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14 Jesús & el Reino
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En el video final de nuestra serie de Hechos trazamos el viaje final de Pablo a Jerusalén y luego a una prisión romana. Pero, paradójicamente, el sufrimiento de Pablo lo lleva al corazón del imperio romano, donde anuncia el Reino de Dios sobre las naciones.
Pablo en Jerusalén
Hch 21:1
Rumbo a Jerusalén
Después de separarnos de ellos, zarpamos y navegamos directamente a Cos. Al día siguiente fuimos a Rodas, y de allí a Pátara.
Hch 21:2 Como encontramos un barco que iba para Fenicia, subimos a bordo y zarpamos.
Hch 21:3 Después de avistar Chipre y de pasar al sur de la isla, navegamos hacia Siria y llegamos a Tiro, donde el barco tenía que descargar.
Hch 21:4 Allí encontramos a los discípulos y nos quedamos con ellos siete días. Ellos, por medio del Espíritu, exhortaron a Pablo a que no subiera a Jerusalén.
Hch 21:5 Pero al cabo de algunos días, partimos y continuamos nuestro viaje. Todos los discípulos, incluso las mujeres y los niños, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad, y allí en la playa nos arrodillamos y oramos.
Hch 21:6 Luego de despedirnos, subimos a bordo y ellos regresaron a sus hogares.
Hch 21:7 Nosotros continuamos nuestro viaje en barco desde Tiro y arribamos a Tolemaida, donde saludamos a los hermanos y nos quedamos con ellos un día.
Hch 21:8 Al día siguiente salimos y llegamos a Cesarea, y nos hospedamos en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete;
Hch 21:9 éste tenía cuatro hijas solteras que profetizaban.
Hch 21:10 Llevábamos allí varios días, cuando bajó de Judea un profeta llamado Ágabo.
Hch 21:11 Éste vino a vernos y, tomando el cinturón de Pablo, se ató con él de pies y manos, y dijo: —Así dice el Espíritu Santo: “De esta manera atarán los judíos de Jerusalén al dueño de este cinturón, y lo entregarán en manos de los gentiles.”
Hch 21:12 Al oír esto, nosotros y los de aquel lugar le rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén.
Hch 21:13 —¿Por qué lloran? ¡Me parten el alma! —respondió Pablo—. Por el nombre del Señor Jesús estoy dispuesto no sólo a ser atado sino también a morir en Jerusalén.
Hch 21:14 Como no se dejaba convencer, desistimos exclamando: —¡Que se haga la voluntad del Señor!
Hch 21:15 Después de esto, acabamos los preparativos y subimos a Jerusalén.
Hch 21:16 Algunos de los discípulos de Cesarea nos acompañaron y nos llevaron a la casa de Mnasón, donde íbamos a alojarnos. Éste era de Chipre, y uno de los primeros discípulos.
Pablo se reúne con Santiago
Hch 21:17
Llegada de Pablo a Jerusalén
Cuando llegamos a Jerusalén, los creyentes nos recibieron calurosamente.
Hch 21:18 Al día siguiente Pablo fue con nosotros a ver a Jacobo, y todos los ancianos estaban presentes.
Hch 21:19 Después de saludarlos, Pablo les relató detalladamente lo que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio.
Hch 21:20 Al oírlo, alabaron a Dios. Luego le dijeron a Pablo: «Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos han creído, y todos ellos siguen aferrados a la ley.
Hch 21:21 Ahora bien, han oído decir que tú enseñas que se aparten de Moisés todos los judíos que viven entre los gentiles. Les recomiendas que no circunciden a sus hijos ni vivan según nuestras costumbres.
Hch 21:22 ¿Qué vamos a hacer? Sin duda se van a enterar de que has llegado.
Hch 21:23 Por eso, será mejor que sigas nuestro consejo. Hay aquí entre nosotros cuatro hombres que tienen que cumplir un voto.
Hch 21:24 Llévatelos, toma parte en sus ritos de purificación y paga los gastos que corresponden al voto de rasurarse la cabeza. Así todos sabrán que no son ciertos esos informes acerca de ti, sino que tú también vives en obediencia a la ley.
Hch 21:25 En cuanto a los creyentes gentiles, ya les hemos comunicado por escrito nuestra decisión de que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual.»
