Día 75

06 La Tierra Prometida

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Jueces 16

Sansón y Dalila

Jue 16:1

Sansón y Dalila

Un día Sansón fue a Gaza, donde vio a una prostituta. Entonces entró para pasar la noche con ella.

Jue 16:2 Al pueblo de Gaza se le anunció: «¡Sansón ha venido aquí!» Así que rodearon el lugar y toda la noche estuvieron al acecho junto a la puerta de la ciudad. Se quedaron quietos durante toda la noche diciéndose: «Lo mataremos al amanecer.»

Jue 16:3 Pero Sansón estuvo acostado allí hasta la medianoche; luego se levantó y arrancó las puertas de la entrada de la ciudad, junto con sus dos postes, con cerrojo y todo. Se las echó al hombro y las llevó hasta la cima del monte que está frente a Hebrón.

Jue 16:4 Pasado algún tiempo, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila.

Jue 16:5 Los jefes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo, de modo que lo atemos y lo tengamos sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata.»[a]

Jue 16:6 Dalila le dijo a Sansón: —Dime el secreto de tu tremenda fuerza, y cómo se te puede atar y dominar.

Jue 16:7 Sansón le respondió: —Si se me ata con siete cuerdas de arco[b] que todavía no estén secas, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.

Jue 16:8 Los jefes de los filisteos le trajeron a ella siete cuerdas de arco que aún no se habían secado, y Dalila lo ató con ellas.

Jue 16:9 Estando unos hombres al acecho en el cuarto, ella le gritó: —¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti! Pero él rompió las cuerdas como quien rompe un pedazo de cuerda chamuscada. De modo que no se descubrió el secreto de su fuerza.

Jue 16:10 Dalila le dijo a Sansón: —¡Te burlaste de mí! ¡Me dijiste mentiras! Vamos, dime cómo se te puede atar.

Jue 16:11 —Si se me ata firmemente con sogas nuevas, sin usar —le dijo él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.

Jue 16:12 Mientras algunos filisteos estaban al acecho en el cuarto, Dalila tomó sogas nuevas y lo ató, y luego le gritó: —¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti! Pero él rompió las sogas que ataban sus brazos, como quien rompe un hilo.

Jue 16:13 Entonces Dalila le dijo a Sansón: —¡Hasta ahora te has burlado de mí, y me has dicho mentiras! Dime cómo se te puede atar. —Si entretejes las siete trenzas de mi cabello con la tela del telar, y aseguras ésta con la clavija —respondió él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre. Entonces, mientras él dormía, Dalila tomó las siete trenzas de Sansón, las entretejió con la tela

Jue 16:14 y[c] las aseguró con la clavija. Una vez más ella le gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!» Sansón despertó de su sueño y arrancó la clavija y el telar, junto con la tela.

Jue 16:15 Entonces ella le dijo: «¿Cómo puedes decir que me amas, si no confías en mí? Ya van tres veces que te burlas de mí, y aún no me has dicho el secreto de tu tremenda fuerza.»

Jue 16:16 Como todos los días lo presionaba con sus palabras, y lo acosaba hasta hacerlo sentirse harto de la vida,

Jue 16:17 al fin se lo dijo todo. «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza —le explicó—, porque soy nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si se me afeitara la cabeza, perdería mi fuerza, y llegaría a ser tan débil como cualquier otro hombre.»

Jue 16:18 Cuando Dalila se dio cuenta de que esta vez le había confiado todo, mandó llamar a los jefes de los filisteos, y les dijo: «Vuelvan una vez más, que él me lo ha confiado todo.» Entonces los gobernantes de los filisteos regresaron a ella con la plata que le habían ofrecido.

Jue 16:19 Después de hacerlo dormir sobre sus rodillas, ella llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabello. Así comenzó a dominarlo. Y su fuerza lo abandonó.

Jue 16:20 Luego ella gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!» Sansón despertó de su sueño y pensó: «Me escaparé como las otras veces, y me los quitaré de encima.» Pero no sabía que el SEÑOR lo había abandonado.

