Día 286
14 Jesús & el Reino
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Hechos 13-20
¿Cómo fue para el apóstol Pablo el viajar alrededor del Imperio Romano anunciando las buenas nuevas del Jesús resucitado? ¿Qué lo llevó a plantar nuevas comunidades de Jesús en una ciudad tras otra, y cómo respondió la gente a su mensaje? En nuestro tercer video sobre el libro de Hechos exploraremos todo esto y más.
Hechos 15
El concilio de Jerusalén
Hch 15:1
El concilio de Jerusalén
Algunos que habían llegado de Judea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos: «A menos que ustedes se circunciden, conforme a la tradición de Moisés, no pueden ser salvos.»
Hch 15:2 Esto provocó un altercado y un serio debate de Pablo y Bernabé con ellos. Entonces se decidió que Pablo y Bernabé, y algunos otros creyentes, subieran a Jerusalén para tratar este asunto con los apóstoles y los ancianos.
Hch 15:3 Enviados por la iglesia, al pasar por Fenicia y Samaria contaron cómo se habían convertido los gentiles. Estas noticias llenaron de alegría a todos los creyentes.
Hch 15:4 Al llegar a Jerusalén, fueron muy bien recibidos tanto por la iglesia como por los apóstoles y los ancianos, a quienes informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos.
Hch 15:5 Entonces intervinieron algunos creyentes que pertenecían a la secta de los fariseos y afirmaron: —Es necesario circuncidar a los gentiles y exigirles que obedezcan la ley de Moisés.
Hch 15:6 Los apóstoles y los ancianos se reunieron para examinar este asunto.
Hch 15:7 Después de una larga discusión, Pedro tomó la palabra: —Hermanos, ustedes saben que desde un principio Dios me escogió de entre ustedes para que por mi boca los gentiles oyeran el mensaje del evangelio y creyeran.
Hch 15:8 Dios, que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros.
Hch 15:9 Sin hacer distinción alguna entre nosotros y ellos, purificó sus corazones por la fe.
Hch 15:10 Entonces, ¿por qué tratan ahora de provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar?
Hch 15:11 ¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos[a] por la gracia de nuestro Señor Jesús.
Hch 15:12 Toda la asamblea guardó silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo, que les contaron las señales y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.
Hch 15:13 Cuando terminaron, Jacobo tomó la palabra y dijo: —Hermanos, escúchenme.
Hch 15:14 Simón[b] nos ha expuesto cómo Dios desde el principio tuvo a bien escoger de entre los gentiles un pueblo para honra de su nombre.
Hch 15:15 Con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito:
Hch 15:16 »“Después de esto volveré y reedificaré la choza caída de David. Reedificaré sus ruinas, y la restauraré,
Hch 15:17 para que busque al Señor el resto de la humanidad, todas las naciones que llevan mi nombre.
Hch 15:18 Así dice el Señor, que hace estas cosas”[c] conocidas desde tiempos antiguos.[d]
Hch 15:19 »Por lo tanto, yo considero que debemos dejar de ponerles trabas a los gentiles que se convierten a Dios.
Hch 15:20 Más bien debemos escribirles que se abstengan de lo contaminado por los ídolos, de la inmoralidad sexual, de la carne de animales estrangulados y de sangre.
Hch 15:21 En efecto, desde tiempos antiguos Moisés siempre ha tenido en cada ciudad quien lo predique y lo lea en las sinagogas todos los sábados.
Carta del Consejo a los creyentes gentiles
Hch 15:22
Carta del concilio a los creyentes gentiles
Entonces los apóstoles y los ancianos, de común acuerdo con toda la iglesia, decidieron escoger a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Escogieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, que tenían buena reputación entre los hermanos.
Hch 15:23 Con ellos mandaron la siguiente carta: Los apóstoles y los ancianos, a nuestros hermanos gentiles en Antioquía, Siria y Cilicia: Saludos.
Hch 15:24 Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin nuestra autorización, los han inquietado a ustedes, alarmándoles con lo que les han dicho.
