Día 283
14 Jesús & el Reino
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Hechos 9
La conversión de Saulo
Hch 9:1
Conversión de Saulo
9:1-19—Hch 23:3-16; 26:9-18
Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote
Hch 9:2 y le pidió cartas de extradición para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de encontrar y llevarse presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres.
Hch 9:3 En el viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor.
Hch 9:4 Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Hch 9:5 —¿Quién eres, Señor? —preguntó. —Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—.
Hch 9:6 Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer.
Hch 9:7 Los hombres que viajaban con Saulo se detuvieron atónitos, porque oían la voz pero no veían a nadie.
Hch 9:8 Saulo se levantó del suelo, pero cuando abrió los ojos no podía ver, así que lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco.
Hch 9:9 Estuvo ciego tres días, sin comer ni beber nada.
Hch 9:10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor llamó en una visión. —¡Ananías! —Aquí estoy, Señor.
Hch 9:11 —Anda, ve a la casa de Judas, en la calle llamada Derecha, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando,
Hch 9:12 y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista.
Hch 9:13 Entonces Ananías respondió: —Señor, he oído hablar mucho de ese hombre y de todo el mal que ha causado a tus santos en Jerusalén.
Hch 9:14 Y ahora lo tenemos aquí, autorizado por los jefes de los sacerdotes, para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.
Hch 9:15 —¡Ve! —insistió el Señor—, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel.
Hch 9:16 Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre.
Hch 9:17 Ananías se fue y, cuando llegó a la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.»
Hch 9:18 Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado;
Saulo proclama a Jesús en las sinagogas
Hch 9:19 y habiendo comido, recobró las fuerzas.
Saulo en Damasco y en Jerusalén
Saulo pasó varios días con los discípulos que estaban en Damasco,
Hch 9:20 y en seguida se dedicó a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.
Hch 9:21 Todos los que le oían se quedaban asombrados, y preguntaban: «¿No es éste el que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocan ese nombre? ¿Y no ha venido aquí para llevárselos presos y entregarlos a los jefes de los sacerdotes?»
Hch 9:22 Pero Saulo cobraba cada vez más fuerza y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que Jesús es el Mesías.
Saulo escapa de Damasco
Hch 9:23 Después de muchos días, los judíos se pusieron de acuerdo para hacerlo desaparecer,
Hch 9:24 pero Saulo se enteró de sus maquinaciones. Día y noche vigilaban de cerca las puertas de la ciudad con el fin de eliminarlo.
Hch 9:25 Pero sus discípulos se lo llevaron de noche y lo bajaron en un canasto por una abertura en la muralla.
Saulo en Jerusalén
Hch 9:26 Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos tenían miedo de él, porque no creían que de veras fuera discípulo.
Hch 9:27 Entonces Bernabé lo tomó a su cargo y lo llevó a los apóstoles. Saulo les describió en detalle cómo en el camino había visto al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había predicado con libertad en el nombre de Jesús.
Hch 9:28 Así que se quedó con ellos, y andaba por todas partes en Jerusalén, hablando abiertamente en el nombre del Señor.
Hch 9:29 Conversaba y discutía con los judíos de habla griega,[a] pero ellos se proponían eliminarlo.
Hch 9:30 Cuando se enteraron de ello los hermanos, se lo llevaron a Cesarea y de allí lo mandaron a Tarso.
Hch 9:31 Mientras tanto, la iglesia disfrutaba de paz a la vez que se consolidaba en toda Judea, Galilea y Samaria, pues vivía en el temor del Señor. E iba creciendo en número, fortalecida por el Espíritu Santo.
La curación de Eneas
Hch 9:32
Eneas y Dorcas
Pedro, que estaba recorriendo toda la región, fue también a visitar a los santos que vivían en Lida.
Hch 9:33 Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que llevaba ocho años en cama.
Hch 9:34 «Eneas —le dijo Pedro—, Jesucristo te sana. Levántate y tiende tu cama.» Y al instante se levantó.
Hch 9:35 Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor.
Dorcas resucitada
Hch 9:36 Había en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido es Dorcas[b] ). Ésta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres.
