Día 234

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2 de Cronicas 32

Senaquerib invade Judá

2Cr 32:1

Senaquerib invade Judá

32:9-19—2R 18:17-35; Is 36:2-20

32:20-21—2R 19:35-37; Is 37:36-38

Después de semejante muestra de fidelidad por parte de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, marchó contra Judá y sitió las ciudades fortificadas, dispuesto a conquistarlas.

2Cr 32:2 Cuando Ezequías se enteró de que Senaquerib se dirigía también hacia Jerusalén con el propósito de atacarla,

2Cr 32:3 se reunió con sus jefes civiles y militares y les propuso cegar los manantiales que había fuera de la ciudad, y ellos lo apoyaron.

2Cr 32:4 Entonces se juntó mucha gente, y entre todos cegaron los manantiales y el arroyo que atravesaba la región, pues no querían que al llegar los reyes de Asiria encontraran agua en abundancia.

2Cr 32:5 Armándose de valor, Ezequías reconstruyó toda la muralla que había sido derribada y levantó torres sobre ella; también construyó un muro exterior, fortificó los terraplenes[a] de la Ciudad de David, y mandó fabricar muchas lanzas y escudos.

2Cr 32:6 Luego puso jefes militares al frente del ejército y, luego de reunirlos en la plaza frente a la puerta de la ciudad, los arengó con estas palabras:

2Cr 32:7 «¡Cobren ánimo y ármense de valor! No se asusten ni se acobarden ante el rey de Asiria y su numeroso ejército, porque nosotros contamos con alguien que es más poderoso.

2Cr 32:8 Él se apoya en la fuerza humana, mientras que nosotros contamos con el SEÑOR nuestro Dios, quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas.» Al oír las palabras de Ezequías, rey de Judá, el pueblo se tranquilizó.

La blasfemia de Senaquerib

2Cr 32:9 Senaquerib, que en ese momento se hallaba en Laquis con todo su ejército, envió a sus oficiales para que les dijeran a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén:

2Cr 32:10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: “¿En qué basan su confianza para permanecer dentro de Jerusalén, que ya es una ciudad sitiada?

2Cr 32:11 ¿No se dan cuenta de que Ezequías los va a hacer morir de hambre y de sed? Él los está engañando cuando les dice que el SEÑOR su Dios los librará de mis manos.

2Cr 32:12 ¿No fue acaso Ezequías mismo quien eliminó los santuarios y los altares paganos, y luego ordenó a Judá y Jerusalén adorar en un solo altar, y sólo en él quemar incienso?

2Cr 32:13 ¿Es que no se han dado cuenta de lo que yo y mis antepasados les hemos hecho a todas las naciones de la tierra? ¿Acaso los dioses de esas naciones pudieron librarlas de mi mano?

2Cr 32:14 Pues así como ninguno de los dioses de esas naciones que mis antepasados destruyeron por completo pudo librarlas de mi mano, tampoco este dios de ustedes podrá librarlos de mí.

2Cr 32:15 ¡No se dejen engañar ni seducir por Ezequías! ¡No le crean! Si ningún dios de esas naciones y reinos pudo librarlos de mi poder y del poder de mis antepasados, ¡mucho menos el dios de ustedes podrá librarlos a ustedes de mi mano!” »

2Cr 32:16 Los oficiales de Senaquerib siguieron hablando contra Dios el SEÑOR y contra su siervo Ezequías.

2Cr 32:17 Además, Senaquerib escribió una carta en la que insultaba al SEÑOR, Dios de Israel, en estos términos: «Así como los dioses de otras naciones no han podido librarlas de mi mano, tampoco ese dios de Ezequías podrá librar de mi mano a su pueblo.»

2Cr 32:18 Los oficiales de Senaquerib les gritaban a voz en cuello a los habitantes de Jerusalén que estaban en la muralla. Lo hacían en lengua hebrea, para infundirles miedo y así poder conquistar la ciudad.

2Cr 32:19 Y se referían al Dios de Jerusalén como si fuera igual a los dioses de las otras naciones de la tierra, fabricados por manos humanas.