Hch 15:25 Así que de común acuerdo hemos decidido escoger a algunos hombres y enviarlos a ustedes con nuestros queridos hermanos Pablo y Bernabé,
Hch 15:26 quienes han arriesgado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Hch 15:27 Por tanto, les enviamos a Judas y a Silas para que les confirmen personalmente lo que les escribimos.
Hch 15:28 Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponerles a ustedes ninguna carga aparte de los siguientes requisitos:
Hch 15:29 abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual. Bien harán ustedes si evitan estas cosas. Con nuestros mejores deseos.
Hch 15:30 Una vez despedidos, ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la congregación y entregaron la carta.
Hch 15:31 Los creyentes la leyeron y se alegraron por su mensaje alentador.
Hch 15:32 Judas y Silas, que también eran profetas, hablaron extensamente para animarlos y fortalecerlos.
Hch 15:33 Después de pasar algún tiempo allí, los hermanos los despidieron en paz, para que regresaran a quienes los habían enviado.[e]
Hch 15:34 --
Hch 15:35 Pablo y Bernabé permanecieron en Antioquía, enseñando y anunciando la palabra del Señor en compañía de muchos otros.
Pablo y Bernabé se separan
Hch 15:36
Desacuerdo entre Pablo y Bernabé
Algún tiempo después, Pablo le dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los creyentes en todas las ciudades en donde hemos anunciado la palabra del Señor, y veamos cómo están.»
Hch 15:37 Resulta que Bernabé quería llevar con ellos a Juan Marcos,
Hch 15:38 pero a Pablo no le pareció prudente llevarlo, porque los había abandonado en Panfilia y no había seguido con ellos en el trabajo.
Hch 15:39 Se produjo entre ellos un conflicto tan serio que acabaron por separarse. Bernabé se llevó a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre,
Hch 15:40 mientras que Pablo escogió a Silas. Después de que los hermanos lo encomendaron a la gracia del Señor, Pablo partió
Hch 15:41 y viajó por Siria y Cilicia, consolidando a las iglesias.
Hechos 16
Timoteo se une a Pablo y Silas
Hch 16:1
Timoteo se une a Pablo y a Silas
Llegó Pablo a Derbe y después a Listra, donde se encontró con un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego.
Hch 16:2 Los hermanos en Listra y en Iconio hablaban bien de Timoteo,
Hch 16:3 así que Pablo decidió llevárselo. Por causa de los judíos que vivían en aquella región, lo circuncidó, pues todos sabían que su padre era griego.
Hch 16:4 Al pasar por las ciudades, entregaban los acuerdos tomados por los apóstoles y los ancianos de Jerusalén, para que los pusieran en práctica.
Hch 16:5 Y así las iglesias se fortalecían en la fe y crecían en número día tras día.
La llamada macedonia
Hch 16:6
La visión de Pablo del hombre macedonio
Atravesaron la región de Frigia y Galacia, ya que el Espíritu Santo les había impedido que predicaran la palabra en la provincia de Asia.
Hch 16:7 Cuando llegaron cerca de Misia, intentaron pasar a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió.
Hch 16:8 Entonces, pasando de largo por Misia, bajaron a Troas.
Hch 16:9 Durante la noche Pablo tuvo una visión en la que un hombre de Macedonia, puesto de pie, le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.»
Hch 16:10 Después de que Pablo tuvo la visión, en seguida nos preparamos para partir hacia Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado a anunciar el evangelio a los macedonios.
La conversión de Lidia
Hch 16:11
Conversión de Lidia en Filipos
Zarpando de Troas, navegamos directamente a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis.
Hch 16:12 De allí fuimos a Filipos, que es una colonia romana y la ciudad principal de ese distrito de Macedonia. En esa ciudad nos quedamos varios días.
Hch 16:13 El sábado salimos a las afueras de la ciudad, y fuimos por la orilla del río, donde esperábamos encontrar un lugar de oración. Nos sentamos y nos pusimos a conversar con las mujeres que se habían reunido.
Hch 16:14 Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de Tiatira y vendía telas de púrpura. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo.
