Día 275
14 Jesús & el Reino
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Lucas 17
Tentaciones al pecado
Luc 17:1
El pecado, la fe y el deber
Luego dijo Jesús a sus discípulos: —Los tropiezos son inevitables, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!
Luc 17:2 Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello, que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeños.
Luc 17:3 Así que, ¡cuídense! »Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo.
Luc 17:4 Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte “Me arrepiento”, perdónalo.
Auméntanos la fe
Luc 17:5 Entonces los apóstoles le dijeron al Señor: —¡Aumenta nuestra fe!
Luc 17:6 —Si ustedes tuvieran una fe tan pequeña como un grano de mostaza —les respondió el Señor—, podrían decirle a este árbol: “Desarráigate y plántate en el mar”, y les obedecería.
Siervos inútiles
Luc 17:7 »Supongamos que uno de ustedes tiene un siervo que ha estado arando el campo o cuidando las ovejas. Cuando el siervo regresa del campo, ¿acaso se le dice: “Ven en seguida a sentarte a la mesa” ?
Luc 17:8 ¿No se le diría más bien: “Prepárame la comida y cámbiate de ropa para atenderme mientras yo ceno; después tú podrás cenar” ?
Luc 17:9 ¿Acaso se le darían las gracias al siervo por haber hecho lo que se le mandó?
Luc 17:10 Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, deben decir: “Somos siervos inútiles; no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.”
Jesús limpia a diez leprosos
Luc 17:11
Jesús sana a diez leprosos
Un día, siguiendo su viaje a Jerusalén, Jesús pasaba por Samaria y Galilea.
Luc 17:12 Cuando estaba por entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres enfermos de lepra. Como se habían quedado a cierta distancia,
Luc 17:13 gritaron: —¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!
Luc 17:14 Al verlos, les dijo: —Vayan a presentarse a los sacerdotes. Resultó que, mientras iban de camino, quedaron limpios.
Luc 17:15 Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces.
Luc 17:16 Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano.
Luc 17:17 —¿Acaso no quedaron limpios los diez? —preguntó Jesús—. ¿Dónde están los otros nueve?
Luc 17:18 ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?
Luc 17:19 Levántate y vete —le dijo al hombre—; tu fe te ha sanado.
La venida del Reino
Luc 17:20
La venida del reino de Dios
17:26-27—Mt 24:37-39
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo iba a venir el reino de Dios, y él les respondió: —La venida del reino de Dios no se puede someter a cálculos.[a]
Luc 17:21 No van a decir: “¡Mírenlo acá! ¡Mírenlo allá!” Dense cuenta de que el reino de Dios está entre[b] ustedes.
Luc 17:22 A sus discípulos les dijo: —Llegará el tiempo en que ustedes anhelarán vivir siquiera uno de los días del Hijo del hombre, pero no podrán.
Luc 17:23 Les dirán: “¡Mírenlo allá! ¡Mírenlo acá!” No vayan; no los sigan.
Luc 17:24 Porque en su día[c] el Hijo del hombre será como el relámpago que fulgura e ilumina el cielo de uno a otro extremo.
Luc 17:25 Pero antes él tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por esta generación.
Luc 17:26 »Tal como sucedió en tiempos de Noé, así también será cuando venga el Hijo del hombre.
Luc 17:27 Comían, bebían, y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y los destruyó a todos.
Luc 17:28 »Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban.
Luc 17:29 Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos.
Luc 17:30 »Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre.
Luc 17:31 En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas dentro de la casa, que no baje a buscarlas. Así mismo el que esté en el campo, que no regrese por lo que haya dejado atrás.
Luc 17:32 ¡Acuérdense de la esposa de Lot!
Luc 17:33 El que procure conservar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.
Luc 17:34 Les digo que en aquella noche estarán dos personas en una misma cama: una será llevada y la otra será dejada.
Luc 17:35 Dos mujeres estarán moliendo juntas: una será llevada y la otra será dejada.[d]
Luc 17:36 --
Luc 17:37 —¿Dónde, Señor? —preguntaron. —Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres —respondió él.
Lucas 18
La parábola de la viuda persistente
Luc 18:1
Parábola de la viuda insistente
Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse.
Luc 18:2 Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie.
Luc 18:3 En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: “Hágame usted justicia contra mi adversario.”
Luc 18:4 Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó: “Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie,
Luc 18:5 como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible.” »
Luc 18:6 Continuó el Señor: «Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto.
Luc 18:7 ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles?
Luc 18:8 Les digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?»
El fariseo y el recaudador de impuestos
Luc 18:9
Parábola del fariseo y del recaudador de impuestos
A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola:
Luc 18:10 «Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos.
Luc 18:11 El fariseo se puso a orar consigo mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros—ni mucho menos como ese recaudador de impuestos.
Luc 18:12 Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo.”
Luc 18:13 En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”
Luc 18:14 »Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Dejad que los niños vengan a mí
Luc 18:15
Jesús y los niños
18:15-17—Mt 19:13-15; Mr 10:13-16
También le llevaban niños pequeños a Jesús para que los tocara. Al ver esto, los discípulos reprendían a quienes los llevaban.
Luc 18:16 Pero Jesús llamó a los niños y dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.
Luc 18:17 Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.»
El gobernante rico
Luc 18:18
El dirigente rico
18:18-30—Mt 19:16-29; Mr 10:17-30
Cierto dirigente le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Luc 18:19 —¿Por qué me llamas bueno? —respondió Jesús—. Nadie es bueno sino solo Dios.
Luc 18:20 Ya sabes los mandamientos: “No cometas adulterio, no mates, no robes, no presentes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.”[a]
Luc 18:21 —Todo eso lo he cumplido desde que era joven —dijo el hombre.
