a través de un arroyo que riega la tierra y da vida dondequiera que va. Esta imagen se desarrolla a lo largo de la historia bíblica a medida que los pozos, cisternas, lluvia y ríos se convierten en imágenes del poder creativo de Dios. En este video, exploraremos el tema del "agua de vida" a través de la historia bíblica y veremos cómo nos lleva a Jesús, quien se presenta a sí mismo como el que trae agua viva a un mundo que está desesperadamente sediento.

Juan 3

Es necesario nacer de nuevo

Jua 3:1

Jesús enseña a Nicodemo

Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo.

Jua 3:2 Éste fue de noche a visitar a Jesús. —Rabí —le dijo—, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él.

Jua 3:3 —De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo[a] no puede ver el reino de Dios —dijo Jesús.

Jua 3:4 —¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo? —preguntó Nicodemo—. ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?

Jua 3:5 —Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—.

Jua 3:6 Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu.

Jua 3:7 No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo.”

Jua 3:8 El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu.

Jua 3:9 Nicodemo replicó: —¿Cómo es posible que esto suceda?

Jua 3:10 —Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? —respondió Jesús—.

Jua 3:11 Te digo con seguridad y verdad que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto personalmente, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.

Jua 3:12 Si les he hablado de las cosas terrenales, y no creen, ¿entonces cómo van a creer si les hablo de las celestiales?

Jua 3:13 Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre.[b]

Jua 3:14

Jesús y el amor del Padre

»Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre,

Jua 3:15 para que todo el que crea en él tenga vida eterna.[c]

Tanto amó Dios al mundo

Jua 3:16 »Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Jua 3:17 Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.

Jua 3:18 El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.

Jua 3:19 Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos.

Jua 3:20 Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto.

Jua 3:21 En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios.[d]

Juan el Bautista alaba a Cristo

Jua 3:22

Testimonio de Juan el Bautista acerca de Jesús

Después de esto Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea. Allí pasó algún tiempo con ellos, y bautizaba.

Jua 3:23 También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque allí había mucha agua. Así que la gente iba para ser bautizada.

Jua 3:24 (Esto sucedió antes de que encarcelaran a Juan.)

Jua 3:25 Se entabló entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío[e] en torno a los ritos de purificación.

Jua 3:26 Aquéllos fueron a ver a Juan y le dijeron: —Rabí, fíjate, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y de quien tú diste testimonio, ahora está bautizando, y todos acuden a él.

Jua 3:27 —Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo conceda —les respondió Juan—.

Jua 3:28 Ustedes me son testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.”

Jua 3:29 El que tiene a la novia es el novio. Pero el amigo del novio, que está a su lado y lo escucha, se llena de alegría cuando oye la voz del novio. Ésa es la alegría que me inunda.

Jua 3:30 A él le toca crecer, y a mí menguar.

Jua 3:31

El que viene del cielo

»El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, es terrenal y de lo terrenal habla. El que viene del cielo está por encima de todos

Jua 3:32 y da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.

Jua 3:33 El que lo recibe certifica que Dios es veraz.

Jua 3:34 El enviado de Dios comunica el mensaje divino, pues Dios mismo le da su Espíritu sin restricción.

Jua 3:35 El Padre ama al Hijo, y ha puesto todo en sus manos.

Jua 3:36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios.[f]

Juan 4

Jesús y la samaritana

Jua 4:1

Jesús y la samaritana

Jesús[a] se enteró de que los fariseos sabían que él estaba haciendo y bautizando más discípulos que Juan

Jua 4:2 (aunque en realidad no era Jesús quien bautizaba sino sus discípulos).

Jua 4:3 Por eso se fue de Judea y volvió otra vez a Galilea.

Jua 4:4 Como tenía que pasar por Samaria,

Jua 4:5 llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José.

Jua 4:6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía.[b]

Jua 4:7 Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.

Jua 4:8 En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo: —Dame un poco de agua.

Jua 4:9 Pero como los judíos no usan nada en común[c] con los samaritanos, la mujer le respondió: —¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana?

Jua 4:10 —Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida.

