Día 310

15 El Pueblo del Reino

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2 Corintios 3

Ministros de la nueva alianza

2Co 3:1 ¿Acaso comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O acaso tenemos que presentarles o pedirles a ustedes cartas de recomendación, como hacen algunos?

2Co 3:2 Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos.

2Co 3:3 Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida[a] por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra sino en tablas de carne, en los corazones.

2Co 3:4 Ésta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de Cristo.

2Co 3:5 No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios.

2Co 3:6 Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la letra sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.

2Co 3:7

La gloria del nuevo pacto

El ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se estaba extinguiendo.

2Co 3:8 Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía más glorioso el ministerio del Espíritu?

2Co 3:9 Si es glorioso el ministerio que trae condenación, ¡cuánto más glorioso será el ministerio que trae la justicia!

2Co 3:10 En efecto, lo que fue glorioso ya no lo es, si se le compara con esta excelsa gloria.

2Co 3:11 Y si vino con gloria lo que ya se estaba extinguiendo, ¡cuánto mayor será la gloria de lo que permanece!

2Co 3:12 Así que, como tenemos tal esperanza, actuamos con plena confianza.

2Co 3:13 No hacemos como Moisés, quien se ponía un velo sobre el rostro para que los israelitas no vieran el fin del resplandor que se iba extinguiendo.

2Co 3:14 Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque sólo se quita en Cristo.

2Co 3:15 Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón.

2Co 3:16 Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado.

2Co 3:17 Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.

2Co 3:18 Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos[b] como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.

2 Corintios 4

La luz del Evangelio

2Co 4:1

Tesoros en vasijas de barro

Por esto, ya que por la misericordia de Dios tenemos este ministerio, no nos desanimamos.

2Co 4:2 Más bien, hemos renunciado a todo lo vergonzoso que se hace a escondidas; no actuamos con engaño ni torcemos la palabra de Dios. Al contrario, mediante la clara exposición de la verdad, nos recomendamos a toda conciencia humana en la presencia de Dios.

2Co 4:3 Pero si nuestro evangelio está encubierto, lo está para los que se pierden.

2Co 4:4 El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

2Co 4:5 No nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor; nosotros no somos más que servidores de ustedes por causa de Jesús.

2Co 4:6 Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas,[a] hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo.

Tesoro en vasos de barro

2Co 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.

2Co 4:8 Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados;

2Co 4:9 perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.

2Co 4:10 Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo.

2Co 4:11 Pues a nosotros, los que vivimos, siempre se nos entrega a la muerte por causa de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo[b] mortal.

2Co 4:12 Así que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes la vida.

2Co 4:13 Escrito está: «Creí, y por eso hablé.»[c] Con ese mismo espíritu de fe también nosotros creemos, y por eso hablamos.

2Co 4:14 Pues sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará también a nosotros con él y nos llevará junto con ustedes a su presencia.

2Co 4:15 Todo esto es por el bien de ustedes, para que la gracia que está alcanzando a más y más personas haga abundar la acción de gracias para la gloria de Dios.

2Co 4:16 Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día.

2Co 4:17 Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.

2Co 4:18 Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.

Salmo 150

Todo lo que respira alabe a Jah

Sal 150:1

¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! Alaben a Dios en su santuario, alábenlo en su poderoso firmamento.

Sal 150:2 Alábenlo por sus proezas, alábenlo por su inmensa grandeza.

Sal 150:3 Alábenlo con sonido de trompeta, alábenlo con el arpa y la lira.

Sal 150:4 Alábenlo con panderos y danzas, alábenlo con cuerdas y flautas.

Sal 150:5 Alábenlo con címbalos sonoros, alábenlo con címbalos resonantes.

Sal 150:6 ¡Que todo lo que respira alabe al SEÑOR! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!