Día 279

14 Jesús & el Reino

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Lee la Biblia: Hechos 1-12

Mira nuestro video de Lee la Biblia sobre el libro de Hechos, que desglosa el diseño literario del libro y su línea de pensamiento. En Hechos, Jesús envía el Espíritu Santo a empoderar a sus discípulos mientras estos llevan las buenas nuevas de su reino a las naciones del mundo.

Hechos 1

La promesa del Espíritu Santo

Hch 1:1

Jesús llevado al cielo

Estimado Teófilo, en mi primer libro me referí a todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar

Hch 1:2 hasta el día en que fue llevado al cielo, luego de darles instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido.

Hch 1:3 Después de padecer la muerte, se les presentó dándoles muchas pruebas convincentes de que estaba vivo. Durante cuarenta días se les apareció y les habló acerca del reino de Dios.

Hch 1:4 Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: —No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre, de la cual les he hablado:

Hch 1:5 Juan bautizó con[a] agua, pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.

La ascensión

Hch 1:6 Entonces los que estaban reunidos con él le preguntaron: —Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino a Israel?

Hch 1:7 —No les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre —les contestó Jesús—.

Hch 1:8 Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.

Hch 1:9 Habiendo dicho esto, mientras ellos lo miraban, fue llevado a las alturas hasta que una nube lo ocultó de su vista.

Hch 1:10 Ellos se quedaron mirando fijamente al cielo mientras él se alejaba. De repente, se les acercaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

Hch 1:11 —Galileos, ¿qué hacen aquí mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse.

Elección de Matías para reemplazar a Judas

Hch 1:12

Elección de Matías para reemplazar a Judas

Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, situado aproximadamente a un kilómetro de la ciudad.[b]

Hch 1:13 Cuando llegaron, subieron al lugar donde se alojaban. Estaban allí Pedro, Juan, Jacobo, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hijo de Jacobo.

Hch 1:14 Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María.

Hch 1:15 Por aquellos días Pedro se puso de pie en medio de los creyentes,[c] que eran un grupo como de ciento veinte personas,

Hch 1:16 y les dijo: «Hermanos, tenía que cumplirse la Escritura que, por boca de David, había predicho el Espíritu Santo en cuanto a Judas, el que sirvió de guía a los que arrestaron a Jesús.

Hch 1:17 Judas se contaba entre los nuestros y participaba en nuestro ministerio.

Hch 1:18 (Con el dinero que obtuvo por su crimen, Judas compró un terreno; allí cayó de cabeza, se reventó, y se le salieron las vísceras.

Hch 1:19 Todos en Jerusalén se enteraron de ello, así que aquel terreno fue llamado Acéldama, que en su propio idioma quiere decir “Campo de Sangre” .)

Hch 1:20 »Porque en el libro de los Salmos —continuó Pedro—está escrito: »“Que su lugar quede desierto, y que nadie lo habite.”[d] También está escrito: »“Que otro se haga cargo de su oficio.”[e]

Hch 1:21 Por tanto, es preciso que se una a nosotros un testigo de la resurrección, uno de los que nos acompañaban todo el tiempo que el Señor Jesús vivió entre nosotros,

Hch 1:22 desde que Juan bautizaba hasta el día en que Jesús fue llevado de entre nosotros.»

Hch 1:23 Así que propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, apodado el Justo, y a Matías.

Hch 1:24 Y oraron así: «Señor, tú que conoces el corazón de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido

Hch 1:25 para que se haga cargo del servicio apostólico que Judas dejó para irse al lugar que le correspondía.»

Hch 1:26 Luego echaron suertes y la elección recayó en Matías; así que él fue reconocido junto con los once apóstoles.

Hechos 2

La venida del Espíritu Santo

Hch 2:1

El Espíritu Santo desciende en Pentecostés

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.

Hch 2:2 De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos.

Hch 2:3 Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos.

Hch 2:4 Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.

Hch 2:5 Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra.

Hch 2:6 Al oír aquel bullicio, se agolparon y quedaron todos pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma.

Hch 2:7 Desconcertados y maravillados, decían: «¿No son galileos todos estos que están hablando?

Hch 2:8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna?

Hch 2:9 Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia,

Hch 2:10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene; visitantes llegados de Roma;

Hch 2:11 judíos y prosélitos; cretenses y árabes: ¡todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!»

Hch 2:12 Desconcertados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?»

Hch 2:13 Otros se burlaban y decían: «Lo que pasa es que están borrachos.»

Discurso de Pedro en Pentecostés

Hch 2:14

Pedro se dirige a la multitud

Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo a voz en cuello: «Compatriotas judíos y todos ustedes que están en Jerusalén, déjenme explicarles lo que sucede; presten atención a lo que les voy a decir.