Jua 4:11 —Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; ¿de dónde, pues, vas a sacar esa agua que da vida?

Jua 4:12 ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?

Jua 4:13 —Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—,

Jua 4:14 pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.

Jua 4:15 —Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.

Jua 4:16 —Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá —le dijo Jesús.

Jua 4:17 —No tengo esposo —respondió la mujer. —Bien has dicho que no tienes esposo.

Jua 4:18 Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad.

Jua 4:19 —Señor, me doy cuenta de que tú eres profeta.

Jua 4:20 Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén.

Jua 4:21 —Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre.

Jua 4:22 Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos.

Jua 4:23 Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad,[d] porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.

Jua 4:24 Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

Jua 4:25 —Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo —respondió la mujer—. Cuando él venga nos explicará todas las cosas.

Jua 4:26 —Ése soy yo, el que habla contigo —le dijo Jesús.

Jua 4:27

Los discípulos vuelven a reunirse con Jesús

En esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de verlo hablando con una mujer, aunque ninguno le preguntó: «¿Qué pretendes?» o «¿De qué hablas con ella?»

Jua 4:28 La mujer dejó su cántaro, volvió al pueblo y le decía a la gente:

Jua 4:29 —Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?

Jua 4:30 Salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús.

Jua 4:31 Mientras tanto, sus discípulos le insistían: —Rabí, come algo.

Jua 4:32 —Yo tengo un alimento que ustedes no conocen —replicó él.

Jua 4:33 «¿Le habrán traído algo de comer?», comentaban entre sí los discípulos.

Jua 4:34 —Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra —les dijo Jesús—.

Jua 4:35 ¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses para la cosecha” ? Yo les digo: ¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura;

Jua 4:36 ya el segador recibe su salario y recoge el fruto para vida eterna. Ahora tanto el sembrador como el segador se alegran juntos.

Jua 4:37 Porque como dice el refrán: «Uno es el que siembra y otro el que cosecha.”

Jua 4:38 Yo los he enviado a ustedes a cosechar lo que no les costó ningún trabajo. Otros se han fatigado trabajando, y ustedes han cosechado el fruto de ese trabajo.

Jua 4:39

Muchos samaritanos creen en Jesús

Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: «Me dijo todo lo que he hecho.»

Jua 4:40 Así que cuando los samaritanos fueron a su encuentro le insistieron en que se quedara con ellos. Jesús permaneció allí dos días,

Jua 4:41 y muchos más llegaron a creer por lo que él mismo decía.

Jua 4:42 —Ya no creemos sólo por lo que tú dijiste —le decían a la mujer—; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo.

Jua 4:43

Jesús sana al hijo de un funcionario

Después de esos dos días Jesús salió de allí rumbo a Galilea

Jua 4:44 (pues, como él mismo había dicho, a ningún profeta se le honra en su propia tierra).

Jua 4:45 Cuando llegó a Galilea, fue bien recibido por los galileos, pues éstos habían visto personalmente todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, ya que ellos habían estado también allí.

Jesús sana al hijo de un oficial

Jua 4:46 Y volvió otra vez Jesús a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm.

Jua 4:47 Cuando este hombre se enteró de que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a su encuentro y le suplicó que bajara a sanar a su hijo, pues estaba a punto de morir.

Jua 4:48 —Ustedes nunca van a creer si no ven señales y prodigios —le dijo Jesús.

Jua 4:49 —Señor —rogó el funcionario—, baja antes de que se muera mi hijo.

Jua 4:50 —Vuelve a casa, que tu hijo vive —le dijo Jesús—. El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue.

Jua 4:51 Cuando se dirigía a su casa, sus siervos salieron a su encuentro y le dieron la noticia de que su hijo estaba vivo.

Jua 4:52 Cuando les preguntó a qué hora había comenzado su hijo a sentirse mejor, le contestaron: —Ayer a la una de la tarde[e] se le quitó la fiebre.

Jua 4:53 Entonces el padre se dio cuenta de que precisamente a esa hora Jesús le había dicho: «Tu hijo vive.» Así que creyó él con toda su familia.