El Señor libra a Jerusalén

2Cr 32:20 Por ese motivo, el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amoz clamaron al cielo en oración.

2Cr 32:21 Entonces el SEÑOR envió un ángel para que exterminara a todos los soldados y a los jefes y capitanes del campamento del rey de Asiria, y éste tuvo que volver avergonzado a su país. Al entrar en el templo de su dios, sus propios hijos lo asesinaron.

2Cr 32:22 Así salvó el SEÑOR a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de todos sus enemigos, y les dio paz en todas sus fronteras.

2Cr 32:23 Entonces muchos fueron a Jerusalén con ofrendas para el SEÑOR y regalos para Ezequías, rey de Judá. De este modo aumentó el prestigio de Ezequías entre todas las naciones.

Orgullo y logros de Ezequías

2Cr 32:24

Enfermedad y curación de Ezequías

32:24-33—2R 20:1-21; Is 37:21-38; 38:1-8

Por aquellos días Ezequías se enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. Entonces oró al SEÑOR, quien le respondió y le dio una señal extraordinaria.

2Cr 32:25 Pero Ezequías no correspondió al favor recibido, sino que se llenó de orgullo. Eso hizo que el SEÑOR se encendiera en ira contra él, y contra Judá y Jerusalén.

2Cr 32:26 Luego Ezequías, junto con los habitantes de Jerusalén, se arrepintió de su orgullo, y mientras él vivió, el SEÑOR no volvió a derramar su ira contra ellos.

2Cr 32:27

Prosperidad y muerte de Ezequías

Ezequías llegó a tener muchas riquezas y a gozar de gran prestigio. Acumuló grandes cantidades de plata, oro, piedras preciosas, perfumes, escudos y toda clase de objetos valiosos.

2Cr 32:28 Tenía depósitos para almacenar trigo, vino y aceite, establos para toda clase de ganado, y rediles para los rebaños.

2Cr 32:29 También edificó ciudades, y era dueño de inmensos rebaños de ganado mayor y menor, pues Dios le concedió muchísimos bienes.

2Cr 32:30 Ezequías fue también quien cegó la salida superior de las aguas de Guijón y las desvió por un canal subterráneo hacia la parte occidental de la Ciudad de David. En fin, Ezequías tuvo éxito en todas las obras que emprendió.

2Cr 32:31 Sin embargo, cuando los príncipes de Babilonia enviaron una embajada para investigar acerca de la señal extraordinaria que había tenido lugar en el país, Dios se retiró de Ezequías para probarlo y descubrir todo lo que había en su corazón.

2Cr 32:32 Los demás acontecimientos del reinado de Ezequías, incluyendo sus hazañas, están escritos en la visión del profeta Isaías hijo de Amoz y en el libro de los reyes de Judá e Israel.

2Cr 32:33 Ezequías murió y fue sepultado con sus antepasados en la parte superior del panteón de los descendientes de David. Todos los habitantes de Judá y de Jerusalén le rindieron honores. Y su hijo Manasés lo sucedió en el trono.

2 de Cronicas 33

Manasés rey de Judá

2Cr 33:1

Manasés, rey de Judá

33:1-10—2R 21:1-10

33:18-20—2R 21:17-18

Manasés tenía doce años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años.

2Cr 33:2 Pero hizo lo que ofende al SEÑOR, pues practicó las repugnantes ceremonias de las naciones que el SEÑOR había expulsado al paso de los israelitas.

2Cr 33:3 Reconstruyó los santuarios paganos que su padre Ezequías había derribado; además, erigió altares en honor de los baales e hizo imágenes de la diosa Aserá. Se postró ante todos los astros del cielo y los adoró.

2Cr 33:4 Construyó altares en el templo del SEÑOR, lugar del cual el SEÑOR había dicho: «En Jerusalén habitaré para siempre.»

2Cr 33:5 En ambos atrios del templo del SEÑOR construyó altares en honor de los astros del cielo.

2Cr 33:6 Sacrificó en el fuego a sus hijos en el valle de Ben Hinón, practicó la magia, la hechicería y la adivinación, y consultó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende al SEÑOR, provocando así su ira.