Luc 18:22 Al oír esto, Jesús añadió: —Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Luc 18:23 Cuando el hombre oyó esto, se entristeció mucho, pues era muy rico.
Luc 18:24 Al verlo tan afligido, Jesús comentó: —¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!
Luc 18:25 En realidad, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
Luc 18:26 Los que lo oyeron preguntaron: —Entonces, ¿quién podrá salvarse?
Luc 18:27 —Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios —aclaró Jesús.
Luc 18:28 —Mira —le dijo Pedro—, nosotros hemos dejado todo lo que teníamos para seguirte.
Luc 18:29 —Les aseguro —respondió Jesús—que todo el que por causa del reino de Dios haya dejado casa, esposa, hermanos, padres o hijos,
Luc 18:30 recibirá mucho más en este tiempo; y en la edad venidera, la vida eterna.
Jesús anuncia su muerte por tercera vez
Luc 18:31
Jesús predice de nuevo su muerte
18:31-33—Mt 20:17-19; Mr 10:32-34
Entonces Jesús tomó aparte a los doce y les dijo: «Ahora vamos rumbo a Jerusalén, donde se cumplirá todo lo que escribieron los profetas acerca del Hijo del hombre.
Luc 18:32 En efecto, será entregado a los gentiles. Se burlarán de él, lo insultarán, le escupirán;
Luc 18:33 y después de azotarlo, lo matarán. Pero al tercer día resucitará.»
Luc 18:34 Los discípulos no entendieron nada de esto. Les era incomprensible, pues no captaban el sentido de lo que les hablaba.
Jesús sana a un mendigo ciego
Luc 18:35
Un mendigo ciego recibe la vista
18:35-43—Mt 20:29-34; Mr 10:46-52
Sucedió que al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna.
Luc 18:36 Cuando oyó a la multitud que pasaba, preguntó qué acontecía.
Luc 18:37 —Jesús de Nazaret está pasando por aquí —le respondieron.
Luc 18:38 —¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! —gritó el ciego.
Luc 18:39 Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún más fuerte: —¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Luc 18:40 Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando el ciego se acercó, le preguntó Jesús:
Luc 18:41 —¿Qué quieres que haga por ti? —Señor, quiero ver.
Luc 18:42 —¡Recibe la vista! —le dijo Jesús—. Tu fe te ha sanado.
Luc 18:43 Al instante recobró la vista. Entonces, glorificando a Dios, comenzó a seguir a Jesús, y todos los que lo vieron daban alabanza a Dios.
Salmo 119: 33-64
Sal 119:33
He
Enséñame, SEÑOR, a seguir tus decretos, y los cumpliré hasta el fin.
Sal 119:34 Dame entendimiento para seguir tu ley, y la cumpliré de todo corazón.
Sal 119:35 Dirígeme por la senda de tus mandamientos, porque en ella encuentro mi solaz.
Sal 119:36 Inclina mi corazón hacia tus estatutos y no hacia las ganancias desmedidas.
Sal 119:37 Aparta mi vista de cosas vanas, dame vida conforme a tu palabra.[c]
Sal 119:38 Confirma tu promesa a este siervo, como lo has hecho con los que te temen.
Sal 119:39 Líbrame del oprobio que me aterra, porque tus juicios son buenos.
Sal 119:40 ¡Yo amo tus preceptos! ¡Dame vida conforme a tu justicia!
Sal 119:41
Vav
Envíame, SEÑOR, tu gran amor y tu salvación, conforme a tu promesa.
Sal 119:42 Así responderé a quien me desprecie, porque yo confío en tu palabra.
Sal 119:43 No me quites de la boca la palabra de verdad, pues en tus juicios he puesto mi esperanza.
Sal 119:44 Por toda la eternidad obedeceré fielmente tu ley.
Sal 119:45 Viviré con toda libertad, porque he buscado tus preceptos.
Sal 119:46 Hablaré de tus estatutos a los reyes y no seré avergonzado,
Sal 119:47 pues amo tus mandamientos, y en ellos me regocijo.
Sal 119:48 Yo amo tus mandamientos, y hacia ellos elevo mis manos; ¡quiero meditar en tus decretos!
Sal 119:49
Zayin
Acuérdate de la palabra que diste a este siervo tuyo, palabra con la que me infundiste esperanza.
Sal 119:50 Éste es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida.
Sal 119:51 Los insolentes me ofenden hasta el colmo, pero yo no me aparto de tu ley.
Sal 119:52 Me acuerdo, SEÑOR, de tus juicios de antaño, y encuentro consuelo en ellos.
Sal 119:53 Me llenan de indignación los impíos, que han abandonado tu ley.
Sal 119:54 Tus decretos han sido mis cánticos en el lugar de mi destierro.
Sal 119:55 SEÑOR, por la noche evoco tu nombre; ¡quiero cumplir tu ley!
Sal 119:56 Lo que a mí me corresponde es obedecer tus preceptos.[d]
Sal 119:57
Jet
¡Mi herencia eres tú, SEÑOR! Prometo obedecer tus palabras.
Sal 119:58 De todo corazón busco tu rostro; compadécete de mí conforme a tu promesa.
Sal 119:59 Me he puesto a pensar en mis caminos, y he orientado mis pasos hacia tus estatutos.
Sal 119:60 Me doy prisa, no tardo nada para cumplir tus mandamientos.
Sal 119:61 Aunque los lazos de los impíos me aprisionan, yo no me olvido de tu ley.
Sal 119:62 A medianoche me levanto a darte gracias por tus rectos juicios.
Sal 119:63 Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que observan tus preceptos.
Sal 119:64 Enséñame, SEÑOR, tus decretos; ¡la tierra está llena de tu gran amor!