Jua 4:54 Ésta fue la segunda señal que hizo Jesús después de que volvió de Judea a Galilea.

Salmo 104

"Dios mío, mucho te has engrandecido"

Sal 104:1

¡Alaba, alma mía, al SEÑOR! SEÑOR mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad.

Sal 104:2 Te cubres[a] de luz como con un manto; extiendes los cielos como un velo.

Sal 104:3 Afirmas sobre las aguas tus altos aposentos y haces de las nubes tus carros de guerra. ¡Tú cabalgas en las alas del viento!

Sal 104:4 Haces de los vientos tus mensajeros,[b] y de las llamas de fuego tus servidores.

Sal 104:5 Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos, y de allí jamás se moverá;

Sal 104:6 la revestiste con el mar, y las aguas se detuvieron sobre los montes.

Sal 104:7 Pero a tu reprensión huyeron las aguas; ante el estruendo de tu voz se dieron a la fuga.

Sal 104:8 Ascendieron a los montes, descendieron a los valles, al lugar que tú les asignaste.

Sal 104:9 Pusiste una frontera que ellas no pueden cruzar; ¡jamás volverán a cubrir la tierra!

Sal 104:10 Tú haces que los manantiales viertan sus aguas en las cañadas, y que fluyan entre las montañas.

Sal 104:11 De ellas beben todas las bestias del campo; allí los asnos monteses calman su sed.

Sal 104:12 Las aves del cielo anidan junto a las aguas y cantan entre el follaje.

Sal 104:13 Desde tus altos aposentos riegas las montañas; la tierra se sacia con el fruto de tu trabajo.

Sal 104:14 Haces que crezca la hierba para el ganado, y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento:

Sal 104:15 el vino que alegra el corazón, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que sustenta la vida.

Sal 104:16 Los árboles del SEÑOR están bien regados, los cedros del Líbano que él plantó.

Sal 104:17 Allí las aves hacen sus nidos; en los cipreses tienen su hogar las cigüeñas.

Sal 104:18 En las altas montañas están las cabras monteses, y en los escarpados peñascos tienen su madriguera los tejones.

Sal 104:19 Tú hiciste[c] la luna, que marca las estaciones, y el sol, que sabe cuándo ocultarse.

Sal 104:20 Tú traes la oscuridad, y cae la noche, y en sus sombras se arrastran los animales del bosque.

Sal 104:21 Los leones rugen, reclamando su presa, exigiendo que Dios les dé su alimento.

Sal 104:22 Pero al salir el sol se escabullen, y vuelven a echarse en sus guaridas.

Sal 104:23 Sale entonces la gente a cumplir sus tareas, a hacer su trabajo hasta el anochecer.

Sal 104:24 ¡Oh SEÑOR, cuán numerosas son tus obras! ¡Todas ellas las hiciste con sabiduría! ¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas!

Sal 104:25 Allí está el mar, ancho e infinito,[d] que abunda en animales, grandes y pequeños, cuyo número es imposible conocer.

Sal 104:26 Allí navegan los barcos y se mece Leviatán, que tú creaste para jugar con él.

Sal 104:27 Todos ellos esperan de ti que a su tiempo les des su alimento.

Sal 104:28 Tú les das, y ellos recogen; abres la mano, y se colman de bienes.

Sal 104:29 Si escondes tu rostro, se aterran; si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo.

Sal 104:30 Pero si envías tu Espíritu, son creados, y así renuevas la faz de la tierra.

Sal 104:31 Que la gloria del SEÑOR perdure eternamente; que el SEÑOR se regocije en sus obras.

Sal 104:32 Él mira la tierra y la hace temblar; toca los montes y los hace echar humo.

Sal 104:33 Cantaré al SEÑOR toda mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras tenga aliento.

Sal 104:34 Quiera él agradarse de mi meditación; yo, por mi parte, me alegro en el SEÑOR.

Sal 104:35 Que desaparezcan de la tierra los pecadores; ¡que no existan más los malvados! ¡Alaba, alma mía, al SEÑOR! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR![e]