2Cr 33:7 Tomó la imagen del ídolo que había hecho y lo puso en el templo de Dios, lugar del cual Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo en Jerusalén, la ciudad que he escogido de entre todas las tribus de Israel, habitaré para siempre.

2Cr 33:8 Nunca más arrojaré a los israelitas de la tierra en que establecí a sus antepasados, siempre y cuando tengan cuidado de cumplir todo lo que les he ordenado, es decir, toda la ley, los estatutos y los mandamientos que les di por medio de Moisés.»

2Cr 33:9 Manasés descarrió a los habitantes de Judá y de Jerusalén, de modo que se condujeron peor que las naciones que el SEÑOR destruyó al paso de los israelitas.

El arrepentimiento de Manasés

2Cr 33:10 El SEÑOR les habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso.

2Cr 33:11 Por eso el SEÑOR envió contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, los cuales capturaron a Manasés y lo llevaron a Babilonia sujeto con garfios y cadenas de bronce.

2Cr 33:12 Estando en tal aflicción, imploró al SEÑOR, Dios de sus antepasados, y se humilló profundamente ante él.

2Cr 33:13 Oró al SEÑOR, y él escuchó sus súplicas y le permitió regresar a Jerusalén y volver a reinar. Así Manasés reconoció que sólo el SEÑOR es Dios.

2Cr 33:14 Después de esto, Manasés construyó una alta muralla exterior en la Ciudad de David, la cual iba desde el oeste de Guijón, en el valle, hasta la puerta del Pescado, y rodeaba Ofel. Además, colocó jefes militares en todas las ciudades fortificadas de Judá

2Cr 33:15 y sacó del templo del SEÑOR los dioses extranjeros y el ídolo, arrojando fuera de la ciudad todos los altares que había construido en el monte del templo del SEÑOR y en Jerusalén.

2Cr 33:16 Luego reconstruyó el altar del SEÑOR, y en él ofreció sacrificios de comunión y de acción de gracias, y le ordenó a Judá que sirviera al SEÑOR, Dios de Israel.

2Cr 33:17 Sin embargo, el pueblo siguió ofreciendo sacrificios en los santuarios paganos, aunque se los ofrecían sólo al SEÑOR su Dios.

2Cr 33:18 Los demás acontecimientos del reinado de Manasés, incluso su oración a Dios y las palabras de los profetas que le hablaban en nombre del SEÑOR, Dios de Israel, están escritos en las crónicas de los reyes de Israel.

2Cr 33:19 Su oración y la respuesta que recibió, como también todos sus pecados y rebeldías, los sitios donde erigió santuarios paganos y colocó las imágenes de la diosa Aserá y de otros ídolos, lo cual hizo antes de su humillación, todo esto está escrito en las crónicas de Jozay.

2Cr 33:20 Manasés murió y fue sepultado en su palacio, y su hijo Amón lo sucedió en el trono.

Reinado y muerte de Amón

2Cr 33:21

Amón, rey de Judá

33:21-25—2R 21:19-24

Amón tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dos años.

2Cr 33:22 Pero hizo lo que ofende al SEÑOR, como lo había hecho su padre Manasés, y ofreció sacrificios a todos los ídolos que había hecho su padre, y los adoró.

2Cr 33:23 Pero, a diferencia de su padre Manasés, no se humilló ante el SEÑOR, sino que multiplicó sus pecados.

2Cr 33:24 Los ministros de Amón conspiraron contra él y lo asesinaron en su palacio.

2Cr 33:25 A su vez, la gente mató a todos los que habían conspirado contra él, y en su lugar proclamaron rey a su hijo Josías.

2 de Cronicas 34

Josías rey de Judá

2Cr 34:1

Josías, rey de Judá

34:1-2—2R 22:1-2

34:8-13—2R 22:3-7

Josías tenía ocho años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén treinta y un años.

2Cr 34:2 Josías hizo lo que agrada al SEÑOR, pues siguió el buen ejemplo de su antepasado David; no se desvió de él en el más mínimo detalle.