Jue 16:21 Entonces los filisteos lo capturaron, le arrancaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Lo sujetaron con cadenas de bronce, y lo pusieron a moler en la cárcel.

Jue 16:22 Pero en cuanto le cortaron el cabello, le comenzó a crecer de nuevo.

La muerte de Sansón

Jue 16:23

Muerte de Sansón

Los jefes de los filisteos se reunieron para festejar y ofrecerle un gran sacrificio a Dagón, su dios, diciendo: «Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo.»

Jue 16:24 Cuando el pueblo lo vio, todos alabaron a su dios diciendo: «Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a nuestro enemigo, al que asolaba nuestra tierra y multiplicaba nuestras víctimas.»

Jue 16:25 Cuando ya estaban muy alegres, gritaron: «¡Saquen a Sansón para que nos divierta!» Así que sacaron a Sansón de la cárcel, y él les sirvió de diversión. Cuando lo pusieron de pie entre las columnas,

Jue 16:26 Sansón le dijo al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas que sostienen el templo, para que me pueda apoyar en ellas.»

Jue 16:27 En ese momento el templo estaba lleno de hombres y mujeres; todos los jefes de los filisteos estaban allí, y en la parte alta había unos tres mil hombres y mujeres que se divertían a costa de Sansón.

Jue 16:28 Entonces Sansón oró al SEÑOR: «Oh soberano SEÑOR, acuérdate de mí. Oh Dios, te ruego que me fortalezcas sólo una vez más, y déjame de una vez por todas vengarme de los filisteos por haberme sacado los ojos.»

Jue 16:29 Luego Sansón palpó las dos columnas centrales que sostenían el templo y se apoyó contra ellas, la mano derecha sobre una y la izquierda sobre la otra.

Jue 16:30 Y gritó: «¡Muera yo junto con los filisteos!» Luego empujó con toda su fuerza, y el templo se vino abajo sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir, que los que había matado mientras vivía.

Jue 16:31 Sus hermanos y toda la familia de su padre descendieron para recogerlo. Lo llevaron de regreso y lo sepultaron entre Zora y Estaol, en la tumba de su padre Manoa. Sansón había gobernado a Israel durante veinte años.

Jueces 17

Micaía y el levita

Jue 17:1

Los ídolos de Micaías

En la región montañosa de Efraín había un hombre llamado Micaías,

Jue 17:2 quien le dijo a su madre: —Con respecto a las mil cien monedas de plata[a] que te robaron y sobre las cuales te oí pronunciar una maldición, yo tengo esa plata; yo te la robé. Su madre le dijo: —¡Que el SEÑOR te bendiga, hijo mío!

Jue 17:3 Cuando Micaías le devolvió a su madre las mil cien monedas de plata, ella dijo: —Solemnemente consagro mi plata al SEÑOR para que mi hijo haga una imagen tallada y un ídolo de fundición.[b] Ahora pues, te la devuelvo.

Jue 17:4 Cuando él le devolvió la plata a su madre, ella tomó doscientas monedas de plata[c] y se las dio a un platero, quien hizo con ellas una imagen tallada y un ídolo de fundición, que fueron puestos en la casa de Micaías.

Jue 17:5 Este Micaías tenía un santuario. Hizo un efod y algunos ídolos domésticos, y consagró a uno de sus hijos como sacerdote.

Jue 17:6 En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.

Jue 17:7 Un joven levita de Belén de Judá, que era forastero y de la tribu de Judá,

Jue 17:8 salió de aquella ciudad en busca de algún otro lugar donde vivir. En el curso de su viaje[d] llegó a la casa de Micaías en la región montañosa de Efraín.

Jue 17:9 —¿De dónde vienes? —le preguntó Micaías. —Soy levita, de Belén de Judá —contestó él—, y estoy buscando un lugar donde vivir.