Hch 2:15 Éstos no están borrachos, como suponen ustedes. ¡Apenas son las nueve de la mañana![a]

Hch 2:16 En realidad lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel:

Hch 2:17 »“Sucederá que en los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos.

Hch 2:18 En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán.

Hch 2:19 Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo.

Hch 2:20 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso.

Hch 2:21 Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.”[b]

Hch 2:22 »Pueblo de Israel, escuchen esto: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio de él, como bien lo saben.

Hch 2:23 Éste fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y por medio de gente malvada,[c] ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz.

Hch 2:24 Sin embargo, Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio.

Hch 2:25 En efecto, David dijo de él: »“Veía yo al Señor siempre delante de mí, porque él está a mi derecha para que no caiga.

Hch 2:26 Por eso mi corazón se alegra, y canta con gozo mi lengua; mi cuerpo también vivirá en esperanza.

Hch 2:27 No dejarás que mi vida termine en el sepulcro;[d] no permitirás que tu santo sufra corrupción.

Hch 2:28 Me has dado a conocer los caminos de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia.”[e]

Hch 2:29 »Hermanos, permítanme hablarles con franqueza acerca del patriarca David, que murió y fue sepultado, y cuyo sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy.

Hch 2:30 Era profeta y sabía que Dios le había prometido bajo juramento poner en el trono a uno de sus descendientes.[f]

Hch 2:31 Fue así como previó lo que iba a suceder. Refiriéndose a la resurrección del Mesías, afirmó que Dios no dejaría que su vida terminara en el sepulcro, ni que su fin fuera la corrupción.

Hch 2:32 A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos.

Hch 2:33 Exaltado por el poder[g] de Dios, y habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, ha derramado esto que ustedes ahora ven y oyen.

Hch 2:34 David no subió al cielo, y sin embargo declaró: »“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha,

Hch 2:35 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.”[h]

Hch 2:36 »Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.»

Hch 2:37 Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué debemos hacer?

Hch 2:38 —Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo.

Hch 2:39 En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los extranjeros,[i] es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar.

Hch 2:40 Y con muchas otras razones les exhortaba insistentemente: —¡Sálvense de esta generación perversa!

Hch 2:41

La comunidad de los creyentes

Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas.

La comunidad de los creyentes

Hch 2:42 Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración.

Hch 2:43 Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles.

Hch 2:44 Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común:

Hch 2:45 vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno.

Hch 2:46 No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad,

Hch 2:47 alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.

Salmo 119: 153-176

Sal 119:153

Resh

Considera mi aflicción, y líbrame, pues no me he olvidado de tu ley.

Sal 119:154 Defiende mi causa, rescátame; dame vida conforme a tu promesa.

Sal 119:155 La salvación está lejos de los impíos, porque ellos no buscan tus decretos.

Sal 119:156 Grande es, SEÑOR, tu compasión; dame vida conforme a tus juicios.

Sal 119:157 Muchos son mis adversarios y mis perseguidores, pero yo no me aparto de tus estatutos.

Sal 119:158 Miro a esos renegados y me dan náuseas, porque no cumplen tus palabras.

Sal 119:159 Mira, SEÑOR, cuánto amo tus preceptos; conforme a tu gran amor, dame vida.

Sal 119:160 La suma de tus palabras es la verdad; tus rectos juicios permanecen para siempre.

Sal 119:161

Shin

Gente poderosa[h] me persigue sin motivo, pero mi corazón se asombra ante tu palabra.

Sal 119:162 Yo me regocijo en tu promesa como quien halla un gran botín.

Sal 119:163 Aborrezco y repudio la falsedad, pero amo tu ley.

Sal 119:164 Siete veces al día te alabo por tus rectos juicios.

Sal 119:165 Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar.

Sal 119:166 Yo, SEÑOR, espero tu salvación y practico tus mandamientos.

Sal 119:167 Con todo mi ser cumplo tus estatutos. ¡Cuánto los amo!

Sal 119:168 Obedezco tus preceptos y tus estatutos, porque conoces todos mis caminos.

Sal 119:169

Tav

Que llegue mi clamor a tu presencia; dame entendimiento, SEÑOR, conforme a tu palabra.

Sal 119:170 Que llegue a tu presencia mi súplica; líbrame, conforme a tu promesa.

Sal 119:171 Que rebosen mis labios de alabanza, porque tú me enseñas tus decretos.

Sal 119:172 Que entone mi lengua un cántico a tu palabra, pues todos tus mandamientos son justos.

Sal 119:173 Que acuda tu mano en mi ayuda, porque he escogido tus preceptos.

Sal 119:174 Yo, SEÑOR, ansío tu salvación. Tu ley es mi regocijo.

Sal 119:175 Déjame vivir para alabarte; que vengan tus juicios a ayudarme.

Sal 119:176 Cual oveja perdida me he extraviado; ven en busca de tu siervo, porque no he olvidado tus mandamientos.