Hch 21:26 Al día siguiente Pablo se llevó a los hombres y se purificó con ellos. Luego entró en el templo para dar aviso de la fecha en que vencería el plazo de la purificación y se haría la ofrenda por cada uno de ellos.
Pablo arrestado en el templo
Hch 21:27
Arresto de Pablo
Cuando estaban a punto de cumplirse los siete días, unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el templo. Alborotaron a toda la multitud y le echaron mano,
Hch 21:28 gritando: «¡Israelitas! ¡Ayúdennos! Éste es el individuo que anda por todas partes enseñando a toda la gente contra nuestro pueblo, nuestra ley y este lugar. Además, hasta ha metido a unos griegos en el templo, y ha profanado este lugar santo.»
Hch 21:29 Ya antes habían visto en la ciudad a Trófimo el efesio en compañía de Pablo, y suponían que Pablo lo había metido en el templo.
Hch 21:30 Toda la ciudad se alborotó. La gente se precipitó en masa, agarró a Pablo y lo sacó del templo a rastras, e inmediatamente se cerraron las puertas.
Hch 21:31 Estaban por matarlo, cuando se le informó al comandante del batallón romano que toda la ciudad de Jerusalén estaba amotinada.
Hch 21:32 En seguida tomó algunos centuriones con sus tropas, y bajó corriendo hacia la multitud. Al ver al comandante y a sus soldados, los amotinados dejaron de golpear a Pablo.
Hch 21:33 El comandante se abrió paso, lo arrestó y ordenó que lo sujetaran con dos cadenas. Luego preguntó quién era y qué había hecho.
Hch 21:34 Entre la multitud cada uno gritaba una cosa distinta. Como el comandante no pudo averiguar la verdad a causa del alboroto, mandó que condujeran a Pablo al cuartel.
Hch 21:35 Cuando Pablo llegó a las gradas, los soldados tuvieron que llevárselo en vilo debido a la violencia de la turba.
Hch 21:36 El pueblo en masa iba detrás gritando: «¡Que lo maten!»
Pablo se dirige al pueblo
Hch 21:37
Pablo se dirige a la multitud
22:3-16—Hch 9:1-22; 26:9-18
Cuando los soldados estaban a punto de meterlo en el cuartel, Pablo le preguntó al comandante: —¿Me permite decirle algo? —¿Hablas griego? —replicó el comandante—.
Hch 21:38 ¿No eres el egipcio que hace algún tiempo provocó una rebelión y llevó al desierto a cuatro mil guerrilleros?
Hch 21:39 —No, yo soy judío, natural de Tarso, una ciudad muy importante de Cilicia —le respondió Pablo—. Por favor, permítame hablarle al pueblo.
Hch 21:40 Con el permiso del comandante, Pablo se puso de pie en las gradas e hizo una señal con la mano a la multitud. Cuando todos guardaron silencio, les dijo en arameo:[a]
Hch 22:1 «Padres y hermanos, escuchen ahora mi defensa.»
Hch 22:2 Al oír que les hablaba en arameo, guardaron más silencio. Pablo continuó:
Hch 22:3 «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad. Bajo la tutela de Gamaliel recibí instrucción cabal en la ley de nuestros antepasados, y fui tan celoso de Dios como cualquiera de ustedes lo es hoy día.
Hch 22:4 Perseguí a muerte a los seguidores de este Camino, arrestando y echando en la cárcel a hombres y mujeres por igual,
Hch 22:5 y así lo pueden atestiguar el sumo sacerdote y todo el Consejo de ancianos. Incluso obtuve de parte de ellos cartas de extradición para nuestros hermanos judíos en Damasco, y fui allá con el fin de traer presos a Jerusalén a los que encontrara, para que fueran castigados.
Hch 22:6 »Sucedió que a eso del mediodía, cuando me acercaba a Damasco, una intensa luz del cielo relampagueó de repente a mi alrededor.
Hch 22:7 Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Hch 22:8 “¿Quién eres, Señor?”, pregunté. “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”, me contestó él.
Hch 22:9 Los que me acompañaban vieron la luz, pero no percibieron la voz del que me hablaba.