2Cr 34:3 En el año octavo de su reinado, siendo aún muy joven, Josías comenzó a buscar al Dios de su antepasado David. En el año duodécimo empezó a purificar a Judá y a Jerusalén, quitando los santuarios paganos, las imágenes de la diosa Aserá, y los ídolos y las imágenes de metal fundido.

2Cr 34:4 En su presencia fueron destruidos los altares de los baales y los altares sobre los que se quemaba incienso; también fueron despedazadas las imágenes para el culto a Aserá, y los ídolos y las imágenes de metal fundido fueron reducidos a polvo, el cual fue esparcido sobre las tumbas de los que les habían ofrecido sacrificios.

2Cr 34:5 Quemó sobre los altares los huesos de los sacerdotes, purificando así a Judá y a Jerusalén.

2Cr 34:6 Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y Neftalí, y en sus alrededores.

2Cr 34:7 En toda la región de Israel destruyó los altares, redujo a polvo los ídolos y las imágenes de la diosa Aserá, y derribó los altares para quemar incienso. Luego regresó a Jerusalén.

Hallado el libro de la Ley

2Cr 34:8 En el año dieciocho de su reinado, después de haber purificado el país y el templo, Josías envió a Safán hijo de Asalías y a Maseías, gobernador de la ciudad, junto con el secretario Joa hijo de Joacaz, a que repararan el templo del SEÑOR su Dios.

2Cr 34:9 Éstos se presentaron ante el sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero que había sido recaudado en el templo del SEÑOR, y que los levitas porteros habían recibido de los habitantes de Manasés y Efraín, y de todo el resto de Israel, Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén.

2Cr 34:10 Luego entregaron el dinero a los que supervisaban la restauración del templo, y éstos se lo dieron a los trabajadores que estaban reparando y restaurando el templo del SEÑOR.

2Cr 34:11 También les dieron dinero a los carpinteros y albañiles, a fin de que compraran piedras de cantera y madera para las vigas de los edificios que los reyes de Judá habían dejado deteriorar.

2Cr 34:12 Estos hombres realizaban su trabajo con honradez. Los que estaban al frente de ellos eran los levitas Yajat y Abdías, descendientes de Merari, y Zacarías y Mesulán, descendientes de Coat. Los levitas, que eran hábiles en tocar instrumentos de música,

2Cr 34:13 eran los jefes de los cargadores y de todos los que trabajaban en la obra, fuera cual fuera su tarea. Entre los levitas había cronistas, oficiales y porteros.

2Cr 34:14

Hallazgo del libro de la ley

34:14-28—2R 22:8-20

34:29-32—2R 23:1-3

Al sacar el dinero recaudado en el templo del SEÑOR, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del SEÑOR, dada por medio de Moisés.

2Cr 34:15 Jilquías le dijo al cronista Safán: «He encontrado el libro de la ley en el templo del SEÑOR.» Entonces se lo entregó,

2Cr 34:16 y Safán se lo llevó al rey. Le dijo: —Majestad, sus servidores están haciendo todo cuanto se les ha encargado.

2Cr 34:17 Han recogido el dinero[a] que estaba en el templo del SEÑOR, y se lo han entregado a los supervisores y a los trabajadores.

2Cr 34:18 En sus funciones de cronista, Safán también informó al rey que el sumo sacerdote Jilquías le había entregado un libro, el cual leyó en presencia del rey.

2Cr 34:19 Cuando el rey oyó las palabras de la ley, se rasgó las vestiduras en señal de duelo

2Cr 34:20 y dio esta orden a Jilquías, a Ajicán hijo de Safán, a Abdón hijo de Micaías, al cronista Safán y a Asaías, su ministro personal:

2Cr 34:21 —Con respecto a lo que dice este libro que se ha encontrado, vayan a consultar al SEÑOR por mí y por el remanente de Israel y de Judá. Sin duda que la gran ira del SEÑOR se ha derramado contra nosotros porque nuestros antepasados no tuvieron en cuenta su palabra, ni actuaron según lo que está escrito en este libro.

Hulda profetiza desastres

2Cr 34:22 Jilquías y los demás comisionados del rey fueron a consultar a la profetisa Huldá, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticvá[b] y nieto de Jarjás.

