Día 287

14 Jesús & el Reino

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Hechos 17

Pablo y Silas en Tesalónica

Hch 17:1

En Tesalónica

Atravesando Anfípolis y Apolonia, Pablo y Silas llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.

Hch 17:2 Como era su costumbre, Pablo entró en la sinagoga y tres sábados seguidos discutió con ellos. Basándose en las Escrituras,

Hch 17:3 les explicaba y demostraba que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara. Les decía: «Este Jesús que les anuncio es el Mesías.»

Hch 17:4 Algunos de los judíos se convencieron y se unieron a Pablo y a Silas, como también lo hicieron un buen número de mujeres prominentes y muchos griegos que adoraban a Dios.

Hch 17:5 Pero los judíos, llenos de envidia, reclutaron a unos maleantes callejeros, con los que armaron una turba y empezaron a alborotar la ciudad. Asaltaron la casa de Jasón en busca de Pablo y Silas, con el fin de procesarlos públicamente.

Hch 17:6 Pero como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos otros hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: «¡Estos que han trastornado el mundo entero han venido también acá,

Hch 17:7 y Jasón los ha recibido en su casa! Todos ellos actúan en contra de los decretos del emperador, afirmando que hay otro rey, uno que se llama Jesús.»

Hch 17:8 Al oír esto, la multitud y las autoridades de la ciudad se alborotaron;

Hch 17:9 entonces éstas exigieron fianza a Jasón y a los demás para dejarlos en libertad.

Pablo y Silas en Berea

Hch 17:10

En Berea

Tan pronto como se hizo de noche, los hermanos enviaron a Pablo y a Silas a Berea, quienes al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos.

Hch 17:11 Éstos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba.

Hch 17:12 Muchos de los judíos creyeron, y también un buen número de griegos, incluso mujeres distinguidas y no pocos hombres.

Hch 17:13 Cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea estaba Pablo predicando la palabra de Dios, fueron allá para agitar y alborotar a las multitudes.

Hch 17:14 En seguida los hermanos enviaron a Pablo hasta la costa, pero Silas y Timoteo se quedaron en Berea.

Hch 17:15 Los que acompañaban a Pablo lo llevaron hasta Atenas. Luego regresaron con instrucciones de que Silas y Timoteo se reunieran con él tan pronto como les fuera posible.

Pablo en Atenas

Hch 17:16

En Atenas

Mientras Pablo los esperaba en Atenas, le dolió en el alma ver que la ciudad estaba llena de ídolos.

Hch 17:17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los griegos que adoraban a Dios, y a diario hablaba en la plaza con los que se encontraban por allí.

Hch 17:18 Algunos filósofos epicúreos y estoicos entablaron conversación con él. Unos decían: «¿Qué querrá decir este charlatán?» Otros comentaban: «Parece que es predicador de dioses extranjeros.» Decían esto porque Pablo les anunciaba las buenas nuevas de Jesús y de la resurrección.

Hch 17:19 Entonces se lo llevaron a una reunión del Areópago. —¿Se puede saber qué nueva enseñanza es esta que usted presenta? —le preguntaron—.

Hch 17:20 Porque nos viene usted con ideas que nos suenan extrañas, y queremos saber qué significan.

Hch 17:21 Es que todos los atenienses y los extranjeros que vivían allí se pasaban el tiempo sin hacer otra cosa más que escuchar y comentar las últimas novedades.

Paul se dirige al Areópago

Hch 17:22 Pablo se puso en medio del Areópago y tomó la palabra: —¡Ciudadanos atenienses! Observo que ustedes son sumamente religiosos en todo lo que hacen.

Hch 17:23 Al pasar y fijarme en sus lugares sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: A UN DIOS DESCONOCIDO. Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les anuncio.

Hch 17:24 »El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres,

Hch 17:25 ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.

Hch 17:26 De un solo hombre hizo todas las naciones[a] para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios.

Hch 17:27 Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros,

Hch 17:28 “puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos” . Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: “De él somos descendientes.”

Hch 17:29 »Por tanto, siendo descendientes de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano.

Hch 17:30 Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan.

Hch 17:31 Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos.

Hch 17:32 Cuando oyeron de la resurrección, unos se burlaron; pero otros le dijeron: —Queremos que usted nos hable en otra ocasión sobre este tema.

Hch 17:33 En ese momento Pablo salió de la reunión.

Hch 17:34 Algunas personas se unieron a Pablo y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, miembro del Areópago, también una mujer llamada Dámaris, y otros más.

Hechos 18

Pablo en Corinto

Hch 18:1

En Corinto

Después de esto, Pablo se marchó de Atenas y se fue a Corinto.