Hch 16:15 Cuando fue bautizada con su familia, nos hizo la siguiente invitación: «Si ustedes me consideran creyente en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa.» Y nos persuadió.
Pablo y Silas en la cárcel
Hch 16:16
Pablo y Silas en la cárcel
Una vez, cuando íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía un espíritu de adivinación. Con sus poderes ganaba mucho dinero para sus amos.
Hch 16:17 Nos seguía a Pablo y a nosotros, gritando: —Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, y les anuncian a ustedes el camino de salvación.
Hch 16:18 Así continuó durante muchos días. Por fin Pablo se molestó tanto que se volvió y reprendió al espíritu: —¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella! Y en aquel mismo momento el espíritu la dejó.
Hch 16:19 Cuando los amos de la joven se dieron cuenta de que se les había esfumado la esperanza de ganar dinero, echaron mano a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades.
Hch 16:20 Los presentaron ante los magistrados y dijeron: —Estos hombres son judíos, y están alborotando a nuestra ciudad,
Hch 16:21 enseñando costumbres que a los romanos se nos prohíbe admitir o practicar.
Hch 16:22 Entonces la multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados mandaron que les arrancaran la ropa y los azotaran.
Hch 16:23 Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad.
Hch 16:24 Al recibir tal orden, éste los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo.
El carcelero de Filipo se convierte
Hch 16:25 A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban.
Hch 16:26 De repente se produjo un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas.
Hch 16:27 El carcelero despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada y estuvo a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado. Pero Pablo le gritó:
Hch 16:28 —¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!
Hch 16:29 El carcelero pidió luz, entró precipitadamente y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas.
Hch 16:30 Luego los sacó y les preguntó: —Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?
Hch 16:31 —Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos —le contestaron.
Hch 16:32 Luego les expusieron la palabra de Dios a él y a todos los demás que estaban en su casa.
Hch 16:33 A esas horas de la noche, el carcelero se los llevó y les lavó las heridas; en seguida fueron bautizados él y toda su familia.
Hch 16:34 El carcelero los llevó a su casa, les sirvió comida y se alegró mucho junto con toda su familia por haber creído en Dios.
Hch 16:35 Al amanecer, los magistrados mandaron a unos guardias al carcelero con esta orden: «Suelta a esos hombres.»
Hch 16:36 El carcelero, entonces, le informó a Pablo: —Los magistrados han ordenado que los suelte. Así que pueden irse. Vayan en paz.
Hch 16:37 Pero Pablo respondió a los guardias: —¿Cómo? A nosotros, que somos ciudadanos romanos, que nos han azotado públicamente y sin proceso alguno, y nos han echado en la cárcel, ¿ahora quieren expulsarnos a escondidas? ¡Nada de eso! Que vengan ellos personalmente a escoltarnos hasta la salida.
Hch 16:38 Los guardias comunicaron la respuesta a los magistrados. Éstos se asustaron cuando oyeron que Pablo y Silas eran ciudadanos romanos,
Hch 16:39 así que fueron a presentarles sus disculpas. Los escoltaron desde la cárcel, pidiéndoles que se fueran de la ciudad.
Hch 16:40 Al salir de la cárcel, Pablo y Silas se dirigieron a la casa de Lidia, donde se vieron con los hermanos y los animaron. Después se fueron.
Salmo 126
Haz volver nuestra cautividad
Sal 126:1
Cántico de los peregrinos.
Cuando el SEÑOR hizo volver a Sión a los cautivos, nos parecía estar soñando.
Sal 126:2 Nuestra boca se llenó de risas; nuestra lengua, de canciones jubilosas. Hasta los otros pueblos decían: «El SEÑOR ha hecho grandes cosas por ellos.»
Sal 126:3 Sí, el SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros, y eso nos llena de alegría.
Sal 126:4 Ahora, SEÑOR, haz volver a nuestros cautivos como haces volver los arroyos del desierto.
Sal 126:5 El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha.
Sal 126:6 El que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus gavillas.