2Cr 34:23 Huldá les contestó: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Díganle al que los ha enviado

2Cr 34:24 que yo, el SEÑOR, les advierto: ‘Voy a enviar una desgracia sobre este lugar y sus habitantes, y haré que se cumplan todas las maldiciones que están escritas en el libro que se ha leído ante el rey de Judá.

2Cr 34:25 Ellos me han abandonado; han quemado incienso a otros dioses, y con todos sus ídolos[c] han provocado mi furor. Por eso arde mi ira contra este lugar, y no se apagará.’

2Cr 34:26 Pero al rey de Judá, que los envió para consultarme, díganle que yo, el SEÑOR, Dios de Israel, digo en cuanto a las palabras que él ha oído:

2Cr 34:27 ‘Como te has conmovido y humillado ante mí al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, y te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, yo te he escuchado. Yo, el SEÑOR, lo afirmo.

2Cr 34:28 Por lo tanto, te reuniré con tus antepasados, y serás sepultado en paz. Tus ojos no verán la desgracia que voy a enviar sobre este lugar y sobre sus habitantes.’” » Así que ellos regresaron para informar al rey.

2Cr 34:29

Renovación del pacto

Entonces el rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y Jerusalén.

2Cr 34:30 Acompañado de todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, de los sacerdotes, de los levitas y, en fin, de la nación entera, desde el más grande hasta el más pequeño, el rey subió al templo del SEÑOR y, en presencia de ellos, leyó todo lo que dice el libro del pacto que fue hallado en el templo del SEÑOR.

2Cr 34:31 Después se puso de pie, junto a la columna del rey, y ante el SEÑOR renovó el pacto. Se comprometió a seguir al SEÑOR y a poner en práctica, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, preceptos y decretos, cumpliendo así las palabras del pacto escritas en este libro.

2Cr 34:32 Después hizo que todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín confirmaran el pacto. Y así los habitantes de Jerusalén actuaron según el pacto del Dios de sus antepasados.

2Cr 34:33 Josías suprimió todas las costumbres detestables que había en todo el territorio de los israelitas, e hizo que todos los que se hallaban en Israel adoraran al SEÑOR su Dios. Mientras Josías vivió, no abandonaron al SEÑOR, Dios de sus antepasados.

Salmo 79

"¿Hasta cuándo, Señor?"

Sal 79:1

Salmo de Asaf.

Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu herencia; han profanado tu santo templo, han dejado en ruinas a Jerusalén.

Sal 79:2 Han entregado los cadáveres de tus siervos como alimento de las aves del cielo; han destinado los cuerpos de tus fieles para comida de los animales salvajes.

Sal 79:3 Por toda Jerusalén han derramado su sangre, como si derramaran agua, y no hay quien entierre a los muertos.

Sal 79:4 Nuestros vecinos hacen mofa de nosotros; somos blanco de las burlas de quienes nos rodean.

Sal 79:5 ¿Hasta cuándo, SEÑOR? ¿Vas a estar enojado para siempre? ¿Arderá tu celo como el fuego?

Sal 79:6 ¡Enójate con las naciones que no te reconocen, con los reinos que no invocan tu nombre!

Sal 79:7 Porque a Jacob se lo han devorado, y al país lo han dejado en ruinas.

Sal 79:8 No nos tomes en cuenta los pecados de ayer; ¡venga pronto tu misericordia a nuestro encuentro, porque estamos totalmente abatidos!

Sal 79:9 Oh Dios y salvador nuestro, por la gloria de tu nombre, ayúdanos; por tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados.

Sal 79:10 ¿Por qué van a decir las naciones: «¿Dónde está su Dios?» Permítenos ver, y muéstrales a los pueblos paganos cómo tomas venganza de la sangre de tus siervos.

Sal 79:11 Que lleguen a tu presencia los gemidos de los cautivos, y por la fuerza de tu brazo salva a los condenados a muerte.

Sal 79:12 Señor, haz que sientan nuestros vecinos, siete veces y en carne propia, el oprobio que han lanzado contra ti.

Sal 79:13 Y nosotros, tu pueblo y ovejas de tu prado, te alabaremos por siempre; de generación en generación cantaremos tus alabanzas.