Día 228

13 La Historia Hasta Ahora

220 - 221 - 222 - 223 - 224 - 225 - 226 - 227 - 228 - 229 - 230 - 231 - 232 - 233 - 234 - 235

2 de Cronicas 9

La reina de Saba

2Cr 9:1

La reina de Sabá visita a Salomón

9:1-12—1R 10:1-13

La reina de Sabá se enteró de la fama de Salomón, así que fue a verlo en Jerusalén para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Llegó con un séquito muy grande; sus camellos llevaban perfumes, oro en abundancia y piedras preciosas. Al presentarse ante Salomón, le preguntó todo lo que tenía pensado,

2Cr 9:2 y él respondió a todas sus preguntas. No hubo ningún asunto, por difícil que fuera, que Salomón no pudiera resolver.

2Cr 9:3 La reina de Sabá se quedó atónita al ver la sabiduría de Salomón y el palacio que él había construido, los manjares de su mesa,

2Cr 9:4 los asientos que ocupaban sus funcionarios, el servicio y la ropa de sus criados y coperos, y los holocaustos que ofrecía en el templo[a] del SEÑOR.

2Cr 9:5 Entonces le dijo al rey: «¡Todo lo que escuché en mi país acerca de tus triunfos y de tu sabiduría es cierto!

2Cr 9:6 No podía creer nada de eso hasta que vine y lo vi con mis propios ojos. Pero en realidad, ¡no me habían contado ni siquiera la mitad de tu extraordinaria sabiduría! Tú superas todo lo que había oído decir de ti.

2Cr 9:7 ¡Dichosos tus súbditos! ¡Dichosos estos servidores tuyos, que constantemente están en tu presencia bebiendo de tu sabiduría!

2Cr 9:8 ¡Y alabado sea el SEÑOR tu Dios, que se ha deleitado en ti y te ha puesto en su trono para que lo representes como rey! En su amor por Israel, tu Dios te ha hecho rey de ellos para que gobiernes con justicia y rectitud, pues él quiere consolidar a su pueblo para siempre.»

2Cr 9:9 Luego la reina le regaló a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos[b] de oro, piedras preciosas y una gran cantidad de perfumes. Jamás volvió a haber perfumes como los que la reina de Sabá le obsequió al rey Salomón.

2Cr 9:10 Además del oro de Ofir, los oficiales de Hiram y los de Salomón trajeron madera de sándalo y piedras preciosas.

2Cr 9:11 Con la madera, el rey construyó escalinatas para el templo del SEÑOR y para el palacio real, y también hizo arpas y liras para los músicos. Nunca antes se había visto en Judá algo semejante.

2Cr 9:12 El rey Salomón, por su parte, le dio a la reina de Sabá todo lo que a ella se le antojó pedirle, lo cual fue más de lo que ella le dio al rey. Después de eso, la reina regresó a su país con todos los que la atendían.

La riqueza de Salomón

2Cr 9:13

El esplendor de Salomón

9:13-28—1R 10:14-29; 2Cr 1:14-17

La cantidad de oro que Salomón recibía anualmente llegaba a los veintidós mil kilos,[c]

2Cr 9:14 sin contar los impuestos que pagaban los mercaderes y comerciantes. También los reyes de Arabia y los gobernadores del país le llevaban oro y plata a Salomón.

2Cr 9:15 El rey Salomón hizo doscientos escudos grandes de oro batido, en cada uno de los cuales se emplearon seis kilos y medio[d] de oro.

2Cr 9:16 Hizo además trescientos escudos más pequeños, también de oro batido, empleando en cada uno de ellos tres kilos[e] de oro. Estos escudos los puso el rey en el palacio llamado «Bosque del Líbano».

2Cr 9:17 El rey hizo también un gran trono de marfil, recubierto de oro puro.

2Cr 9:18 El trono tenía seis peldaños, un estrado de oro, brazos a cada lado del asiento, dos leones de pie junto a los brazos

2Cr 9:19 y doce leones de pie sobre los seis peldaños, uno en cada extremo. En ningún otro reino se había hecho algo semejante.

2Cr 9:20 Todas las copas del rey Salomón y toda la vajilla del palacio «Bosque del Líbano» eran de oro puro. Nada estaba hecho de plata, pues en tiempos de Salomón la plata era poco apreciada.

2Cr 9:21 Cada tres años, la flota comercial del rey, que era tripulada por los oficiales de Hiram, regresaba de Tarsis trayendo oro, plata y marfil, monos y mandriles.[f]

2Cr 9:22 Tanto en riquezas como en sabiduría, el rey Salomón sobrepasó a los demás reyes de la tierra.

