Día 163

09 La Sabiduría de Israel

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Lee la Biblia: Eclesiastes

Mira nuestro video de Lee la Biblia sobre el libro de Eclesiastés, que analiza el diseño literario del libro y su flujo de pensamiento. Este libro nos obliga a enfrentar la muerte y el azar y los desafíos que estas le plantean a una manera ingenua de creer en la bondad de Dios.

Eclesiastes 1

Todo es vanidad

Ecl 1:1

Discurso inicial

Éstas son las palabras del Maestro,[a] hijo de David, rey en Jerusalén.

Ecl 1:2 Lo más absurdo de lo absurdo, —dice el Maestro—, lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo!

Ecl 1:3 ¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida?

Ecl 1:4 Generación va, generación viene, mas la tierra siempre es la misma.

Ecl 1:5 Sale el sol, se pone el sol, y afanoso vuelve a su punto de origen para de allí volver a salir.

Ecl 1:6 Dirigiéndose al sur, o girando hacia el norte, sin cesar va girando el viento para de nuevo volver a girar.

Ecl 1:7 Todos los ríos van a dar al mar, pero el mar jamás se sacia. A su punto de origen vuelven los ríos, para de allí volver a fluir.

Ecl 1:8 Todas las cosas hastían más de lo que es posible expresar. Ni se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír.

Ecl 1:9 Lo que ya ha acontecido volverá a acontecer; lo que ya se ha hecho se volverá a hacer ¡y no hay nada nuevo bajo el sol!

Ecl 1:10 Hay quien llega a decir: «¡Mira que esto sí es una novedad!» Pero eso ya existía desde siempre, entre aquellos que nos precedieron.

Ecl 1:11 Nadie se acuerda de los hombres[b] primeros, como nadie se acordará de los últimos. ¡No habrá memoria de ellos entre los que habrán de sucedernos!

La vanidad de la sabiduría

Ecl 1:12

Primeras conclusiones

Yo, el Maestro, reiné en Jerusalén sobre Israel.

Ecl 1:13 Y me dediqué de lleno a explorar e investigar con sabiduría todo cuanto se hace bajo el cielo. ¡Penosa tarea ha impuesto Dios al género humano para abrumarlo con ella!

Ecl 1:14 Y he observado todo cuanto se hace en esta vida, y todo ello es absurdo, ¡es correr tras el viento!

Ecl 1:15 Ni se puede enderezar lo torcido, ni se puede contar lo que falta.

Ecl 1:16 Me puse a reflexionar: «Aquí me tienen, engrandecido y con más sabiduría que todos mis antecesores en Jerusalén, y habiendo experimentado abundante sabiduría y conocimiento.

Ecl 1:17 Me he dedicado de lleno a la comprensión de la sabiduría, y hasta conozco la necedad y la insensatez. ¡Pero aun esto es querer alcanzar el viento!

Ecl 1:18 Francamente, »mientras más sabiduría, más problemas; mientras más se sabe, más se sufre.»

Eclesiastes 2

La vanidad de los placeres

Ecl 2:1 Me dije entonces: «Vamos, pues, haré la prueba con los placeres y me daré la gran vida.» ¡Pero aun esto resultó un absurdo!

Ecl 2:2 A la risa la considero una locura; en cuanto a los placeres, ¿para qué sirven?

Ecl 2:3 Quise luego hacer la prueba de entregarme al vino —si bien mi mente estaba bajo el control de la sabiduría—, y de aferrarme a la necedad, hasta ver qué de bueno le encuentra el hombre a lo que hace bajo el cielo durante los contados días de su vida.

Ecl 2:4 Realicé grandes obras: me construí casas, me planté viñedos,

Ecl 2:5 cultivé mis propios huertos y jardines, y en ellos planté toda clase de árboles frutales.

Ecl 2:6 También me construí aljibes para irrigar los muchos árboles que allí crecían.

Ecl 2:7 Me hice de esclavos y esclavas; y tuve criados, y mucho más ganado vacuno y lanar que todos los que me precedieron en Jerusalén.