Jue 17:10 —Vive conmigo —le propuso Micaías—, y sé mi padre y sacerdote; yo te daré diez monedas de plata[e] al año, además de ropa y comida.

Jue 17:11 El joven levita aceptó quedarse a vivir con él, y fue para Micaías como uno de sus hijos.

Jue 17:12 Luego Micaías invistió al levita, y así el joven se convirtió en su sacerdote y vivió en su casa.

Jue 17:13 Y Micaías dijo: «Ahora sé que el SEÑOR me hará prosperar, porque tengo a un levita como sacerdote.»

Jueces 18

Los danitas se llevan al levita y el ídolo

Jue 18:1

La tribu de Dan se establece en Lais

En aquella época no había rey en Israel, y la tribu de Dan andaba buscando un territorio propio donde establecerse, porque hasta ese momento no había recibido la parte que le correspondía de entre las tribus de Israel.

Jue 18:2 Desde Zora y Estaol los danitas enviaron a cinco de sus hombres más valientes, para que espiaran la tierra y la exploraran. Les dijeron: «Vayan, exploren la tierra.» Los hombres entraron en la región montañosa de Efraín y llegaron hasta la casa de Micaías, donde pasaron la noche.

Jue 18:3 Cuando estaban cerca de la casa de Micaías, reconocieron la voz del joven levita; así que entraron allí y le preguntaron: —¿Quién te trajo aquí? ¿Qué haces en este lugar? ¿Qué buscas aquí?

Jue 18:4 El joven les contó lo que Micaías había hecho por él, y dijo: —Me ha contratado, y soy su sacerdote.

Jue 18:5 Le dijeron: —Te rogamos que consultes a Dios para que sepamos si vamos a tener éxito en nuestro viaje.

Jue 18:6 El sacerdote les respondió: —Vayan en paz. Su viaje tiene la aprobación del SEÑOR.

Jue 18:7 Los cinco hombres se fueron y llegaron a Lais, donde vieron que la gente vivía segura, tranquila y confiada, tal como vivían los sidonios. Gozaban de prosperidad y no les faltaba nada.[a] Además, vivían lejos de los sidonios y no se relacionaban con nadie más.

Jue 18:8 Cuando volvieron a Zora y Estaol, sus hermanos les preguntaron: —¿Cómo les fue?

Jue 18:9 Ellos respondieron: —¡Subamos, ataquémoslos! Hemos visto que la tierra es excelente. ¿Qué pasa? ¿Se van a quedar ahí, sin hacer nada? No duden un solo instante en marchar allí y apoderarse de ella.

Jue 18:10 Cuando lleguen allí, encontrarán a un pueblo confiado y una tierra espaciosa que Dios ha entregado en manos de ustedes. Sí, es una tierra donde no hace falta absolutamente nada.

Jue 18:11 Entonces partieron de Zora y Estaol seiscientos danitas armados para la batalla.

Jue 18:12 Subieron y acamparon cerca de Quiriat Yearín en Judá. Por eso hasta el día de hoy el sector oeste de Quiriat Yearín se llama Majané Dan.[b]

Jue 18:13 Desde allí cruzaron hasta la región montañosa de Efraín, y llegaron a la casa de Micaías.

Jue 18:14 Entonces los cinco hombres que habían explorado la tierra de Lais les dijeron a sus hermanos: —¿Saben que una de esas casas tiene un efod, algunos dioses domésticos, una imagen tallada y un ídolo de fundición? Ahora bien, ustedes sabrán qué hacer.

Jue 18:15 Ellos se acercaron hasta allí, y entraron en la casa del joven levita, que era la misma de Micaías, y lo saludaron amablemente.

Jue 18:16 Los seiscientos danitas armados para la batalla se quedaron haciendo guardia en la entrada de la puerta.

Jue 18:17 Los cinco hombres que habían explorado la tierra entraron y tomaron la imagen tallada, el efod, los dioses domésticos y el ídolo de fundición. Mientras tanto, el sacerdote y los seiscientos hombres armados para la batalla permanecían a la entrada de la puerta.