2Cr 9:23 Todos ellos procuraban visitarlo para oír la sabiduría que Dios le había dado,

2Cr 9:24 y año tras año le llevaban regalos: artículos de plata y de oro, vestidos, armas y perfumes, y caballos y mulas.

2Cr 9:25 Salomón tenía cuatro mil establos para sus caballos y sus carros de combate, y doce mil caballos que mantenía en las caballerizas y también en su palacio en Jerusalén.

2Cr 9:26 El rey Salomón extendió su dominio sobre todos los reyes, desde el río Éufrates hasta Filistea y la frontera de Egipto.

2Cr 9:27 Hizo que en Jerusalén la plata fuera tan común y corriente como las piedras, y el cedro tan abundante como las higueras de la llanura.

2Cr 9:28 Sus caballos eran importados de Egipto y de todos los otros países.

La muerte de Salomón

2Cr 9:29

Muerte de Salomón

9:29-31—1R 11:41-43

Los demás acontecimientos del reinado de Salomón, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas del profeta Natán, en la profecía de Ahías el silonita, y en las visiones del vidente Idó acerca de Jeroboán hijo de Nabat.

2Cr 9:30 Salomón reinó en Jerusalén cuarenta años sobre todo Israel.

2Cr 9:31 Cuando murió, fue sepultado en la ciudad de David, su padre, y su hijo Roboán lo sucedió en el trono.

2 de Cronicas 10

Rebelión contra Roboam

2Cr 10:1

División del reino

10:1-11—1R 12:1-24

Roboán fue a Siquén porque todos los israelitas se habían reunido allí para proclamarlo rey.

2Cr 10:2 De esto se enteró Jeroboán hijo de Nabat, así que volvió de Egipto, que es adonde había huido del rey Salomón.

2Cr 10:3 Cuando lo mandaron a buscar, él y todo Israel fueron a ver a Roboán y le dijeron:

2Cr 10:4 —Su padre nos impuso un yugo pesado. Alívienos usted ahora el duro trabajo y el pesado yugo que él nos echó encima; así serviremos a Su Majestad.

2Cr 10:5 —Váyanse por ahora —respondió Roboán—, pero vuelvan a verme dentro de tres días. Cuando el pueblo se fue,

2Cr 10:6 el rey Roboán consultó con los ancianos que en vida de su padre Salomón habían estado a su servicio. —¿Qué me aconsejan ustedes que le responda a este pueblo? —preguntó.

2Cr 10:7 Ellos respondieron: —Si Su Majestad trata con bondad a este pueblo, y condesciende con ellos y les responde con amabilidad, ellos le servirán para siempre.

2Cr 10:8 Pero Roboán rechazó el consejo que le dieron los ancianos, y consultó más bien con los jóvenes que se habían criado con él y que estaban a su servicio.

2Cr 10:9 —¿Ustedes qué me aconsejan? —les preguntó—. ¿Cómo debo responderle a este pueblo que me dice: “Alívienos el yugo que su padre nos echó encima” ?

2Cr 10:10 Aquellos jóvenes, que se habían criado con él, le contestaron: —El pueblo le ha dicho a Su Majestad: “Su padre nos impuso un yugo pesado; hágalo usted más ligero.” Pues bien, respóndales de este modo: “Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre.

2Cr 10:11 Si él les impuso un yugo pesado, ¡yo les aumentaré la carga! Y si él los castigaba a ustedes con una vara, ¡yo lo haré con un látigo!”[a]

2Cr 10:12 Al tercer día, en la fecha que el rey Roboán había indicado, Jeroboán regresó con todo el pueblo para presentarse ante él.

2Cr 10:13 Pero el rey Roboán les respondió con brusquedad: rechazó el consejo de los ancianos,

2Cr 10:14 y siguió más bien el de los jóvenes. Les dijo: «Si mi padre les impuso[b] un yugo pesado; ¡yo les aumentaré la carga! Si él los castigaba a ustedes con una vara, ¡yo lo haré con un látigo!»

2Cr 10:15 Y como el rey no escuchó al pueblo, las cosas tomaron este rumbo por voluntad de Dios. Así se cumplió la palabra que el SEÑOR le había comunicado a Jeroboán hijo de Nabat por medio de Ahías el silonita.

2Cr 10:16 Cuando se dieron cuenta de que el rey[c] no iba a hacerles caso, todos los israelitas exclamaron a una: «¡Pueblo de Israel, todos a sus casas! ¡Y tú, David, ocúpate de los tuyos! ¿Qué parte tenemos con David? ¿Qué herencia tenemos con el hijo de Isaí?» Así que se fueron, cada uno a su casa.