Ecl 2:8 Amontoné oro y plata, y tesoros que fueron de reyes y provincias. Me hice de cantores y cantoras, y disfruté de los deleites de los hombres: ¡formé mi propio harén![a]

Ecl 2:9 Me engrandecí en gran manera, más que todos los que me precedieron en Jerusalén; además, la sabiduría permanecía conmigo.

Ecl 2:10 No le negué a mis ojos ningún deseo, ni a mi corazón privé de placer alguno, sino que disfrutó de todos mis afanes. ¡Sólo eso saqué de tanto afanarme!

Ecl 2:11 Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida.

La vanidad de vivir sabiamente

Ecl 2:12

Todos paran en lo mismo

Consideré entonces la sabiduría, la necedad y la insensatez —¿qué más puede hacer el sucesor del rey, aparte de lo ya hecho?—,

Ecl 2:13 y pude observar que hay más provecho en la sabiduría que en la insensatez, así como hay más provecho en la luz que en las tinieblas.

Ecl 2:14 El sabio tiene los ojos bien puestos, pero el necio anda a oscuras. Pero también me di cuenta de que un mismo final les espera a todos.

Ecl 2:15 Me dije entonces: «Si al fin voy a acabar igual que el necio, ¿de qué me sirve ser tan sabio?» Y concluí que también esto es absurdo,

Ecl 2:16 pues nadie se acuerda jamás del sabio ni del necio; con el paso del tiempo todo cae en el olvido, y lo mismo mueren los sabios que los necios.

Ecl 2:17 Aborrecí entonces la vida, pues todo cuanto se hace en ella me resultaba repugnante. Realmente, todo es absurdo; ¡es correr tras el viento!

La vanidad de los afanes

Ecl 2:18 Aborrecí también el haberme afanado tanto en esta vida, pues el fruto de tanto afán tendría que dejárselo a mi sucesor,

Ecl 2:19 y ¿quién sabe si éste sería sabio o necio? Sin embargo, se adueñaría de lo que con tantos afanes y sabiduría logré hacer en esta vida. ¡Y también esto es absurdo!

Ecl 2:20 Volví a sentirme descorazonado de haberme afanado tanto en esta vida,

Ecl 2:21 pues hay quienes ponen a trabajar su sabiduría y sus conocimientos y experiencia, para luego entregarle todos sus bienes a quien jamás movió un dedo. ¡Y también esto es absurdo, y un mal enorme!

Ecl 2:22 Pues, ¿qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol?

Ecl 2:23 Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!

Ecl 2:24 Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes. He visto que también esto proviene de Dios,

Ecl 2:25 porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios?[b]

Ecl 2:26 En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado; en cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!

Eclesiastes 3

Todo tiene su tiempo

Ecl 3:1

Hay un tiempo para todo

Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:

Ecl 3:2 un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;

Ecl 3:3 un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;

Ecl 3:4 un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;

Ecl 3:5 un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;

Ecl 3:6 un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;

Ecl 3:7 un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;

Ecl 3:8 un tiempo para amar, y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.

El trabajo encomendado por Dios

Ecl 3:9

De nada sirve afanarse

¿Qué provecho saca quien trabaja, de tanto afanarse?

Ecl 3:10 He visto la tarea que Dios ha impuesto al género humano para abrumarlo con ella.

Ecl 3:11 Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin.

Ecl 3:12 Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva;

Ecl 3:13 y sé también que es un don de Dios que el hombre coma o beba, y disfrute de todos sus afanes.

Ecl 3:14 Sé además que todo lo que Dios ha hecho permanece para siempre; que no hay nada que añadirle ni quitarle; y que Dios lo hizo así para que se le tema.

Ecl 3:15 Lo que ahora existe, ya existía; y lo que ha de existir, existe ya. Dios hace que la historia se repita.

Del polvo al polvo

Ecl 3:16

Contradicciones de la vida

He visto algo más en esta vida: maldad donde se dictan las sentencias, y maldad donde se imparte la justicia.