Jue 18:18 Cuando aquellos hombres entraron en la casa de Micaías y tomaron la imagen tallada, el efod, los dioses domésticos y el ídolo de fundición, el sacerdote les preguntó: —¿Qué están haciendo?

Jue 18:19 Ellos le respondieron: —¡Silencio! No digas ni una sola palabra. Ven con nosotros, y serás nuestro padre y sacerdote. ¿No crees que es mejor ser sacerdote de toda una tribu y de un clan de Israel, que de la familia de un solo hombre?

Jue 18:20 El sacerdote se alegró. Tomó el efod, los dioses domésticos y la imagen tallada, y se fue con esa gente.

Jue 18:21 Ellos, poniendo por delante a sus niños, su ganado y sus bienes, se volvieron y partieron.

Jue 18:22 Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaías, los hombres que vivían cerca de Micaías se reunieron y dieron alcance a los danitas.

Jue 18:23 Como gritaban tras ellos, los danitas se dieron vuelta y le preguntaron a Micaías: —¿Qué te sucede, que has convocado a tu gente?

Jue 18:24 Micaías les respondió: —Ustedes se llevaron mis dioses, que yo mismo hice, y también se llevaron a mi sacerdote y luego se fueron. ¿Qué más me queda? ¡Y todavía se atreven a preguntarme qué me sucede!

Jue 18:25 Los danitas respondieron: —No nos levantes la voz, no sea que algunos de los nuestros pierdan la cabeza y los ataquen a ustedes, y tú y tu familia pierdan la vida.

Jue 18:26 Y así los danitas siguieron su camino. Micaías, viendo que eran demasiado fuertes para él, se dio la vuelta y regresó a su casa.

Jue 18:27 Así fue como los danitas se adueñaron de lo que había hecho Micaías, y también de su sacerdote, y marcharon contra Lais, un pueblo tranquilo y confiado; mataron a sus habitantes a filo de espada, y quemaron la ciudad.

Jue 18:28 No hubo nadie que los librara, porque vivían lejos de Sidón y no se relacionaban con nadie más. La ciudad estaba situada en un valle cercano a Bet Rejob. Después los mismos danitas reconstruyeron la ciudad y se establecieron allí.

Jue 18:29 La llamaron Dan en honor a su antepasado del mismo nombre, que fue hijo de Israel, aunque antes la ciudad se llamaba Lais.

Jue 18:30 Allí erigieron para sí la imagen tallada, y Jonatán, hijo de Guersón y nieto de Moisés,[c] y sus hijos fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el tiempo del exilio.

Jue 18:31 Instalaron la imagen tallada que había hecho Micaías, y allí quedó todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Siló.

Salmo 75

Yo juzgaré rectamente

Sal 75:1

Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Salmo de Asaf. Cántico.

Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias e invocamos[a] tu nombre; ¡todos hablan de tus obras portentosas!

Sal 75:2 Tú dices: «Cuando yo lo decida, juzgaré con justicia.

Sal 75:3 Cuando se estremece la tierra con todos sus habitantes, soy yo quien afirma sus columnas.» Selah

Sal 75:4 «No sean altaneros», digo a los altivos; «No sean soberbios», ordeno a los impíos;

Sal 75:5 «No hagan gala de soberbia contra el cielo, ni hablen con aires de suficiencia.»

Sal 75:6 La exaltación no viene del oriente, ni del occidente ni del sur,

Sal 75:7 sino que es Dios el que juzga: a unos humilla y a otros exalta.

Sal 75:8 En la mano del SEÑOR hay una copa de espumante vino mezclado con especias; cuando él lo derrame, todos los impíos de la tierra habrán de beberlo hasta las heces.

Sal 75:9 Yo hablaré de esto siempre; cantaré salmos al Dios de Jacob.

Sal 75:10 Aniquilaré la altivez de todos los impíos, y exaltaré el poder de los justos.