Hch 9:37 Sucedió que en esos días cayó enferma y murió. Pusieron el cadáver, después de lavarlo, en un cuarto de la planta alta.
Hch 9:38 Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al enterarse de que Pedro se encontraba en Lida, enviaron a dos hombres a rogarle: «¡Por favor, venga usted a Jope en seguida!»
Hch 9:39 Sin demora, Pedro se fue con ellos, y cuando llegó lo llevaron al cuarto de arriba. Todas las viudas se presentaron, llorando y mostrándole las túnicas y otros vestidos que Dorcas había hecho cuando aún estaba con ellas.
Hch 9:40 Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: «Tabita, levántate.» Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.
Hch 9:41 Él, tomándola de la mano, la levantó. Luego llamó a los creyentes y a las viudas, a quienes la presentó viva.
Hch 9:42 La noticia se difundió por todo Jope, y muchos creyeron en el Señor.
Hch 9:43 Pedro se quedó en Jope un buen tiempo, en casa de un tal Simón, que era curtidor.
Hechos 10
Pedro y Cornelio
Hch 10:1
Cornelio manda llamar a Pedro
Vivía en Cesarea un centurión llamado Cornelio, del regimiento conocido como el Italiano.
Hch 10:2 Él y toda su familia eran devotos y temerosos de Dios. Realizaba muchas obras de beneficencia para el pueblo de Israel y oraba a Dios constantemente.
Hch 10:3 Un día, como a las tres de la tarde,[a] tuvo una visión. Vio claramente a un ángel de Dios que se le acercaba y le decía: —¡Cornelio!
Hch 10:4 —¿Qué quieres, Señor? —le preguntó Cornelio, mirándolo fijamente y con mucho miedo. —Dios ha recibido tus oraciones y tus obras de beneficencia como una ofrenda —le contestó el ángel—.
Hch 10:5 Envía de inmediato a algunos hombres a Jope para que hagan venir a un tal Simón, apodado Pedro.
Hch 10:6 Él se hospeda con Simón el curtidor, que tiene su casa junto al mar.
Hch 10:7 Después de que se fue el ángel que le había hablado, Cornelio llamó a dos de sus siervos y a un soldado devoto de los que le servían regularmente.
Hch 10:8 Les explicó todo lo que había sucedido y los envió a Jope.
La visión de Pedro
Hch 10:9
La visión de Pedro
Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era casi el mediodía.[b]
Hch 10:10 Tuvo hambre y quiso algo de comer. Mientras se lo preparaban, le sobrevino un éxtasis.
Hch 10:11 Vio el cielo abierto y algo parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro puntas, descendía hacia la tierra.
Hch 10:12 En ella había toda clase de cuadrúpedos, como también reptiles y aves.
Hch 10:13 —Levántate, Pedro; mata y come —le dijo una voz.
Hch 10:14 —¡De ninguna manera, Señor! —replicó Pedro—. Jamás he comido nada impuro o inmundo.
Hch 10:15 Por segunda vez le insistió la voz: —Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro.
Hch 10:16 Esto sucedió tres veces, y en seguida la sábana fue recogida al cielo.
Hch 10:17 Pedro no atinaba a explicarse cuál podría ser el significado de la visión. Mientras tanto, los hombres enviados por Cornelio, que estaban preguntando por la casa de Simón, se presentaron a la puerta.
Hch 10:18 Llamando, averiguaron si allí se hospedaba Simón, apodado Pedro.
Hch 10:19 Mientras Pedro seguía reflexionando sobre el significado de la visión, el Espíritu le dijo: «Mira, Simón, tres[c] hombres te buscan.
Hch 10:20 Date prisa, baja y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado.»
Hch 10:21 Pedro bajó y les dijo a los hombres: —Aquí estoy; yo soy el que ustedes buscan. ¿Qué asunto los ha traído por acá?
Hch 10:22 Ellos le contestaron: —Venimos de parte del centurión Cornelio, un hombre justo y temeroso de Dios, respetado por todo el pueblo judío. Un ángel de Dios le dio instrucciones de invitarlo a usted a su casa para escuchar lo que usted tiene que decirle.