Ecl 3:17 Pensé entonces: «Al justo y al malvado los juzgará Dios, pues hay un tiempo para toda obra y un lugar para toda acción.»

Ecl 3:18 Pensé también con respecto a los hombres: «Dios los está poniendo a prueba, para que ellos mismos se den cuenta de que son como los animales.

Ecl 3:19 Los hombres terminan igual que los animales; el destino de ambos es el mismo, pues unos y otros mueren por igual, y el aliento de vida es el mismo para todos, así que el hombre no es superior a los animales. Realmente, todo es absurdo,

Ecl 3:20 y todo va hacia el mismo lugar. »Todo surgió del polvo, y al polvo todo volverá.

Ecl 3:21 »¿Quién sabe si el espíritu del hombre se remonta a las alturas, y el de los animales desciende[a] a las profundidades de la tierra?»

Ecl 3:22 He visto, pues, que nada hay mejor para el hombre que disfrutar de su trabajo, ya que eso le ha tocado. Pues, ¿quién lo traerá para que vea lo que sucederá después de él?

Eclesiastes 4

Maldad bajo el sol

Ecl 4:1

Opresores y oprimidos

Luego me fijé en tanta opresión que hay en esta vida. Vi llorar a los oprimidos, y no había quien los consolara; el poder estaba del lado de sus opresores, y no había quien los consolara.

Ecl 4:2 Y consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven,

Ecl 4:3 aunque en mejor situación están los que aún no han nacido, los que no han visto aún la maldad que se comete en esta vida.

Ecl 4:4 Vi además que tanto el afán como el éxito en la vida despiertan envidias. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!

Ecl 4:5 El necio se cruza de brazos, y acaba muriéndose de hambre.

Ecl 4:6 Más vale poco con tranquilidad que mucho[a] con fatiga... ¡corriendo tras el viento!

Ecl 4:7

La unión hace la fuerza

Me fijé entonces en otro absurdo en esta vida:

Ecl 4:8 vi a un hombre solitario, sin hijos ni hermanos, y que nunca dejaba de afanarse; ¡jamás le parecían demasiadas sus riquezas! «¿Para quién trabajo tanto, y me abstengo de las cosas buenas?», se preguntó. ¡También esto es absurdo, y una penosa tarea!

Ecl 4:9 Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo.

Ecl 4:10 Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante!

Ecl 4:11 Si dos se acuestan juntos, entrarán en calor; uno solo ¿cómo va a calentarse?

Ecl 4:12 Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!

Ecl 4:13

Juventud y sabiduría

Más vale joven pobre pero sabio que rey viejo pero necio, que ya no sabe recibir consejos.

Ecl 4:14 Aunque de la cárcel haya ascendido al trono, o haya nacido pobre en ese reino,

Ecl 4:15 en esta vida he visto que la gente apoya al joven que sucede al rey.

Ecl 4:16 Y aunque es incontable la gente que sigue a los reyes,[b] muchos de los que vienen después tampoco quedan contentos con el sucesor. Y también esto es absurdo; ¡es alcanzar el viento!

Salmo 8

Cuán glorioso es tu nombre

Sal 8:1

Al director musical. Sígase la tonada de «La canción del lagar».[a] Salmo de David.

Oh SEÑOR, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos!

Sal 8:2 Por causa de tus adversarios has hecho que brote la alabanza[b] de labios de los pequeñitos y de los niños de pecho, para silenciar al enemigo y al rebelde.

Sal 8:3 Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste,

Sal 8:4 me pregunto: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano[c], para que lo tomes en cuenta?»

Sal 8:5 Pues lo hiciste poco menos que un dios,[d] y lo coronaste de gloria y de honra:

Sal 8:6 lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio;

Sal 8:7 todas las ovejas, todos los bueyes, todos los animales del campo,

Sal 8:8 las aves del cielo, los peces del mar, y todo lo que surca los senderos del mar.

Sal 8:9 Oh SEÑOR, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!