Hch 18:2 Allí se encontró con un judío llamado Aquila, natural del Ponto, y con su esposa Priscila. Hacía poco habían llegado de Italia, porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran expulsados de Roma. Pablo fue a verlos

Hch 18:3 y, como hacía tiendas de campaña al igual que ellos, se quedó para que trabajaran juntos.

Hch 18:4 Todos los sábados discutía en la sinagoga, tratando de persuadir a judíos y a griegos.

Hch 18:5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó exclusivamente a la predicación, testificándoles a los judíos que Jesús era el Mesías.

Hch 18:6 Pero cuando los judíos se opusieron a Pablo y lo insultaron, éste se sacudió la ropa en señal de protesta y les dijo: «¡Caiga la sangre de ustedes sobre su propia cabeza! Estoy libre de responsabilidad. De ahora en adelante me dirigiré a los gentiles.»

Hch 18:7 Entonces Pablo salió de la sinagoga y se fue a la casa de un tal Ticio Justo, que adoraba a Dios y que vivía al lado de la sinagoga.

Hch 18:8 Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo.

Hch 18:9 Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo; sigue hablando y no te calles,

Hch 18:10 pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad.»

Hch 18:11 Así que Pablo se quedó allí un año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios.

Hch 18:12 Mientras Galión era gobernador[a] de Acaya, los judíos a una atacaron a Pablo y lo condujeron al tribunal.

Hch 18:13 —Este hombre —denunciaron ellos—anda persuadiendo a la gente a adorar a Dios de una manera que va en contra de nuestra ley.

Hch 18:14 Pablo ya iba a hablar cuando Galión les dijo: —Si ustedes los judíos estuvieran entablando una demanda sobre algún delito o algún crimen grave, sería razonable que los escuchara.

Hch 18:15 Pero como se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de su propia ley, arréglense entre ustedes. No quiero ser juez de tales cosas.

Hch 18:16 Así que mandó que los expulsaran del tribunal.

Hch 18:17 Entonces se abalanzaron todos sobre Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon delante del tribunal. Pero Galión no le dio ninguna importancia al asunto.

Paul regresa a Antioquía

Hch 18:18

Priscila, Aquila y Apolos

Pablo permaneció en Corinto algún tiempo más. Después se despidió de los hermanos y emprendió el viaje rumbo a Siria, acompañado de Priscila y Aquila. En Cencreas, antes de embarcarse, se hizo rapar la cabeza a causa de un voto que había hecho.

Hch 18:19 Al llegar a Éfeso, Pablo se separó de sus acompañantes y entró en la sinagoga, donde se puso a discutir con los judíos.

Hch 18:20 Éstos le pidieron que se quedara más tiempo con ellos. Él no accedió,

Hch 18:21 pero al despedirse les prometió: «Ya volveré, si Dios quiere.» Y zarpó de Éfeso.

Hch 18:22 Cuando desembarcó en Cesarea, subió a Jerusalén a saludar a la iglesia y luego bajó a Antioquía.

Hch 18:23 Después de pasar algún tiempo allí, Pablo se fue a visitar una por una las congregaciones[b] de Galacia y Frigia, animando a todos los discípulos.

Apolos habla con valentía en Éfeso

Hch 18:24 Por aquel entonces llegó a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría. Era un hombre ilustrado y convincente en el uso de las Escrituras.

Hch 18:25 Había sido instruido en el camino del Señor, y con gran fervor[c] hablaba y enseñaba con la mayor exactitud acerca de Jesús, aunque conocía sólo el bautismo de Juan.

Hch 18:26 Comenzó a hablar valientemente en la sinagoga. Al oírlo Priscila y Aquila, lo tomaron a su cargo y le explicaron con mayor precisión el camino de Dios.

Hch 18:27 Como Apolos quería pasar a Acaya, los hermanos lo animaron y les escribieron a los discípulos de allá para que lo recibieran. Cuando llegó, ayudó mucho a quienes por la gracia habían creído,

Hch 18:28 pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús es el Mesías.

Salmo 127

Si Jehová no edificare la casa

Sal 127:1

Cántico de los peregrinos. De Salomón.

Si el SEÑOR no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el SEÑOR no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes.

Sal 127:2 En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatigas, porque Dios concede el sueño a sus amados.

Sal 127:3 Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa.

Sal 127:4 Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud.

Sal 127:5 Dichosos los que llenan su aljaba con esta clase de flechas.[a] No serán avergonzados por sus enemigos cuando litiguen con ellos en los tribunales.