2Cr 10:17 Sin embargo, Roboán siguió reinando sobre los israelitas que vivían en las ciudades de Judá.

2Cr 10:18 Más tarde, el rey Roboán envió a Adonirán[d] para que supervisara el trabajo forzado, pero los israelitas lo mataron a pedradas. ¡A duras penas logró el rey subir a su carro y escapar a Jerusalén!

2Cr 10:19 Desde entonces Israel ha estado en rebelión contra la familia de David.

2 de Cronicas 11

Roboam fortifica su reino

2Cr 11:1 Roboán llegó a Jerusalén y movilizó a las familias de Judá y de Benjamín, ciento ochenta mil guerreros selectos en total, para hacer la guerra contra Israel y así recuperar el reino.

2Cr 11:2 Pero la palabra del SEÑOR vino a Semaías, hombre de Dios, y le dio este mensaje:

2Cr 11:3 «Diles a Roboán hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas que están en Judá y en Benjamín,

2Cr 11:4 que así dice el SEÑOR: “No vayan a luchar contra sus hermanos. Regrese cada uno a su casa, porque es mi voluntad que esto haya sucedido.” » Y ellos obedecieron las palabras del SEÑOR y desistieron de marchar contra Jeroboán.

2Cr 11:5

Roboán fortifica las ciudades de Judá

Roboán se estableció en Jerusalén y fortificó las siguientes ciudades de Judá:

2Cr 11:6 Belén, Etam, Tecoa,

2Cr 11:7 Betsur, Soco, Adulán,

2Cr 11:8 Gat, Maresá, Zif,

2Cr 11:9 Adorayin, Laquis, Azeca,

2Cr 11:10 Zora, Ayalón y Hebrón. Estas ciudades fueron fortificadas en Judá y en Benjamín.

2Cr 11:11 Roboán nombró gobernantes, reforzó las fortificaciones, almacenó en ellas víveres, aceite y vino,

2Cr 11:12 y las armó a todas con escudos y lanzas. Así fortificó completamente todas las ciudades y quedó en posesión de Judá y de Benjamín.

Sacerdotes y levitas acuden a Jerusalén

2Cr 11:13

Los sacerdotes y los levitas apoyan a Roboán

De todas las regiones de Israel llegaron sacerdotes y levitas para unirse a Roboán.

2Cr 11:14 Los levitas abandonaron sus campos de pastoreo y demás posesiones para irse a Judá y a Jerusalén, ya que Jeroboán y sus hijos les habían impedido ejercer el sacerdocio del SEÑOR.

2Cr 11:15 En su lugar, Jeroboán había nombrado sacerdotes para los santuarios paganos y para el culto a los machos cabríos y a los becerros que había mandado hacer.

2Cr 11:16 Tras los levitas se fue gente de todas las tribus de Israel que con todo el corazón buscaba al SEÑOR, Dios de Israel. Llegaron a Jerusalén para ofrecer sacrificios al SEÑOR, Dios de sus antepasados.

2Cr 11:17 Así consolidaron el reino de Judá, y durante tres años apoyaron a Roboán hijo de Salomón y siguieron el buen ejemplo de David y Salomón.

Familia de Roboam

2Cr 11:18

Esposas e hijos de Roboán

Roboán se casó con Majalat hija de Jerimot, el hijo de David y de Abijaíl, hija de Eliab y nieta de Isaí.

2Cr 11:19 Los hijos que ella le dio fueron Jeús, Semarías y Zaján.

2Cr 11:20 Después se casó con Macá hija de Absalón. Los hijos que ella le dio fueron Abías, Atay, Ziza y Selomit.

2Cr 11:21 Roboán amó a Macá hija de Absalón más que a sus otras esposas y concubinas. En total, tuvo dieciocho esposas y sesenta concubinas, y fue padre de veintiocho hijos y de sesenta hijas.

2Cr 11:22 Roboán puso como jefe de sus hermanos a Abías hijo de Macá, pues tenía la intención de hacerlo rey.

2Cr 11:23 Y actuó con astucia, pues a sus otros hijos les dio víveres en abundancia, les consiguió muchas esposas y los dispersó por todo el territorio de Judá y de Benjamín y por todas las ciudades fortificadas.

2 de Cronicas 12

Egipto saquea Jerusalén

2Cr 12:1

Sisac invade Jerusalén

12:9-16—1R 14:21, 25-31

Después de que Roboán consolidó su reino y se afirmó en el trono, él y todo Israel abandonaron la ley del SEÑOR

2Cr 12:2 y le fueron infieles. Por eso en el quinto año del reinado de Roboán, Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén.