Hch 22:10 “¿Qué debo hacer, Señor?”, le pregunté. “Levántate —dijo el Señor—, y entra en Damasco. Allí se te dirá todo lo que se ha dispuesto que hagas.”
Hch 22:11 Mis compañeros me llevaron de la mano hasta Damasco porque el resplandor de aquella luz me había dejado ciego.
Hch 22:12 »Vino a verme un tal Ananías, hombre devoto que observaba la ley y a quien respetaban mucho los judíos que allí vivían.
Hch 22:13 Se puso a mi lado y me dijo: “Hermano Saulo, ¡recibe la vista!” Y en aquel mismo instante recobré la vista y pude verlo.
Hch 22:14 Luego dijo: “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para que conozcas su voluntad, y para que veas al Justo y oigas las palabras de su boca.
Hch 22:15 Tú le serás testigo ante toda persona de lo que has visto y oído.
Hch 22:16 Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, bautízate y lávate de tus pecados, invocando su nombre.”
Hch 22:17 »Cuando volví a Jerusalén, mientras oraba en el templo tuve una visión
Hch 22:18 y vi al Señor que me hablaba: “¡Date prisa! Sal inmediatamente de Jerusalén, porque no aceptarán tu testimonio acerca de mí.”
Hch 22:19 “Señor —le respondí—, ellos saben que yo andaba de sinagoga en sinagoga encarcelando y azotando a los que creen en ti;
Hch 22:20 y cuando se derramaba la sangre de tu testigo[a] Esteban, ahí estaba yo, dando mi aprobación y cuidando la ropa de quienes lo mataban.”
Hch 22:21 Pero el Señor me replicó: “Vete; yo te enviaré lejos, a los gentiles.” »
Pablo y el tribuno romano
Hch 22:22
Pablo el ciudadano romano
La multitud estuvo escuchando a Pablo hasta que pronunció esas palabras. Entonces levantaron la voz y gritaron: «¡Bórralo de la tierra! ¡Ese tipo no merece vivir!»
Hch 22:23 Como seguían gritando, tirando sus mantos y arrojando polvo al aire,
Hch 22:24 el comandante ordenó que metieran a Pablo en el cuartel. Mandó que lo interrogaran a latigazos con el fin de averiguar por qué gritaban así contra él.
Hch 22:25 Cuando lo estaban sujetando con cadenas para azotarlo, Pablo le dijo al centurión que estaba allí: —¿Permite la ley que ustedes azoten a un ciudadano romano antes de ser juzgado?
Hch 22:26 Al oír esto, el centurión fue y avisó al comandante. —¿Qué va a hacer usted? Resulta que ese hombre es ciudadano romano.
Hch 22:27 El comandante se acercó a Pablo y le dijo: —Dime, ¿eres ciudadano romano? —Sí, lo soy.
Hch 22:28 —A mí me costó una fortuna adquirir mi ciudadanía —le dijo el comandante. —Pues yo la tengo de nacimiento —replicó Pablo.
Hch 22:29 Los que iban a interrogarlo se retiraron en seguida. Al darse cuenta de que Pablo era ciudadano romano, el comandante mismo se asustó de haberlo encadenado.
Pablo ante el Consejo
Hch 22:30
Pablo ante el Consejo
Al día siguiente, como el comandante quería saber con certeza de qué acusaban los judíos a Pablo, lo desató y mandó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno. Luego llevó a Pablo para que compareciera ante ellos.
Mucho me han angustiado desde mi juventud
Sal 129:1
Cántico de los peregrinos.
Mucho me han angustiado desde mi juventud —que lo repita ahora Israel—,
Sal 129:2 mucho me han angustiado desde mi juventud, pero no han logrado vencerme.
Sal 129:3 Sobre la espalda me pasaron el arado, abriéndome en ella profundos[a] surcos.
Sal 129:4 Pero el SEÑOR, que es justo, me libró de las ataduras de los impíos.
Sal 129:5 Que retrocedan avergonzados todos los que odian a Sión.
Sal 129:6 Que sean como la hierba en el techo, que antes de crecer se marchita;
Sal 129:7 que no llena las manos del segador ni el regazo del que cosecha.
Sal 129:8 Que al pasar nadie les diga: «La bendición del SEÑOR sea con ustedes; los bendecimos en el nombre del SEÑOR.»