Hch 10:23 Entonces Pedro los invitó a pasar y los hospedó.
Pedro en casa de Cornelio
Al día siguiente, Pedro se fue con ellos acompañado de algunos creyentes de Jope.
Hch 10:24 Un día después llegó a Cesarea. Cornelio estaba esperándolo con los parientes y amigos íntimos que había reunido.
Hch 10:25 Al llegar Pedro a la casa, Cornelio salió a recibirlo y, postrándose delante de él, le rindió homenaje.
Hch 10:26 Pero Pedro hizo que se levantara, y le dijo: —Ponte de pie, que sólo soy un hombre como tú.
Hch 10:27 Pedro entró en la casa conversando con él, y encontró a muchos reunidos.
Hch 10:28 Entonces les habló así: —Ustedes saben muy bien que nuestra ley prohíbe que un judío se junte con un extranjero o lo visite. Pero Dios me ha hecho ver que a nadie debo llamar impuro o inmundo.
Hch 10:29 Por eso, cuando mandaron por mí, vine sin poner ninguna objeción. Ahora permítanme preguntarles: ¿para qué me hicieron venir?
Hch 10:30 Cornelio contestó: —Hace cuatro días a esta misma hora, las tres de la tarde, estaba yo en casa orando.[d] De repente apareció delante de mí un hombre vestido con ropa brillante,
Hch 10:31 y me dijo: “Cornelio, Dios ha oído tu oración y se ha acordado de tus obras de beneficencia.
Hch 10:32 Por lo tanto, envía a alguien a Jope para hacer venir a Simón, apodado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar.”
Hch 10:33 Así que inmediatamente mandé a llamarte, y tú has tenido la bondad de venir. Ahora estamos todos aquí, en la presencia de Dios, para escuchar todo lo que el Señor te ha encomendado que nos digas.
Los gentiles oyen las buenas nuevas
Hch 10:34 Pedro tomó la palabra, y dijo: —Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos,
Hch 10:35 sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia.
Hch 10:36 Dios envió su mensaje al pueblo de Israel, anunciando las buenas nuevas de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.
Hch 10:37 Ustedes conocen este mensaje que se difundió por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan.
Hch 10:38 Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Hch 10:39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Lo mataron, colgándolo de un madero,
Hch 10:40 pero Dios lo resucitó al tercer día y dispuso que se apareciera,
Hch 10:41 no a todo el pueblo, sino a nosotros, testigos previamente escogidos por Dios, que comimos y bebimos con él después de su resurrección.
Hch 10:42 Él nos mandó a predicar al pueblo y a dar solemne testimonio de que ha sido nombrado por Dios como juez de vivos y muertos.
Hch 10:43 De él dan testimonio todos los profetas, que todo el que cree en él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados.
Los gentiles reciben el Espíritu Santo
Hch 10:44 Mientras Pedro estaba todavía hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje.
Hch 10:45 Los defensores de la circuncisión que habían llegado con Pedro se quedaron asombrados de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los gentiles,
Hch 10:46 pues los oían hablar en lenguas y alabar a Dios. Entonces Pedro respondió:
Hch 10:47 —¿Acaso puede alguien negar el agua para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?
Hch 10:48 Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos algunos días.
Salmo 123
Nuestros ojos miran al Señor Nuestro Dios
Sal 123:1
Cántico de los peregrinos.
Hacia ti dirijo la mirada, hacia ti, cuyo trono está en el cielo.
Sal 123:2 Como dirigen los esclavos la mirada hacia la mano de su amo, como dirige la esclava la mirada hacia la mano de su ama, así dirigimos la mirada al SEÑOR nuestro Dios, hasta que nos muestre compasión.
Sal 123:3 Compadécenos, SEÑOR, compadécenos, ¡ya estamos hartos de que nos desprecien!
Sal 123:4 Ya son muchas las burlas que hemos sufrido; muchos son los insultos de los altivos, y mucho el menosprecio de los orgullosos.