2Cr 12:3 Con mil doscientos carros de combate, sesenta mil jinetes y una innumerable multitud de libios, suquíes y cusitas procedentes de Egipto,

2Cr 12:4 Sisac conquistó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.

2Cr 12:5 Entonces el profeta Semaías se presentó ante Roboán y los jefes de Judá que por miedo a Sisac se habían reunido en Jerusalén, y les dijo: —Así dice el SEÑOR: “Como ustedes me abandonaron, ahora yo también los abandono, para que caigan en manos de Sisac.”

2Cr 12:6 Los jefes israelitas y el rey confesaron con humildad: —¡El SEÑOR es justo!

2Cr 12:7 Cuando el SEÑOR vio que se habían humillado, le habló nuevamente a Semaías y le dijo: «Puesto que han mostrado humildad, ya no voy a destruirlos; dentro de poco tiempo los libraré. No voy a permitir que Sisac ejecute mi castigo sobre Jerusalén,

2Cr 12:8 aunque sí dejaré que los someta a su dominio, para que aprendan la diferencia que hay entre servirme a mí y servir a los reyes de otros países.»

2Cr 12:9 Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén y se llevó los tesoros del templo del SEÑOR y del palacio real. Se lo llevó todo, aun los escudos de oro que Salomón había hecho.

2Cr 12:10 Para reemplazarlos, el rey Roboán mandó hacer escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la guardia que custodiaba la entrada del palacio real.

2Cr 12:11 Siempre que el rey iba al templo del SEÑOR, los guardias lo acompañaban portando los escudos, pero luego los devolvían a la sala de los centinelas.

2Cr 12:12 Por haberse humillado Roboán, y porque aún quedaba algo bueno en Judá, el SEÑOR apartó su ira de él y no lo destruyó por completo,

2Cr 12:13 así que el rey Roboán afirmó su trono y continuó reinando en Jerusalén. Su madre era una amonita llamada Noamá. Roboán tenía cuarenta y un años cuando ascendió al trono, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad donde, de entre todas las tribus de Israel, el SEÑOR había decidido habitar.

2Cr 12:14 Pero Roboán actuó mal, porque no tuvo el firme propósito de buscar al SEÑOR.

2Cr 12:15 Los acontecimientos del reinado de Roboán, desde el primero hasta el último, incluyendo las constantes guerras que hubo entre Jeroboán y él, están escritos en las crónicas del profeta Semaías y del vidente Idó.

2Cr 12:16 Cuando Roboán murió, fue sepultado en la Ciudad de David. Y su hijo Abías lo sucedió en el trono.

Salmo 73

Mi porción es Dios para siempre

Sal 73:1

Salmo de Asaf.

En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel, con los puros de corazón!

Sal 73:2 Yo estuve a punto de caer, y poco me faltó para que resbalara.

Sal 73:3 Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados.

Sal 73:4 Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable.[a]

Sal 73:5 Libres están de los afanes de todos; no les afectan los infortunios humanos.

Sal 73:6 Por eso lucen su orgullo como un collar, y hacen gala de su violencia.

Sal 73:7 ¡Están que revientan de malicia, y hasta se les ven sus malas intenciones!

Sal 73:8 Son burlones, hablan con doblez, y arrogantes oprimen y amenazan.

Sal 73:9 Con la boca increpan al cielo, con la lengua dominan la tierra.

Sal 73:10 Por eso la gente acude a ellos y cree todo lo que afirman.

Sal 73:11 Hasta dicen: «¿Cómo puede Dios saberlo? ¿Acaso el Altísimo tiene entendimiento?»

Sal 73:12 Así son los impíos; sin afanarse, aumentan sus riquezas.

Sal 73:13 En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis manos lavadas en la inocencia,

Sal 73:14 si todo el día me golpean y de mañana me castigan?

Sal 73:15 Si hubiera dicho: «Voy a hablar como ellos», habría traicionado a tu linaje.

Sal 73:16 Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable,

Sal 73:17 hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados:

Sal 73:18 En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo, y los empujas a su propia destrucción.

Sal 73:19 ¡En un instante serán destruidos, totalmente consumidos por el terror!

Sal 73:20 Como quien despierta de un sueño, así, Señor, cuando tú te levantes, desecharás su falsa apariencia.

Sal 73:21 Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo

Sal 73:22 por mi necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia!

Sal 73:23 Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha.

Sal 73:24 Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria.

Sal 73:25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.

Sal 73:26 Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu,[b] pero Dios fortalece[c] mi corazón; él es mi herencia eterna.

Sal 73:27 Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles.

Sal 73:28 Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del SEÑOR Soberano mi refugio para contar todas sus obras.